Análisis

El CIS, Rubalcaba y la herencia de ZP

Ángel González Bardají

La encuesta de julio del CIS cuyos datos se han dado a conocer este lunes marca el peor resultado para el Partido Socialista de toda la serie histórica (21,2% de voto estimado). Los resultados se agravan si se considera específicamente la intención directa de voto; un 10,6%, que desplaza al PSOE a la tercera posición, tras el PP y Podemos, que obtiene un 11,9%. El dato empeora incluso los funestos resultados de las elecciones europeas, en las que el PSOE obtuvo la peor marca de su historia reciente (23%). El mapa electoral que dibuja esta oleada del CIS presenta un PP erosionado pero resistente que se alza con el monopolio conservador y un área progresista sumamente fragmentada en la que el PSOE lleva las de perder ante el empuje de Podemos.

Como el trabajo de campo de la encuesta ha sido realizado entre los días 1 y 9 de julio, es decir cinco semanas después de las elecciones europeas, del anuncio de la dimisión en diferido del secretario general y de la convocatoria de un congreso extraordinario del PSOE, hay que considerar que esta oleada del CIS recoge el legado electoral y político del mandato de Alfredo Pérez Rubalcaba y nada tiene que ver con la gestión de su sucesor, Pedro Sánchez, que resultó elegido días después de cerrarse esta encuesta que ahora conocemos. La pregunta es ¿cómo discriminar la parte del legado que corresponde a Rubalcaba de aquella que atañe a Zapatero?

La respuesta que se ha ido abriendo paso hasta fecha muy reciente en el seno del PSOE y en sus áreas de influencia es la inspirada por el ya exsecretario general y sus promotores y afines, entre quienes destacan los propietarios, columnistas y opinantes del diario El País, pero no solo. En síntesis, esta versión sostiene que la causa única y exclusiva de los desastrosos resultados electorales cosechados de forma insistente por el PSOE en los últimos años reside en “la envenenada herencia de Zapatero”. Rubalcaba no sería, por tanto, sino una víctima de Zapatero, acaso la última y más cualificada y desdichada.

Esta teoría mezcla el indiscutible desgaste ocasionado por las medidas de ajuste aprobadas por el Gobierno socialista en mayo de 2010 con una aproximación simplista y maniquea a la figura de Zapatero, descrito como expresión de todos los males imaginables: improvisación, superficialidad, frivolidad, radicalismo opuesto al acervo felipista de raigambre socialdemócrata…

Quizás quien con mayor desenvoltura haya expresado esta teoría es Soledad Gallego Díaz (“seguramente Rubalcaba no tuvo mucha suerte cuando se tropezó con Zapatero y se integró en su equipo…” El País, 29 de junio de 2014). Así aparecen definidos los dos personajes: el frívolo Zapatero y el confiable y voluntarioso Rubalcaba. Cualquier persona poco versada en la historia reciente del PSOE podría pensar que Rubalcaba paseaba apaciblemente por el madrileño Parque del Oeste cuando su destino se cruzó con el de un irresponsable Rodríguez Zapatero que había salido a estirar las piernas desde su vecino despacho de Ferraz.

Brazo derecho y apoderado plenipotenciario de Zapatero

Dejando de lado los pormenores del “tropiezo” entre ZP y Rubalcaba, no cabe duda que Rubalcaba no fue un mero “integrante” de los equipos de Zapatero sino un elemento decisivo en su gestión de Gobierno: fue su brazo derecho y consejero más influyente durante la primera legislatura (2004-2008) en la que pilotó los dossieres más espinosos, como el fallido Estatut de Catalunya; y fue su ministro y apoderado plenipotenciario en la segunda (2008-2011). Hasta el punto de ser designado por el propio Zapatero vicepresidente primero en octubre de 2010 y candidato único a su sucesión en junio de 2011.

