EL VÍDEO DE LA SEMANA

Concha y el compromiso

Si alguien es influyente o popular tiene la obligación de ser ejemplar, generoso y solidario. En realidad, poco hay más grato que usar ese singular privilegio de la fama para dar voz a los ignorados o los invisibles, o para airear realidades o sucesos que de otra forma quedarían en la oscuridad o el olvido.

Cuando el pasado mes de enero Concha García Campoy anunciaba en tuiter su recaída, le agradecí públicamente el gesto: "Si uno recupera la condición de paciente y lo hace público es porque se está comprometiendo ante sí y ante nosotros a plantar cara a la enfermedad sin adquirir el pasaporte de enfermo y con la absoluta convicción de que este nuevo recorrido vital será además ejemplo para otros que transitan por el mismo lugar inhóspito e incierto".

Hoy, pocas horas después de asistir enmudecido a la despedida general que este oficio de contar y explicar, que este periodismo nuestro le ha dado a Concha, reitero mi pública gratitud, y confieso, por encima de una íntima sensación de frío afilado, mi admirada devoción por la mujer vitalista y generosa que hasta pocas horas antes de su muerte mantuvo el ánimo levantado por encima de la leucemia y las ganas de vivir a prueba de cualquier asalto del desánimo. Tanta fue su entrega y su compromiso con la vida que a todos nos convenció de que aún no le tocaba irse y hasta ella misma ha muerto sin haberse entregado.

La entereza de sus hijos, la calidad y el número de quienes han acudido a despedirla, pero sobre todo, esa insólita unanimidad en el respeto profesional y el afecto personal que concita, dicen mucho de la pasta de esta mujer periodista, compañeros y amiga, que ejercía y representa un grado superior en el oficio. Concha oficiaba el periodismo con una solvencia fuera de lo común, y con una serenidad y talante de tal altura que uno tiene que hacer suyas las palabras de Campo Vidal, Presidente de la Academia de Televisión: con su marcha, "el buen periodismo se ha empobrecido" .

La mujer, la periodista, la madre o la amiga son hoy la misma persona, porque Concha encaraba la vida y todos sus rincones con la misma actitud de crecer y disfrutar, de entender y contar, de querer y compartir. Poca gente he conocido tan machadianamente buena. Pero en este tiempo gris y deprimente, vamos a echar en falta la fuerza de su forma suave y su fondo comprometido y exigente, el rigor del periodismo que pregunta, resuelve e informa. La vida pública española necesitaba gente como ella, capaz de agrietar la certeza de que no hay nadie indispensable. Su marcha debe, por tanto, motivarnos para ese ejercicio comprometido, crítico y cercano. Como lo ha hecho este año a quienes trabajan haciéndole frente al cáncer, como pacientes, amigos o fundaciones. Su optimismo vital, su forma de encarar la enfermedad ha sido para todos ejemplo y energía.

La semana ha traído imágenes de sobresalto y miedo, como las cogidas de ayer en Sanfermin o el rostro inmóvil e inexpresivo, como de loco, de Bretón al conocer su sentencia; momentos de bochorno político, como el no del PP a que Rajoy hable de Bárcenas, tan sonrojante como la negativa socialista a tratar los EREs en el parlamento andaluz; y momentos de confianza en la justicia, como la decisión de paralizar esa privatización de la sanidad madrileña tan inexplicable y nebulosa.

Pero quienes creemos en el oficio de informar como parte esencial de un derecho ciudadano, hemos de detenernos ante esta inesperada muerte de Concha García Campoy vayamos o no a escribir sobre ello. No por gremialismo, ni siquiera por amor a la amiga o admiración a su trabajo. No. Nos obliga nuestro propio compromiso con el público al que nos dirigimos. Nos lo exige la necesidad constante de observar y aprender. Lo que hizo y cómo, debe perdurar no sólo como memoria de un tiempo pasado, sino como ejemplo de cuál puede ser el camino para hacer un poco mejor nuestro trabajo. Que se quede Concha entre nosotros porque siga siendo un referente. Para los que vienen, pero también para los que estamos. Como lo ha sido estos meses en su carrera frente al cáncer que ella nunca dio por perdida.

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