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España vuelve a ir bien, parece

La imagen de la semana es esta del señor Rajoy hablando. Primero porque el que hable el presidente del Gobierno de España es como que el hombre muerda al perro del viejo dicho periodístico, la noticia de lo inusal. Pero además, las palabras de Rajoy dan sello de calidad gubernamental y verdad oficial al #españavabien postmoderno que llevan queriendo marcar en nuestra conciencia sus mujeres y hombres de gobierno desde hace semanas, meses quizá.

No sólo vamos a mejor, es que en los próximos días celebraremos algo más que una final Madrid-Atleti o un Sevilla en Europa.

Me alegro muchísimo de que alguien con autoridad se esfuerce por contagiar optimismo, más aún si se trata del presidente del Gobierno cuya cualidad para inyectar cualquier estado de ánimo de luminosidad superior al gris oscuro es absolutamente desconocida para quienes no tenemos el gusto de tratarle de forma habitual. Sabe Rajoy que la inexacta ciencia económica se mueve a impulsos anímicos, y supongo que por eso trata de transmitir lo que los optimistas llamamos “positividad”.

Pero no creo que lo consiga. Ni siquiera el hecho de que aluda a que siempre ha dicho cómo estaban las cosas otorga a sus palabras la fuerza suficiente como para despertar del letargo a la España cansada y descreída.

Claro que las cosas van mejor; tocamos fondo y ahora empezamos a subir. Cualquiera que maneje contabilidad o tenga un negocio sabe que despacito se nota más vida en la economía. Lo recogen también las cifras del Estado, pero tengo la impresión de que los ciudadanos se fían más de lo micro que de lo macro, del movimiento de sus negocios y sus tiendas que de las grandes cifras oficiales. Y ahí casi todos estamos de acuerdo en que esto se mueve. Pero ni es suficiente ni llega a la mayoría. Ni, desde luego, parece mérito de una política que no es nuestra, porque la dicta Bruselas con la regla de una austeridad asfixiante que ahora diría que quiere apuntarse el tanto cuando acaso haya sido un lastre, y vaya a seguir dificultando la recuperación en lugar de impulsarla.

Está Rajoy en su derecho de colocarlo en su haber del mismo modo que su Gobierno y su partido siguen echando la culpa de los desastres a los de antes: lo bueno es mío y lo malo del otro. Perfecto, es la regla del juego político. Pero la gente en la calle y en la empresa, en el tajo y en el comercio ha sufrido y está sufriendo bastante como para que se nos siga tratando como ingenuos destinatarios de mensajes que serían ingenuos si no vinieran de donde vienen. Por mucho que el esfuerzo del presidente por contagiar optimismo sea sincero y por ello plausible…que es mucho decir en periodo electoral.

Porque el señor Rajoy tiene como jefe de Gobierno que saber que si después de tocar fondo estamos empezando a respirar es sobre todo por el esfuerzo y la confianza de una ciudadanía maltratada que tira de reserva familiar para no tomar la calle y que aprovecha cualquier oportunidad para levantarse y seguir. Al esfuerzo de los trabajadores que aceptan menos salarios, de los jóvenes que tienen que conformarse con un sueldo de miseria, a los autónomos que hacen más horas para conseguir menos, a los empresarios que se esfuerzan por seguir adelante pese a presiones internas y la inexistencia de crédito, a la responsabilidad de colectivos que piensan más en país que en partido, o al esfuerzo movilizador de ciudadanos que ha impedido que terminen despojándonos de todo.

No sé qué buena noticia nos dará en los próximos días el Gobierno, pero no creo que sea que recuperamos lo perdido en sanidad o educación, en cultura o en libertad de prensa.

Seguramente los indicadores se irán desprendiendo de los números negativos, pero hay tanto cansancio y se ha perdido tanto, que la buena noticia, que la fe en que España vuelve a ir bien sólo va a llegar cuando de verdad lo palpe la calle, cuando dejen de crecer el paro y el subempleo, cuando los pensionistas no mantengan a la familia o cuando los políticos gobernantes sean de una pieza y cumplan su palabra. Me temo que para eso van a tener que cambiar muchas cosas y pasar mucho tiempo. Mientras, tendremos que seguir apretando con fuerza cada uno en lo suyo o como pueda. O esperando el milagro, que todo puede pasar.

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