Sin embargo, la visión acerca de la posición y el papel de Rubalcaba no ha sido siempre la misma. Quienes lo consideran hoy una víctima póstuma de Zapatero lo veían como el antídoto perfecto contra los desvaríos de ZP; alguien dotado de cualidades tan providenciales (“inteligencia, profesionalidad, preparación, responsabilidad, convicción, solidez…”) como para neutralizar los desvaríos de ZP.

El día de octubre de 2010 en que se produce la designación de Rubalcaba como vicepresidente, El País proclama: “Zapatero se encomienda a Rubalcaba para rescatar al Gobierno y al PSOE”. A principios de enero de 2011, cuando las encuestas no dan señales de torcer su funesto rumbo, el periódico bautiza a Rubalcaba “La liebre eléctrica de Zapatero” y agrega “El vicepresidente muestra incomodidad por la creencia de que pretende disputar el poder a quien se lo ha dado”. Sin embargo, ese mismo día, uno de los barones más próximos a Rubalcaba, el extremeño Fernández Vara no disimula sus preferencias en el mismo diario: “Tengo tres candidatos (a líder del PSOE) : Alfredo, Pérez y Rubalcaba”.

Las encuestas no se dan por enteradas y la liebre eléctrica no acababa de arrancar; lo que no impidió que El País prosiguiese su cruzada y el 3 de abril insistiese: “Rubalcaba es el candidato preferido”, vaticinando una pronta recuperación del voto socialista si se eleva su rango y se le confían mayores responsabilidades.

Pero las encuestas (y los encuestados) son tozudos. Y sobreviene la derrota en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. La interpretación de los promotores y aliados del vicepresidente es unánime: la dosis de Rubalcaba no ha sido suficiente. Es urgente desalojar a Zapatero (que previamente había anunciado que no concurriría a las siguientes elecciones generales) y entregar todo el poder a Rubalcaba.

Tras evitar cualquier engorroso procedimiento electoral, Rubalcaba es proclamado candidato electoral. “Zapatero y los barones nominan como el 'mejor' y el único candidato a Rubalcaba”, prorrumpe El País. Las encuestas tampoco reaccionan. Pero sí lo hace El País, que acude nuevamente para suplir el refuerzo que no aportan ni los votos ni los sondeos y exclama tras el acto de proclamación del candidato: “Rubalcaba supera la prueba del liderazgo”.

Pero en noviembre llega de nuevo el momento fatídico de las elecciones. Bajo el liderazgo de Rubalcaba, el socialismo cosecha el peor resultado de su historia en unas elecciones generales. No importa. El análisis ya está trazado de antemano. El 19 de noviembre, ¡la víspera de las elecciones que perderá estrepitosamente!, El País traza una nueva semblanza de Rubalcaba: “El político imprescindible” y lo describe como “el hombre competente y competitivo al que teme la derecha”.

Una nueva oportunidad

No ha sido suficiente. Hay que dar una nueva oportunidad a Rubalcaba que, liberado definitivamente del estigma de Zapatero, obrará por fin el prodigio. Y así es elegido secretario general del PSOE por un estrecho margen. ¿Y qué sucede desde entonces? Tras un efímero destello, las encuestas continúan deslizándose hacia abajo. ¿Cuál es entonces la explicación?¿Si Zapatero ha desaparecido de la escena, quién puede ser el culpable? ¡La herencia de Zapatero!, el espectro del expresidente se cierne sobre su heredero y lastra su despegue. En este punto existe una curiosa coalición entre los voceros del PP y la dirección del PSOE puesto que ambos atribuyen en estéreo toda la responsabilidad al exmandatario que ha renunciado a defenderse y se ha ofrecido como chivo expiatorio.

¿Cuál es el remedio que propone la dirección socialista? La espera y el olvido. Bastará dejar transcurrir el tiempo suficiente para que el olvido produzca su efecto balsámico y el desgaste del gobierno de Rajoy facilite el regreso del péndulo a su extremo opuesto, devolviendo la mayoría al PSOE.

