Muros sin Fronteras

Crimea y el olvido de Bagdad

Crimea y el olvido de Bagdad

Es cierto: los países que se sienten poderosos no deben invadir otros países. Es una norma básica de cortesía y una exigencia de la Carta de Naciones Unidas. En eso estamos todos de acuerdo hasta que nos afecta. Vladimir Putin asegura que él solo está protegiendo a la población rusa que vive en Crimea. Se refiere sobre todo a los rusos que viven en la base naval de Sebastopol. También se llaman intereses.

La Unión Europea ha reaccionado como suele reaccionar la UE: una reunión urgente para no tomar decisión alguna. Este tipo de reuniones se convocan cuando no se sabe qué hacer; sirven para ganar tiempo, para parecer que se hace algo.

Pero la UE tiene excusa. Para Europa el embrollo de Crimea no es un juego estratégico en el tablero mundial, sino algo próximo; algo que tiene nombre: gas. El juego de las reacciones políticas es parte de un teatro. Las calefacciones de Alemania y del resto de la UE se alimentan de los gaseoductos que pasan por Ucrania y proceden de Rusia. La dependencia energética condiciona las reacciones prácticas, las medidas concretas y efectivas. En este asunto, Europa y EEUU no están en el mismo barco.

La revista State sugiere que las opciones reales de Occidente son muy limitadas. Putin, de momento, se conforma con Crimea. Es la pieza más importante. Es posible que empuje hacia una secesión y posterior anexión. Crimea volvería a ser rusa, como lo ha sido desde que la conquistaron los zares en el siglo XVIII. El capricho geográfico de Nikita Kruchev sería corregido 60 años después. No parece que todo este movimiento de tropas tenga vuelta atrás en una mesa de negociaciones.

Barack Obama ha tomado varias decisiones. La primera hacerse una foto informal en el Despacho Oval para colocarla en todos los dominicales del mundo. Así están las cosas: la propaganda se vende como información y nadie se escandaliza. La segunda medida fue hablar con Putin durante 90 minutos por teléfono (un logro pese a la presencia de los intérpretes). La tercera amenazar a Rusia con excluirla del G-8, que volvería a ser G-7, como en los tiempos de la Guerra Fría. La cuarta enviar a su secretario de Estado, John Kerry, a Ucrania. También se estudian sanciones selectivas.

En Ucrania los sentimientos están a flor de piel, como muestra este vídeo grabado en la ciudad de Dnipropetrovsk. La multitud canta el himno ucraniano. Hay clima de guerra, pero faltan los medios económicos para hacerla. Crimea despierta sentimientos , pero quizá no sea suficiente para arriesgar la vida. Este tipo de manifestaciones son una advertencia a Putin: la parte rusa de Ucrania no se toca. The New Yorker nos rescata una novela de Vassily Aksyonov escrita en 1979 que predecía la conquista rusa de Crimea.

Putin sabe que Crimea es el límite. Si fuera más allá, a por la parte rusa de Ucrania, es decir a por la partición del país, habría guerra civil asegurada, algo muy peligroso para todos, sobre todo para la minoría rusa. Si Kiev y sus asesores de la UE y EEUU buscan el consenso podría volverse a la situación anterior: un Gobierno elegido en las urnas que respete la Flota del Mar Negro. Los hay pesimistas, como Dimitri Trenin, director del Centro de Moscú del think tank Carnigie que teme por una nueva guerra mundial. No es el único. Son tiempos de prudencia.

La batalla es Crimea

La batalla es Crimea

EEUU y la UE no tienen memoria en sus quejas. En 2003, la Casa Blanca de George W. Bush y algunos amigos europeos (Blair y Aznar) invadieron Irak, un Estado soberano. El ataque no contó con el apoyo legal del Consejo de Seguridad, se basó en mentiras que deberían sonrojar a una democracia y la prensa libre libremente se tragó los bulos y defendió unos intereses, los de Washington. Podríamos ir más atrás, hasta Kosovo, no ya en el ataque de la OTAN en 1999 sobre Serbia, sin permiso de la ONU, sino la independencia del territorio. ¿No era serbio? ¿Estamos ante unas fronteras que se mueven y otras que no?

La política internacional es una falacia. En ese Consejo de Seguridad se sientan los principales exportadores de armas. No se defienden valores, solo intereses, y amigos. Putin no es un santo, pero tiene una buena excusa: nadie lo es. Los santos, por emplear una palabra religiosa que me es ajena, no salen en los medios de comunicación, son los personajes pequeños que sin modificar fronteras ni exhibir músculos son capaces de cambiar la vida de las personas que les rodean.

Hay miles de canciones antibélicas, pero esta de The Who parece la más oportuna: Won't Get Fooled Again.

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