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Buzón de voz

La noche de los aparatos muertos

Alfredo Pérez Rubalcaba podía salir por la puerta principal o por algún pasadizo secreto. Siempre se le han dado mejor las trastiendas y los pasadizos. La puerta principal habría consistido en escuchar el mensaje más contundente del 25-M y en abrir el futuro del partido directamente a la decisión de militantes y simpatizantes, adelantando la convocatoria de las elecciones primarias abiertas. Optar por el congreso extraordinario para renovar la dirección es la vía que se corresponde con la cultura orgánica de partido, pero también con los usos y costumbres de quienes han conducido al PSOE al precipicio por el que se ha despeñado el último domingo.

La noche del 25-M ha sido la noche de los aparatos muertos. Aunque los aparatos no lo sepan o no lo quieran saber. Todo es cuestión de tiempo. Que la dirección del PP (Rajoy, Cospedal, el candidato Cañete, Floriano y cía) se declarase en principio satisfecha con un resultado que supone perder el 33% de los escaños que el partido tenía en Estrasburgo es de otra galaxia. Que Rubalcaba describa la pérdida de nueve escaños socialistas como “malos resultados, sin paliativos”, pero añada que el PSOE ha hecho “una buena campaña” da que pensar. Y no procede dedicar más tiempo a pensarlo porque en el mismo acto el secretario general ha anunciado su retirada y la convocatoria de un congreso extraordinario del PSOE.

Democracia de arriba abajo

Rubalcaba podría haber anunciado este mismo lunes un adelanto de la fecha de las primarias abiertas previstas para noviembre, dejando claro que él no se presentaría o incluso planteando el nombramiento de una gestora que controlara el proceso. Habría sido una forma clara de apostar por los nuevos modos democráticos que la ciudadanía reclama y que el PSOE se ha comprometido a aplicar, antes que otros grandes partidos. La elección de un candidato o candidata por parte de militantes y simpatizantes daría un plus evidente de legitimidad a quien ganase, para ser refrendado luego en la estructura interna del partido. Esa opción habría significado apostar por una democracia de abajo arriba, y no a la inversa. (Ahí está el caso de Matteo Renzi en Italia, ganador de unas primarias abiertas en diciembre pasado que tumbaron a Enrico Letta, y este domingo ampliamente refrendado por las urnas frente al populista Beppe Grillo).

Pero no. El proceso será de arriba abajo. (Si es que es). “Las primarias abiertas hay que mantenerlas, por supuesto”, ha dicho Rubalcaba, y desde el plano de los compromisos teóricos, cabría responder: ¡faltaría más!. Desde la pragmática interna del partido, sin embargo, las sospechas de que no ocurra así son más que fundadas. ¿Alguien imagina que el líder o lideresa que salga de un congreso en julio abrirá un proceso en otoño para perder o compartir ese liderazgo? Muy raro, salvo que ese proceso sea un simple simulacro o su resultado esté pactado previamente. Susana Díaz, presidenta de Andalucía, tiene la palabra, la mayor influencia y un complejo calendario por delante en el que no se puede descartar el salto personal a la secretaría general del PSOE. Lo cierto es que en la reunión de la Ejecutiva de este lunes se alzaron unas cuantas voces que reclamaron adelantar primarias y no el congreso. Y fuera de la Ejecutiva aún más. Pero el secretario general tenía decidido convocarlo, y José Antonio Griñán, Patxi López o Javier Fernández, entre otros, consideran también que es la única solución viable. A ninguno de ellos le ha gustado nunca lo de las primarias. Este mismo lunes, curiosamente, se cumplían tres años de la retirada de Carmen Chacón del proceso de primarias abortado en 2011, cuando Patxi López planteó también resolver vía congreso la sucesión de Zapatero.

Giro a la izquierda

Se ha felicitado Rubalcaba por el “giro a la izquierda” del electorado. Y por aquí asoma ya otro posible error de diagnóstico: todo indica que no es la ciudadanía la que ha variado de posición, sino el PSOE quien ha transmitido un seguimiento o imitación de las posiciones neoliberales cuando le ha tocado gestionar la política económica desde el Gobierno. La profundidad de la crisis se ha encargado de difuminar matices y diferencias en las prioridades (por ejemplo en políticas sociales) entre PP y PSOE.

