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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Buzón de voz

Aquí no hay plan

Este lunes se ha celebrado en Madrid el primer Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular tras las vacaciones de verano. Abiertos en canal asuntos como Cataluña, la reforma electoral, la situación económica europea y española, las encuestas que ponen patas arriba el mapa político, la designación de candidatos para las municipales… Todo en orden. Sin novedad en Génova, 13. Frente a la incertidumbre… “lo que más nos convenga”. Y no se vislumbra otro plan que el de la conveniencia del PP. Con el añadido de una enorme obviedad: “lo que marca la ley”.

1. Cataluña

A dos días de la Diada, Mariano Rajoy ha comunicado solemnemente a los suyos que tiene preparadas “todas las medidas que hay que tomar si alguien pretende celebrar una consulta ilegal”. Es decir que, pase lo que pase en la Diada el 11 de septiembre o en el debate parlamentario catalán el 16 o en el referéndum de Escocia el 18 o en la comparecencia de Pujol el 22... Rajoy tiene clarísimo que lo que va a hacer es “aplicar la ley”. Insiste mucho el presidente en aclarar algo que nadie duda, puesto que cumplir y hacer cumplir la ley es simplemente su obligación. Lo que pasa es que de la política se espera y se exige otra cosa. Por ejemplo, buscar soluciones a problemas que no se pueden resolver simplemente por la vía judicial. O que a veces exigen precisamente reformar leyes de manera que estas sirvan para la resolución de los problemas de la gente. Obviedad por obviedad, ahí va otra: si sólo se tratase de cumplir las leyes existentes, no haría falta un Gobierno. Ni siquiera un Parlamento. Con jueces y policías bastaría. ¿Es esta la mejor forma que se le ocurre a Rajoy de reivindicar la necesidad de la política?

No se ha querido ni oir hablar de una posible, necesaria y hasta urgente reforma constitucional, proceso cuya simple puesta en marcha habría devuelto la iniciativa donde siempre debe estar: en la más amplia representación de los ciudadanos. Por grandes que sean (y lo son) las diferencias entre Escocia y Cataluña, lo cierto es que el Parlamento de Londres autorizó una consulta y el Gobierno de Cameron sigue haciendo propuestas concretas a los escoceses para convencerles de que su futuro será mejor dentro del Reino Unido. Aquí se aplica con mucho mayor entusiasmo la legalidad vigente que la capacidad de convicción democrática.

2. lA Reforma electoral

Ha sido el propio Partido Popular, con Rajoy, Sáenz de Santamaría o Cospedal a la cabeza, quien ha planteado su intención de abordar una reforma electoral para que salga elegido alcalde quien encabece la lista más votada aunque no sume la mayoría de los votos. Dicen que buscarán el consenso, pero no hay forma de que se comprometan públicamente a no llevarla adelante sin consenso. Preguntado en la reunión de este lunes, Rajoy ha reconocido que el asunto es “complicado y delicado”. Incluso hay quien pone en su boca otra sentencia para la historia del liderazgo político: “hay que hacer las cosas bien y no hacer las cosas mal”. Bien visto. Lo cual podría traducirse en que los datos sobre esa reforma electoral han puesto de tal modo en evidencia la posible cacicada, que el PP no se atreverá a ejecutar el empeño para 2015 si no cuenta con ningún otro grupo político que le apoye.

Son muchos los dirigentes locales y regionales del PP que presionan a favor de esa reforma, por miedo a que se confirmen las encuestas que fragmentan el mapa político y liquidan la mayoría absoluta con la que se gobierna en el 80% de los municipios españoles. Y no son pocos los que además tienen prisa por saber quiénes serán candidatos o candidatas. Así lo han reclamado en Madrid, por ejemplo, Esperanza Aguirre e Ignacio González. Rajoy ha comentado a la cúpula del PP que pretende aplicar a este asunto la misma medicina que al conflicto sobre Cataluña: “los plazos que marca la ley”. O sea que no tiene intención de tomar y mucho menos anunciar decisiones hasta bien entrado el año 2015. Aguirre, que últimamente no ha demostrado mucho respeto por algunas leyes, ha preferido ponerse en manos “de la divina providencia” respecto a sus posibilidades de optar a la alcaldía de Madrid.

3. La situación económica

En los últimos días, el Banco Central Europeo ha bajado los tipos de interés a casi 0 y ha anunciado una inyección masiva de liquidez por la vía de comprar deuda privada. ¿Por qué? Porque los datos indican que la economía europea está al borde de una nueva recesión, porque Draghi no termina de ver esas “raíces vigorosas" de la recuperación que Rajoy vislumbró en Soutomaior y porque la inmensa mayoría de los analistas admiten ya que el riesgo de deflación y de 'japonización' en Europa es más que evidente. Entre los más optimistas se llega a hablar como mucho de estancamiento o de una recuperación lentísima.

Realmente escuece que Draghi se lamente (a buenas horas) de que haya países con salarios “de los años ochenta”, o que la OCDE directamente sugiera al Gobierno que no baje más los salarios porque así es imposible recuperar la demanda ni el empleo. Este mismo lunes, la OCDE ha llegado incluso a pedir al Ejecutivo español que aborde “una distribución más justa de la carga impositiva”, que sigue pesando en España mucho más sobre los asalariados que sobre el capital. Hasta reclama endurecer el régimen de las sicav para combatir la elusión de impuestos.

En realidad muchos de los informes de organismos internacionales pecan del mismo cinismo o respiran una obviedad similar a la de los discursos internos. Para cambiar el modelo económico español y pasar “del ladrillo a la neurona”, como este mismo lunes decía el secretario general de la OCDE Ángel Gurría, hace falta un plan, una hoja de ruta. Si existe, nadie la conoce, más allá de la que va adaptándose al ya conocido manual de Rajoy: “haremos lo que tengamos que hacer”, “no hay otra”, “ya veremos”, “o no…”

4.- La situación política

No existe una sola encuesta que no refleje un escenario político desconocido en la (breve) historia democrática española. La alternancia de PP y PSOE en el poder, con el apoyo puntual o temporal de grupos nacionalistas, puede haber pasado a mejor vida. La indignación ciudadana que muchos creyeron un simple relámpago que hizo brillar el 15-M ha desembocado en la irrupción de un movimiento político que ha alterado los esquemas en la izquierda pero también en la derecha. Parecería lógico que en la primera cita después del verano y sin levantar cabeza desde las europeas del 25-M, la dirección del partido gobernante debatiera o compartiera algún análisis sobre la situación política. Al parecer, los 92 miembros del Comité Ejecutivo Nacional no lo consideran necesario. Este lunes intervino María Dolores de Cospedal, dio paso al discurso de Mariano Rajoy y nadie pidió siquiera la palabra. (Bueno, sí: el eurodiputado Pablo Zalba para dar las gracias por haber sido nombrado responsable de la gestora del PP en Navarra).

De las intervenciones públicas de sus dirigentes y de la lectura de algunos argumentarios internos, cabe deducir que el plan o la prioridad política del PP consiste en situar a Podemos como “extrema izquierda radical y populista”, confiando en que esa etiqueta no sólo perjudica a Podemos sino que desgasta al resto de la izquierda y contamina posibles acuerdos entre fuerzas progresistas.

Dejó escrito Antonio Machado que "en política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela".  

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