Nacido en los 50

No pasan ni un test

El Gran Wyoming

La criminalización de la república como sistema, además de una estrategia ridícula, refleja el posicionamiento filofranquista de la cúpula del partido del Gobierno. Es evidente que tan legítimo es ser republicano como monárquico, sin embargo los dirigentes del PP asocian la república como sistema de gobierno con cualquier acción terrorista, criminal y, especialmente, con la quema de conventos y las persecuciones de orden religioso que pudieran llevarse a cabo entre 1931 y 1936 en España. No es que se hagan los tontos para manipular y enrarecer el ambiente, es que son así. Se nota que lo dicen en serio.

Los que tenemos más años hemos escuchado esas cosas durante mucho tiempo e ingenuamente pensábamos que muerto el perro se acabaría la rabia, pero de eso, nada. La cantinela sigue intacta en su métrica, en su rima y en su melodía.

Sí, los mismos que insisten en que no hay que mirar atrás cuando alguien quiere desenterrar a un familiar asesinado junto a una cuneta, recuerdan a qué conduciría la instauración de una república en España. Claro que, como el análisis político no existe, da la impresión de que les traiciona el inconsciente y lo que expresan con su triángulo república-desórdenes-golpe de Estado, más que una consecuencia inevitable es un deseo. No nos explican por qué los alemanes, cuyo modelo seguimos a pies juntillas y cuyas órdenes cumplimos de forma automática, aun siendo republicanos, no terminan con el Ejército en la calle, ni por qué Rajoy cuando se reúne con la muy republicana señora Merkel no porta un collar de cabezas de ajo.

De lo que sí estoy seguro es de que muchos de los que lucen banderas de España como complemento ornamental en forma de pulsera, correa de reloj, cuello de polo, etcétera, dejarían de hacerlo con el nuevo incremento cromático. El argumento de que es la bandera de su país y que nadie debe avergonzarse de lucirla, dejaría de usarse. No me imagino a estas autoridades engominadas luciendo la tricolor.

De momento, lo único que sabemos es que esa bandera les produce sarpullidos y, la verdad, me resulta sospechoso. Yo no soy muy, por no decir nada, de banderas, pero sé lo que representan. Sé, perfectamente, por qué una bandera con el águila imperial, la enseña que simbolizó el fascismo durante cuarenta años en España, puede pasar desapercibida para muchas autoridades del partido que aglutina a las fuerzas del centro político español que hoy nos gobierna y, comprendo que en su desprecio a la inteligencia de los ciudadanos, no exento de cinismo, declaren como hizo la alcaldesa de Santoña tras un acto en el que se encontraba rodeada de las llamadas banderas preconstitucionales y de Falange: “Que yo me encuentre delante no quiere decir que ampare nada”. Dando a entender que se encontraría igual de a gusto en un entorno de hoces y martillos o de símbolos abertzales.

Ella estaba allí y lo que representan esos objetos no la perturbaban, como le ocurrió a la alcaldesa de Quijorna, también de centro, que ante la polémica que suscitó un mercadillo, promovido por el ayuntamiento que preside, de banderas y objetos fascistas, declaró que no vio nada raro. Claro que al decir eso, más que dar a entender que no se dio cuenta de lo que se exponía, lo que resulta bastante difícil de comprender, proclamaba que aquel entorno le resultaba armónico, familiar. De nuevo los símbolos antidemocráticos flotaban en el ambiente sin causar estridencia alguna en los muy constitucionalistas próceres de nuestra patria.

En la cima del despropósito se situó el señor Rafael Hernando, portavoz adjunto popular en el Congreso, por lo que debemos entender que su declaración responde al sentir general del partido al que por su cargo representa, cuando ante las repetidas exhibiciones de símbolos fascistas, así como de la fea costumbre de retratarse saludando brazo en alto por parte de diferentes miembros de su partido y, sobre todo, de representantes de las Nuevas Generaciones, lo que demuestra que no tienen intención de abandonar “el centro” por el momento; el portavoz del partido, decía, equiparaba estos gestos con la también, según él, poco constitucional costumbre de exhibir la bandera republicana.

Este señor olvida dos cosas, la primera es que esa bandera por muy fea que le resulte, representa a un Gobierno democrático y constitucional que eligieron la mayoría de los españoles tras las elecciones municipales de 1931, donde los votos republicanos se impusieron en 41 capitales de España, triplicando a los monárquicos en Madrid y cuadruplicando en Barcelona; y la segunda es que esa bandera tricolor es legal en nuestros días y amparada por la Constitución, esa Constitución que la mayoría de los diputados de Alianza Popular no apoyó cuando se aprobó en el Congreso, y cuyos herederos agitan cuando conviene cual Libro rojo de Mao, convirtiéndola en dogma de fe incuestionable, y se saltan a la torera o pisotean con la misma facilidad.

Por eso es difícil comprender la actitud de los policías nacionales parando, cacheando y reteniendo a los ciudadanos que portaban chapas, zapatos o cualquier otro complemento con la bandera republicana impidiéndoles la libre circulación por las calles de Madrid el día de la proclamación. Bueno, en realidad, no es difícil de entender si tenemos en cuenta quién dio la orden, aunque a juzgar por los vídeos, tampoco se les ve desconsolados cumpliendo su misión. Tal vez entienden, como la autoridad competente que les manda, que ese símbolo es ilegal, equiparable al de ETA o similar.

Resumiendo, que ya es hora, la bandera tricolor representa a un sistema democrático y constitucional, como la roja y gualda que regalaban en las calles. La otra, la del águila imperial, la que no perturba a las autoridades de “centro”, es anticonstitucional y es la enseña del autoritarismo que se impuso en España después de un golpe de Estado que abolió la democracia y causó cientos de miles de muertos, muchos de los cuales continúan en fosas comunes y que todavía, casi ochenta años después, esos señores que se llaman constitucionalistas, empezando por el presidente del Gobierno, se niegan a desenterrar y a hacer justicia con sus familiares.

Esa es la cuestión, les molesta la tricolor, la del fascismo, no. Allá ellos, pero que no las comparen porque, entonces sí, se les ve el aura fascistoide y están obligados por su amada Constitución al disimulo.

Por nuestra parte, si no hacen alardes, prometemos seguir creyéndonos que son de “centro”.

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