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The Robin Hood Tax

Hace ya muchos años que Gibraltar es un anacronismo. Lo es la colonia y más aún el estímulo de las glándulas patrióticas que parece buscarse cada vez que hay un desencuentro a cuenta de esa pequeña ciudad sureña que quiere seguir siendo británica.

Durante esta semana hemos asistido a una cascada de episodios de toma y daca que empezó por las piedras que ha puesto en el camino de los pescadores españoles la autoridad de la colonia británica y si alguien con sentido común no lo remedia terminará con la administración española convertida en una suerte de Robin Hood al servicio de los pescadores de La Línea.

El intercambio –incluida la conversación Cameron-Rajoy tuiteada por el ingles nada más colgar– es de una banalidad sonrojante que ademas de arrojar dudas muy serias sobre la capacidad política de los actores protagonistas contribuye mas bien poco a solucionar el problema de la pesca en esas aguas.

Pero lo más ridículo puede estar aún por llegar. Y es esa tasa "Robin" que el gobierno dice estar estudiando para "ayudar" a los afectados por el sembrado de piedras de Gibraltar.

Se trataría de algo así como un canon fronterizo de 50 euros a pagar por todo el que quiera pasar a Gibraltar con la excepción, por supuesto, de los trabajadores de ambos lados de la verja. Lo mejor de tan simpática iniciativa es el destino de los fondos obtenidos con ese impuesto sobrevenido: los pescadores agredidos por Gibraltar y sus familias.

O sea, España se convierte en una suerte de Robin Hood que cobra a los turistas para dárselo a los pobres marineros. Y no seria un mal pellizco: supongamos que pasa un mínimo de 20 vehículos a la hora entre las nueve de la mañana y las diez de la noche; tendríamos una recaudación de 13.000 euros diarios y en un mes nos pondríamos en casi 400.000 euros. Teniendo en cuenta que los directamente afectados serían una veintena de buques españoles de la zona, el dinero que para ellos destinaría el gobierno rondaría los 20.000 euros al mes por barco.

Como comprenderá, querido lector, todo esto no es más que una boutade, un cálculo forzadamente ridículo porque lo es en sí todo este nuevo incidente. Al escribir esto sólo me represento a mi mismo, pero me atreveré a aventurar, sobre cierta capacidad de observación y un punto de osada intuición, que a los españoles esto del Peñón les importa –nos importa– una higa, que ya no sentimos la patria herida por la pérfida Albión, y que la ofensa del inglés es alimento de almas tan fuera de tiempo y lugar como la misma colonia británica.

¿Qué habrá que "arreglar" alguna vez lo de Gibraltar? Supongo; pero tambien estoy seguro de que el dibujo de los mapas no es prioridad en este tiempo. Tiempo de crisis, tiempo de resolver problemas más graves, tiempo de imaginar y hacerse fuerte, defender lo nuestro, pero no ante un peñón en Andalucía con diálogos y medidas sin fundamento ni sustancia, sino en los despachos de Bruselas o de Washington.Tiempo en el que, por lo demás, la Historia enseña que los administradores sin recursos ni capacidad caen en la tentación de recurrir al estímulo de la euforia patriotera. A veces.

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