Pero las encuestas se suceden y se reiteran. Y cuando hubieran debido mejorar, empeoran. En la oleada del CIS de abril de 2013 la intención directa de voto del PSOE se desploma por debajo del 14%, línea que nunca más volverá a superar (tras las generales del 2011 se movía en el entorno del 20%). En paralelo, la valoración de Rubalcaba se derrumba desde las cotas del 4 sobre 10 hasta un 3 sobre 10, nivel del que no volverá a recuperarse.

Por su parte, la confianza en el líder socialista desciende hasta cotas extremas (más del 90% de los encuestados manifiestan tener poca o ninguna confianza en Rubalcaba) y se mantiene en esa sima hasta el término de su mandato.

Para colmo de desdichas, el desplome electoral del PSOE se ha producido en paralelo a un ascenso del peso electoral de la izquierda, pero otras opciones, especialmente Podemos, están atrayendo a los votantes decepcionados.

El ejemplo británico

¿Era inevitable ese desenlace? La comparación con lo sucedido en otros países próximos parece indicar lo contrario. El Partido Laborista británico sufrió una estrepitosa derrota y sin embargo inició una recuperación sostenida que le ha situado en cabeza en los sondeos bajo el liderazgo de Ed Milliband, un ex ministro del mismo premier que fue castigado en las urnas, Gordon Brown. Otro tanto ha sucedido en Portugal, donde el Partido Socialista ha escalado a la primera posición en las encuestas tras un calamitoso final en el que no faltó siquiera la intervención del país por la troika comunitaria.

Una encuesta de GESOP para El Periódico realizada tras las europeas del 25 de mayo proporcionaba alguna clave para entender lo sucedido. La mayoría de los votantes y exvotantes socialistas manifestaban que la causa principal de desafección no radicaba tanto en las decisiones del pasado (“la herencia recibida”) sino en la falta de renovación y la ausencia de un proyecto alternativo.

Como quiera que sea, todas las encuestas, en especial la publicada este lunes por el CIS, reflejan una evidencia abrumadora: bajo el liderazgo de Rubalcaba el castigo soportado por el PSOE no se detuvo. Muy al contrario, ese castigo se renovó y se recrudeció. La sanción de los votantes a la oposición ejercida por el equipo de Rubalcaba ha llegado hasta el extremo de poner en riesgo la primacía de su partido sobre el voto progresista español y quién sabe si la supervivencia de la formación política a la que consagró su vida.

Finalmente, en una ironía del destino, Rubalcaba ha terminado siendo víctima de la estrategia que sus promotores y aliados urdieron para sustituir a Zapatero por el propio Rubalcaba. Una estrategia que consistió en exagerar tanto los defectos de Zapatero como las virtudes de Rubalcaba hasta convertir a ambos personajes en verdaderas caricaturas de sí mismos. Una estrategia que suponía, además, una enorme simplificación de los problemas económicos, sociales y políticos de España, reducidos a un déficit de liderazgo. Estrategia que finalmente sirvió más a los intereses de Rajoy y al Partido Popular que a los de Rubalcaba y a sus apoyos mediáticos y partidistas de la vieja guardia del PSOE.

De hecho, el argumento de la "herencia recibida" ha servido de excusa tanto a Rajoy para justificar su incapacidad para resolver los verdaderos problemas de España como a Rubalcaba para justificar la suya a la hora de resolver los verdaderos problemas del PSOE. Se diría que en eso consiste la paradoja de Rubalcaba: un número dos que alcanza el ascenso largo tiempo ansiado a número uno y que, tras lograrlo, se ve huérfano de un número uno a quien achacar los tropiezos propios. Rubalcaba ha vivido en la contradicción entre su necesidad de recordar y magnificar el problema de la herencia de Zapatero para justificar sus malos resultados y la necesidad de que se olvidara la herencia de Zapatero para poder remontar en las expectativas de voto. Incluso cuando comprendió que su electorado no estaba tan preocupado por el pasado como por el futuro, y a pesar del trabajo realizado en la Conferencia Política, no fue capaz de encarnar la renovación del PSOE.

Y así lo muestra este último sondeo del CIS: Rubalcaba quedó convertido él mismo justamente en aquello que tanto denostó, la herencia más pesada de ZP.

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