diario del ártico (3)

Svalbard y el “Esperanza”

Imagen de una expedición de Greenpeace España al Ártico realizada en 2013.

carlos bardem

La tecnología nos permite hoy madrugar en Madrid, volar a Frankfurt y de ahí a Oslo, cambiar de avión y llegar Svalbard, las últimas islas bajo administración noruega, farallones de roca antigua y negra, gastada y desnuda, arañada por profundos fiordos, tierra dura para gente dura.

Curioso ver en el mapa un cabo con un promontorio bautizado hace siglos como Biscayarhuken o mente de los vizcaínos. Hasta aquí llegaban los balleneros vascos en sus increíbles travesías. A iempo de cenar en el “Esperanza”, así en castellano, un antiguo rompehielos matriculado en Amsterdam, uno de los barcos de Greenpeace. Un viaje largo y fatigoso según los estándares actuales. Una fruslería comparado con los esfuerzos de días o incluso semanas de ardua navegación que sufrían los exploradores árticos simplemente para ponerse en situación de acometer la entrada en los grandes hielos que para muchos supondrían la muerte más feroz, siempre ribeteada de locura y desesperación, o la salvación in extremis.

Aquellos locos que por orgullo personal o nacional, vagaban durante meses por una geografía helada e inmisericorde con el más mínimo error, latitudes donde todo toma más tiempo y la mente funciona más lenta. Suecos, noruegos, británicos of course, yanquis financiados por magnates de la prensa en busca de fabricar noticias a costa de sus vidas, austriacos y hasta un príncipe italiano de la casa de Saboya. Hombres que intentaban alcanzar el Polo en nombre de reyes e imperios que ya son polvo en la memoria de la historia. Que intentaban plantar su bandera, hacerse con un trozo de ese infinito blanco para sus gobiernos y con un trozo de gloria para ellos. Banderas. Plantar banderas, explorar, descubrir para tomar posesión.

Ese es uno de los principales problemas políticos para preservar el Ártico, que se han repartido varios países y por tanto varias codicias. Convertirlo en un santuario de y para la Humanidad, salvarlo de la explotación cortoplacista de los gobiernos –el deshielo permite acometer prospecciones petrolíferas cada vez más adentro del círculo polar y cada incremento de la actividad prospectiva contribuye a generar más deshielo– es la demanda de fondo, la más importante, en esta campaña ártica de Greenpeace.

Álvaro Longoria, Alberto Ammann y Carlos Bardem, antes de subir al rompehielos de Greenpeace.

Al subir al Esperanza en seguida sientes la fuerza de la mística del mar, de los navegantes. A falta de una presentación más formal que se hará mañana, con todos más descansados, vamos conociendo a algunos miembros de la tripulación. Todos gente joven, comprometida, y todos de distintas procedencias –hay más diez nacionalidades en la tripulación– que dan a esa lingüa franca que es el inglés una variedad de acentos pasmosa.

Pero todos nos entendemos, todos de una forma u otra estamos aquí por lo mismo. Gente como Dinko, croata y primer oficial; Carolina, sueca y resolutiva coordinadora de la campaña; Jasper, danés y experto en osos polares; Nick, londinense y fotógrafo o Josh, un americano con sangre cherokee y alemana. Y de pronto me descubro pensando que estas mujeres y hombres de Greenpeace están aquí luchando por todos nosotros, corriendo una carrera contra el tiempo por poner las banderas de la humanidad y la cordura en lo que queda del gran desierto blanco. Nos va a todos mucho.

Así que ahora mientras el sonido de las maquinas me arrulla en nuestra singladura hacia el norte, hacia los límites del hielo, me digo que soy un privilegiado, que estoy compartiendo barco y empresa con los verdaderos exploradores y aventureros de hoy en día, los verdaderos herederos de aquellos exploradores. La gente que ha consagrado su vida y, en algunos casos, su libertad en proteger la casa de todos, este planeta, del único y gran enemigo: la mentalidad cortoplacista y rapaz de gobiernos y corporaciones petroleras, la quedestruye por igual a personas y medio ambiente. Al final todas las luchas son la misma lucha y estos guerreros combaten el discurso único –económico y político–, coartada de todos los saqueos.

Ayúdalos a ayudarnos a todos. Ayúdate uniéndote a la cadena y firmando a través de Greenpeace para convertir el Ártico en santuario de la humanidad.

¡Hielo!

¡Hielo!

Más información en:

El Ártico se derrite. ¡Salvemos el Ártico!

www.savethearctic.org/es

Más sobre este tema
stats