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Muros sin Fronteras

Y el ganador es… ¡Basar el Asad!

Barack Obama prepara bombardeos sobre Siria. Un año después del ataque químico de Basar el Asad contra su población civil, que le colocó en la mira occidental, volvemos a estudiar el uso de la fuerza para resolver problemas que no entendemos. Asad se salvó in extremis en agosto de 2013 tras su desafío al presidente de EEUU, que había trazado la raya roja de las armas químicas. Hay que tener cuidado con las rayas rojas: las carga el diablo.

Si no se castigó a Asad fue porque el Pentágono no tenía claro a quién iba a beneficiar; no sabía qué grupo insurgente representaba mejor sus intereses. Ha pasado un año de aquello y vuelven a sonar los motores de los aviones, a escucharse los tambores de guerra, pero seguimos igual: sin un plan. No hemos aprendido nada. No saber, no aprender son los mimbres de cualquier derrota.

Parece que el objetivo ya no es Asad ni su régimen. El hombre que personificaba hace un año todos los males de Oriente Próximo se ha convertido en un instrumento que podría ser útil, en una esperanza para derrotar al Estado Islámico (antes ISIS). Es lo que sospechan los radicales, que tienen mejor lectura de los acontecimientos. Aún no está claro si se hará y cómo se hará porque la pirueta es grande. Cuesta admitir que el dictador Asad es quien mejor representa los intereses de Washington.

No es una contradicción, es la prueba de lo mucho que ha cambiado la situación en Siria en solo un año. El vídeo que encabeza este texto es un reportaje de 43 minutos de Vice sobre el ISIS. Este segundo trata de los distintos grupos yihadistas en Siria. Ambos son esenciales para entender a qué nos enfrentamos.

El Ejercito Libre de Siria, atomizado en diversos comandos regionales y radicalizado en muchos de ellos ya no es una alternativa real. Se perdió la oportunidad de oro de sustituir un Gobierno despótico por otro islamista moderado. Ya no quedan moderados en Siria.

El Frente al Nusra, que proclamó su obediencia a Al Qaeda, parece hoy un grupo blando, aunque no lo es, si lo comparamos con el Estado Islámico. Este frente acaba de liberar al periodista norteamericano Peter Theo Curtis. Es un gesto hacia Obama, un intento por distanciarse de la brutalidad del ISIS, un mensaje para libarse de los posibles bombardeos.

Obama no va a colocar soldados norteamericanos en el terreno. Juegan en contra el desastre de Bengasi, y la promesa de retirar las tropas. No es el momento para desdecirse. No es solo una cuestión de principios, sino de riesgo.

EEUU no sabe contra quién lucha. El plan inicial es bombardear desde 5.000 metros de altura, adonde no llegan los antiaéreos que pueda tener el Estado Islámico, y que tropas locales hagan el trabajo sucio, es decir que pongan los muertos. En el caso de Irak, estas tropas son los kurdos, y tal vez alguna de las milicias chiíes. Esto segundo dependerá de Irán, que es el que manda sobre ellas. En Siria, el hombre es Asad. ¿Llegaremos a rearmarle para que sean sus tropas las que aplasten al ISIS?

El problema de estos zigzagueos es cómo explicarlo a la opinión pública. Tantos años de propaganda en una dirección dificultan la comunicación de la nueva realidad: los malos de ayer resultan ser los buenos de hoy sin que eso impida que vuelvan a ser malos mañana. Suena raro, pero la política internacional es así de compleja y caprichosa.

¿Tiene posibilidades de éxito un bombardeo de EEUU contra el ISIS en Siria e Irak? Sin tropas terrestres, propias o de otros, la respuesta es simple: no. Y con el concurso de kurdos y las fuerzas de Asad es posible que la respuesta sea muy similar. En el caso sirio se llega tarde a todas las opciones.

Las recientes operaciones aéreas para defender a los yazadíes y retomar una presa estratégica en Mosul no han tenido demasiado éxito: llegan noticias de nuevas matanzas y el frente no se ha movido más allá de la prensa. El problema es saber qué se busca, cuáles son los objetivos y qué medios se está dispuesto a poner sobre la mesa. En esta guerra solo el ISIS conoce las reglas, maneja bien la propaganda y las redes sociales. No son unos bárbaros ignorantes, saben lo que hacen.

También sería bueno tener en cuenta el precio a pagar por las aventuras militares, más allá de la vida de James Foley. Hay un riesgo evidente: los cerca de 3.000 yihadistas extranjeros que combaten junto al ISIS; son combatientes de ida y vuelta, peligrosos en cualquiera de las circunstancias.

Eliminar el peligro que representa el ISIS, el mayor desde el 11-S dice el Pentágono (¿no había dicho ya algo parecido de otros?), va a exigir más política y paciencia que armas.

Muchos de los problemas de Oriente Próximo pasan por el orgullo herido, por la sensación de que Occidente es profundamente injusto con el mundo árabe. La imagen de neocolonialistas nos resta credibilidad ante los moderados porque les contamina.

Uno de los generadores de odio es el conflicto palestino-israelí. Es la madre de todas las afrentas. El ISIS y grupos similares se nutren de jóvenes europeos de segunda y tercera generación que se sienten desarraigados, mancillados. El discurso de la islamofobia prende en ellos, les convierte en carne de cañón de los delirios de este o de aquel líder. Además de los palestinos están el petróleo, los intereses. No somos una voz moral. Sin ella cualquier solución política es imposible. Las armas no bastan para tener razón.

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