La irrupción de Podemos con cinco escaños en el abanico parlamentario europeo supone, efectivamente, un ensanchamiento de la izquierda y al mismo tiempo una fragmentación del voto zurdo, pero su éxito no obedece tanto a la dialéctica 'derecha-izquierda' como a la de 'arriba-abajo'. Y en esto no se equivoca sólo Rubalcaba, sino que se ha equivocado también el aparato de Izquierda Unida. El eje discursivo de Podemos denuncia no sólo los privilegios de las oligarquías frente a los sacrificios de los sectores más débiles y el aumento disparatado de la desigualdad, sino la podredumbre del sistema mismo.

Dice Willy Meyer que al joven profesor Pablo Iglesias y a su Podemos le han facilitado cinco escaños varios medios de comunicación que a él no le han hecho ni caso. Alguna razón tiene, pero se le olvida añadir que también el juez Elpidio Silva ha dispuesto durante los últimos meses de esos mismos focos a placer, y no se ha comido un colín este 25-M.

Los cinco escaños de Podemos sólo se explican sobre el voto que haya arañado al todavía mayor crecimiento potencial de Izquierda Unida y a un trasvase directo de voto socialista, irritado, indignado o hastiado por la falta de renovación y credibilidad del PSOE. Pero también sobre otro error muy extendido: habían diagnosticado la defunción del 15-M, y tachaban de radicales, ingenuos o soñadores a los pocos medios que advertían que el 15-M está muy vivo: en las redes sociales, en los barrios, en las universidades, en las mareas que defienden los servicios públicos, en la calle al fin y al cabo. Ni el aparato del PSOE ni el de Izquierda Unida han sabido ganarse la credibilidad de un sector de la ciudadanía de perfil muy activo políticamente y mayoritariamente progresista. Y claramente harto de que se pongan por delante los intereses de los aparatos sobre los de los ciudadanos a los que representan.

El monstruo de la gran coalición

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Las 18 respuestas que escondían las urnas europeas

Lo que sí certifican los resultados electorales de este domingo no es una defunción, pero sí una agonía: la del llamado bipartidismo. La suma de votos a PP y PSOE nunca había bajado a un 49%. El mismo periódico (El País) que hace quince días titulaba que “el bipartidismo recupera vigor ante las europeas”, este lunes proclamaba de forma apocalíptica: “Los resultados dejarían un Congreso ingobernable en unas generales”. Asoma claramente de nuevo la patita ese monstruo de múltiples cabezas (financiera, política, institucional, mediática…) denominado gran coalición, que en infoLibre relatamos a principios de mes y que Felipe González confirmó en La Sexta para disgusto del aparato de Ferraz y para indignación de las bases socialistas. Con la excusa de "salvar España", se adivina que unos cuantos 'hombres de Estado" y acompañantes aspiran a salvar sus personales intereses o los de sus empresas.

El hundimiento del PP, la debacle del voto socialista y la irrupción de Podemos, apoyado en una campaña a través de las redes sociales, el boca a boca y la presencia en algunos medios digitales demuestran que lo que está en desmantelamiento es ese oxidado sistema en el que se ha basado el funcionamiento democrático desde 1977, confiado en una simple alternancia que garantizaba la "estabilidad". No es trasladable a unas generales lo ocurrido, entre otras razones porque el sistema electoral no daría a Podemos los escaños que proporcionalmente ha conseguido en las europeas al tratarse de una circunscripción única. Otra cosa es que se abriera la posibilidad de una convergencia o frente de izquierdas si se superasen las cegueras de los aparatos y las vanidades de los recién llegados.

Lo cierto es que los guardianes de las esencias del sistema se han puesto muy nerviosos. Y algunos prefieren los atajos, las soluciones internas, incluso las grandes coaliciones antes que afrontar los riesgos de dar voz al personal. Pretenden salvar sus muebles, aunque sea a costa de perder la casa.

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