A veces todo es tan normal

Yonkis del F5.

Esclavos del botón "actualizar". 

En estos días, para consumir información hay que tomar biodramina.Deberían provocarme dolor, pero estoy sintiendo nauseas.

Presumimos de cobertura, alardeamos de ser los primeros en dar la cifra de muertos, de contar antes que nadie con el testimonio de uno que vio los brazos desprendidos de un cuerpo que nunca abrazamos. Nos encaramamos a verjas fingiendo cercanía cuando somos sólo voces en la distancia. Ruido. Ruido que justificamos con la premura, con la ansiedad de saber, de entender que no seremos nosotros, sino otros, por los que sentiremos empatía al punto de compadecerles de tal manera que haremos RT desde nuestra cuenta personal.

Neutralizamos la intranquilidad con analistas de un realidad convertida en ficción, individuos que exigen respuestas sin saber bien cuáles eran las preguntas. Culpamos y señalamos con la indolencia de saber que al igual que el karate, en el periodismo de estos tiempos, si no duele, no vale.

Describimos, analizamos, hablamos de respeto a las víctimas metiéndoles un dedo en el culo. Lo llamamos información, pero no es más que hilo musical. Ruido de fondo sin apenas forma. Defendemos la libertad atados a aparatos de última generación que hacen aún más cómoda la cultura del entretenimiento, esa que cuadra balances e impide que nos rasguemos las vestiduras ahora que todos llevamos un tanga moral que oculta lo justo debajo de la minifalda en la que hemos convertido nuestra ética profesional.

Deberíamos reflexionar sobre lo que no hacemos.Despoblamos las redacciones de tipos serenos, curtidos a navajazos

. Gente capaz de cocinar con la tinta de una máquina de escribir. Hombres y mujeres que congelaban una sala de prensa con el aliento. Los despreciamos. Arrojamos a la basura la experiencia para dejar paso a la tersura. 

Nos queda mucho por aprender, pero al menos ya sabemos que es lo que no hay que hacer: Utilizar la información como burladero.

Te estás pasando, lo estás viendo.