Muros sin Fronteras

Una insoportable doble moral

EEUU y la UE aumentan las sanciones a Rusia, a la que responsabiliza de la violencia en el este de Ucrania, incluido el derribo del avión de Malaysia Airlines, la misma semana en mantienen su inacción en Gaza. En la tragedia del vuelo MH17 murieron 298 personas; en Gaza, ya se supera los mil, la mayoría civiles (recomiendo este gráfico interactivo con datos de la ONG israelí B'Tselem, OCHA y The New York Times).

La doble moral no es nueva en política internacional, es su esencia: una vara corta, para los enemigos; una larga –larguísima en el caso de Israel– para los amigos. Siempre hubo conflictos de primera y de segunda. Si hay intereses que defender o conquistar (Irak), las grandes potencias se mueven rápido, sobre todo EEUU, que es el mandamás único desde el final de la Guerra Fría.

En este vídeo, a John Bolton, uno de los principales neocons de la Administración Bush y exembajador ante Naciones Unidas, se le escapa una sinceridad sobre las guerras en Oriente Próximo.

Si no hay petróleo, gas natural o minerales estratégicos, si solo hay hambre, pobreza extrema y violaciones de derechos humanos, ninguna potencia mueve un dedo en el seno del Consejo de Seguridad, donde tienen asiento permanente y veto por derecho de guerra (su victoria en la Segunda Guerra Mundial) las cinco potencias rectoras del mundo (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido), que deberían velar por la paz y la ética en las relaciones internacionales. Pero no lo hacen, solo velan por sus intereses.

Son una rémora cuasi colonial de un mundo que ya no existe (sobre todo para Francia y Reino Unido, que pasaron de potencias a países medios) y del que obtienen pingües beneficios. Son, junto a Alemania (y España) los principales exportadores de armas y sus empresas multinacionales, las primeras interesadas en la doble moral y en la impunidad de sus acciones en el Tercer Mundo y en algunos países en desarrollo. Es un círculo diabólico imposible de romper, de momento.

Pocas veces la actualidad coloca en paralelo y de manera tan groseramente visible los dos ejemplos de varas de medir. Occidente, por decirlo de alguna manera, ha decidido convertir a Vladimir Putin en el malo de una película, resucitar los aires de la Guerra Fría. Es cierto que Putin ha puesto mucho de su parte con la anexión de Crimea y la insurrección que se vive en el este de Ucrania para ganarse el papel, que tiene la marca de made in Moscú.

El derribo del avión de Malaysia Airlines ha permitido a EEUU acelerar la presión sobre Putin y su círculo, multiplicar las sanciones, arrastrando a la UE que va a sufrir esa línea dura. No es solo la pérdida de negocios, llegará el invierno y nos acordaremos del gas ruso.

Rechazamos que Putin arme a los rebeldes en Ucrania y con la misma voz defendemos nuestra decisión de armar a los rebeldes en Siria. Son rebeldes con causa. A un lado y al otro hay intereses enfrentados. Esto no tiene nada que ver con la libertad, ni en Ucrania ni en Siria; solo es negocio, control de territorios.

En lugar de preguntarse por qué ahora y cuáles son las causas últimas de esta tensión con Rusia, los medios de comunicación siguen la moda.

Si fuera por muertos, no por intereses, la reacción de Occidente debería ser igual o mayor con el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Está bombardeando un territorio que no es suyo, que está al otro lado de una presunta frontera, y donde la mayoría de los muertos son civiles. Hay causas éticas y legales para exigir el final de las operaciones militares, para imponer a las partes un alto el fuego. En el caso de Gaza tampoco Putin está muy locuaz. Israel ha logrado tejer una red de impunidad que no siempre utiliza en su beneficio. El daño de imagen es enorme para Israel y por desgracia para los judíos que nada tienen que ver con Netanyahu.

Con tanta bomba, tanta muerte y tanta destrucción se nos ha olvidado el origen de la esta crisis: tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados en Hebrón por un grupo radical palestino. Netanyahu no esperó a las pruebas, culpó a Hamas y atacó. El objetivo era descarrilar el Gobierno de unidad palestino (Fatah-Hamas), impedir cualquier atisbo de paz. Ya se sabe que la jefatura de Hamas no tuvo que ver en aquellos asesinatos, pero ¿quién se acuerda de ayer en un mundo sin memoria?

Para terminar, una rareza de Roger Waters (ex Pink Floyd) que recuerda otro conflicto silenciado: el cerco a Gaza, el bloqueo de sus fronteras, una agresión cotidiana y colectiva.

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