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Díaz Ferrán

Gerardo Díaz Ferrán, en una foto de archivo.

Gerardo Díaz Ferrán, en estas fechas tan entrañables, vuelves a la palestra tras la sentencia de la Audiencia Nacional que te ha condenado a dos años de cárcel por fraude en la compra de Aerolíneas Argentinas. 99,04 millones de euros del impuesto de sociedades que volaron, valga la redundancia.

Reapareces también por tus cameos en el culebrón de Caja Madrid, no en vano fuiste miembro de ese Consejo de Administración que, poco a poco, se va revelando más siniestro que la familia Adams. Y salen a la luz tus correos cruzados con Blesa, esos en los que le decías: “Miguel, por favor, no te olvides de ayudarme” en plan: “Échame una mano prima, que viene mi novio a verme”. Y una y otra vez, te concedían los créditos, aunque no los devolvieras y contribuyeras a dejar sin oxígeno al oso verde, ay, esa afición tuya por coleccionar animales disecados…

¡Cómo pasa el tiempo! Un año ya desde que entraste a la cárcel de Soto del Real, ese punto de encuentro de caras conocidas donde, los que antes coincidíais encorbatados en asadores de tres tenedores, dais ahora vueltas en chándal alrededor del patio. ¡Cuánto glamour junto, por Dior, Soto es la Gabana de las prisiones españolas!

Y, claro, Gerardo, con el espíritu navideño del momento, a todos nos embarga la nostalgia del pasado y nos da por repasar fotos familiares. Hoy me he puesto tierna con el recuerdo de un pasado feliz, cuando surcabas los mares a bordo de tu yate Leuqar , ese que cambiabas por un Rolls, un Ferrari o un par de Bentleys cuando tocabas tierra y atracabas –suena curioso este término marinero asociado a tu persona– y se me han saltado dos lagrimillas.

Aquellos eran otros tiempos, entonces representabas a los empresarios españoles y aleccionabas a los perezosos ciudadanos con tus sabias sentencias: “Hay que trabajar más y cobrar menos para salir de la crisis”. ¡Jo, Gerardo, cuánto se echa de menos tu lucidez, eras el Confucio madrileño!

Pero ya ves, de pronto, el viento cambia de dirección y una vida opulenta como la tuya se va al garete, tal y como le sucedió a tu compañía aérea, ¿recuerdas? Air Comet, sí, aquella con la que dejaste en tierra a miles de pasajeros tal día como hoy, un 23 de diciembre de 2009, así, en plan sorpresa navideña. Día en el que, por cierto, pronunciaste otra de tus frases míticas: “Yo no hubiera elegido Air Comet para volar a ningún sitio”. Buenísima, la podías haber completado con eso de: “Haber elegido muerte” y el chiste te habría quedado redondo.

¡Ahora tu vida es tan distinta, Gerardo! Hace unos días, un juzgado de Madrid denegó la cantidad mensual que habías reclamado para alimentos y productos de higiene, porque estimó que la Administración Concursal te garantiza las necesidades mínimas, vamos, que no estás falto de gel. Solicitabas al juez que liberara una cantidad mensual suficiente para garantizaros a tu mujer y a ti la propia dignidad personal. Di que sí, la dignidad es lo más importante para un ser humano, aunque tú lo hayas descubierto hace poco…

Imagino lo duro que te habrá resultado pedirle al juez un poco de dinerillo suelto, tú que tenías en casa 150.000 euros –lo típico, por si viene el mensajero y hay que darle propina– y un kilo de oro, como el que guarda un paquete de garbanzos por si hay un ataque nuclear.

Y resulta tan tierno verte en esta nueva dimensión, diciendo que estás arruinado y que solicitas ser asistido por un abogado de oficio… Tú, Gerardo, que decías: “La mejor empresa pública es la que no existe”, reclamando la justicia gratuita, como cualquier hijo de vecino que no puede pagarse un abogado. ¿No es milagroso que hayas visto la luz en estos momentos en los que la susodicha está por las nubes?

En este país tan ingrato con sus celebrities, no valoramos en toda su dimensión tu carrerón, el juez te acusa de: delitos de insolvencia punible, organización criminal y blanqueo de capitales –por eludir de forma fraudulenta el pago a los acreedores tras la quiebra de Viajes Marsans– y ésta es solo una de las muchas causas pendientes que tienes con la justicia. Qué bien te vendría ahora tener alguna sucursal de tu agencia en activo para que te organizaran tus viajes de la cárcel al juzgado y del juzgado a la cárcel.

El público tiene que saber que estamos ante un artista de dimensiones estratosféricas. Aún recuerdo cuando supimos que, en aquel tiempo en que cobrabas 100.000 euros mensuales por el pacto secreto con tu Richard Gere particular –el liquidador de Marsans, Angel de Cabo– y acumulabas un patrimonio inmobiliario por valor de 88 millones –según la Policía–, la declaración de la renta te salía a devolver. ¡Eso es talento y lo demás tonterías! Y esa idea tan original de tratar de cargarle el muerto al ídem, tu socio Gonzalo Pascual, es todo tan hermoso…

Se acerca el fin de año, pronto todos nos cruzaremos mensajitos de amor y buenos deseos. Yo, por ese historial tan brillante de quien representó durante tres años a los empresarios españoles, no quiero esperar a dedicarte el mío:

“Anda, Gerardo, hazte extranjero”.

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