Plaza Pública

El nuevo antisemitismo

Nicole Muchnik

En esta época de violencia sanguinaria en el este de Europa existen otros males insidiosos que hay que enfocar y analizar – una casi no se atrever a decir “antes de que sea demasiado tarde”.

Sin caer en el alarmismo y tomando las medidas de las cosas en su contexto, al antisemitismo, creciente en Francia, en Europa y en general en todo el mundo, es más que digno de atención.

Feliz como un judío en Francia”, vivir feliz “como Dios en Francia”, decían los judíos europeos en los siglos XVIII y XIX, el primer país en donde se les había concedido la nacionalidad y, después del lamentable “caso Dreyfus, el padre del filósofo Emmanuel Levitas podía decir desde Lituania: “¡Un país en donde la gente se desgarra por la suerte de un capitanzuelo judío es un país al que más vale ir cuanto antes!”. Para Elie Barnavie “Ni siquiera Vichy y la Shoah fueron capaces de modificar profundamente el apego de los judíos franceses a su país.” Porque “Ante el celo de los funcionarios colaboracionistas había una red de solidaridad que permitió a tres cuartas partes de los judíos franceses de escapar de la deportación, un record entre los países ocupados.” Veamos las cifras: con un 20% de la población judía víctima de la Shoah, Francia viene justo detrás de Dinamarca (1% de deportados) y muy por delante de Bélgica (28%), Checoslovaquia, Polonia, Alemania, Yugoslavia (70 a 75%), Grecia o los Países Bajos (84%).

Tanto más violentas y significativas las informaciones actuales sobre el antisemitismo en Francia. Según Ariel Goldmann, vicepresidente de Consejo Representativo de las Instituciones Judías Francesas: “Desde hace diez años estamos sistemáticamente a más de 300 actos antisemitas por año.” Este verano, las agresiones contra la población judía y los gritos “Mort aux juifs” en las calles Paris no han podido no reavivar una vieja angustia. El 13 de julio, una manifestación propalestina intentó forzar la entrada de la Sinagoga de la Rue de La Roquette, provocando el pánico entre los asistentes.

El asesinato de tres niños judíos en Toulouse por el Jihadista Mohammed Merah, lejos de provocar una reflexión “provocó una ola de actos violentos contra objetivos judíos, sobre todo en Francia”, estima un informe de la Universidad de Tel Aviv que aumenta en un 30% la violencia antisemita mundial.

A diferencia del antisemitismo de derechas y las manifestaciones más raras y mejor organizadas ejecutadas por bandas de forajidos adoctrinados que profanan cementerios con sus cruces gamadas, el antisemitismo de hoy, el de los jóvenes suburbanos donde predominan los inmigrantes norteafricanos y africanos o que son de segunda generación, acosados por crisis de identidad, de integración y de desempleo, no es menos violento sino espontáneo, basado en la guerra entre Israel y los palestinos: “El judío mata a nuestros hermanos palestinos”.

Francia no ha pasado página con el antisemitismo y la nueva judeofobia vehiculada como polvo por Internet va de la mano con el viejo antisemitismo de papá. Incidentes impensables hace cincuenta años, al final de la guerra, tienen lugar hoy en medio de una relativa indiferencia – o impotencia. En el último mes de junio, en Sarcelles, barrio-dormitorio en las afueras de París, un adolescente resulta insultado por tres jóvenes: “¡Cállate la boca, judío de mierda!” Un niño de 11 años con los signos de su religión va a la escuela y recibe golpes en la cara. Un rabino es insultado por chicos de 12 años que le arrojan piedras. Manuel Valls, entonces Ministro del Interior, declara: “Tengo la determinación de combatir todos los casos de este mal profundo que es el antisemitismo, ofensa a los valores y la historia de nuestra República.”

Sin embargo, al decir de Ariel Goldmann, “hay una exageración voluntariamente sostenida por los extremistas judíos que multiplican las polémicas 'antisemitas' en casos no verificados… El fenómeno de los ataques antisemitas falsos adquiere proporciones inquietantes.” En particular, la Liga de Defensa Judía, auténtica milicia, es acusada de fomentar falsos atentados antisemitas supuestamente perpetrados por jóvenes “provenientes de barrios suburbanos” y difundidos rápidamente por una prensa y una opinión ultrasensibles a todo lo relacionado con el antisemitismo y el racismo. Por ejemplo, el atentado contra la sinagoga de la rue de la Roquette, atribuido a jóvenes magrebíes, fue desmontado por el propio presidente de la Sinagoga: “Ni un solo proyectil fue lanzado hacia la sinagoga. En ningún momento hemos estado en peligro físico.” Fue más bien un ataque de los miembros de la LDJ contra los manifestantes propalestinos. No obstante, el nombre de judíos franceses que van ahora a instalarse en Palestina aumenta cada año. Alcanza las 5.500 personas desde el principio del año.

Aunque quede del todo claro que el antisemitismo no nació con el problema Israel-Palestina, es igualmente evidente que la responsabilidad de unos y otros en el hecho de que no se logre resolver el problema y, sobre todo, la de los israelíes, quien al cabo de décadas, manifiesten la peor voluntad en respetar los acuerdos internacionales por la creación de un verdadero estado palestino, no puede menos que alimentar el fuego en la pólvora de un país con 600.000 judíos y 6 millones de magrebíes y africanos, en su mayor parte musulmanes, de lejos la comunidad más fuerte de Europa.

¿Y España? Un país con sólo 15.000 judíos está considerado por la Liga de Antidifamación Judía, con sede en EEUU, “como el tercer país europeo con mayor porcentaje de habitantes con mayor prejuicios antisemitas (un 29%), por detrás de Grecia (69%) y Francia (37%).”

Está claro que pese al horror de la Shoah y los pogroms de antaño, el demonio testarudo y apestoso del antisemitismo sigue vivo . Sería mejor recordar que el nazismo tal como lo hemos conocido no llega de un día para otro. Llega sutilmente y acostumbra lentamente. La solución tal vez esté en una mejor educación. Sin duda, ¿pero no eran los alemanes el pueblo más educado del mundo?

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