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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

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Muy fan de... Ana Mato

Ana, protagonista de la versión Disney de Lo imposible. Agarrada a tu cartera ministerial con uñas y dientes, ajena al tsunami de acusaciones que se cernían sobre ti. El final de tu peli llegó el miércoles, a última hora de la tarde, en forma de comunicado: “No quiero, bajo ningún concepto, que mi permanencia en esta responsabilidad pueda ser utilizada para perjudicar al Gobierno de España, a su presidente ni tampoco al Partido Popular”. “Bueno y que me ha obligado el jefe, eso también…”, te faltó añadir. Muy fan.

Admirable tu resistencia. Deberíamos cambiar la expresión “resistencia numantina” por “resistencia anamatina” o ascenderte directamente a la realeza por votación popular: Ana I La Obstinada.

Tan frágil tu apariencia, esa carita de no haber visto un Jaguar en tu vida y sin embargo, qué aguante el tuyo, chica, a prueba de bombas informativas. Ni los guerreros más aguerridos del Sálvame Deluxe resistirían tal chaparrón de reproches sin abandonar llorando el plató. Pero tú no, tan quebradiza en apariencia, eres fuerte. ¡Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte, Ana!

Un primero de febrero de 2013, un informe policial reveló gastos de regalos y viajes –alguno a Disneylandia– pagados por esa trama más generosa que un holding integrado por los Reyes Magos, Santa Claus, el Tió de Nadal y el Olentzero.

El receptor de tanta generosidad era el exalcalde de Pozuelo de Alarcón, Jesús Sepúlveda, te sonará su nombre, es tu exmarido… Pero tú no te amilanaste ante el vendaval. Aquello de que “la mujer del presunto corrupto no sólo debe ser honrada, sino además parecerlo” –máxime si ocupa un puesto de alta responsabilidad en el partido cuestionado–, no te hizo pensar en tu homóloga, la mujer del César. Claro, tú siempre has sido más de Pluto que de Plutarco.

Permaneciste también al pie del cañón, inmovilizada ante las movilizaciones que provocaba tu reforma sanitaria. Ni el rechazo a los recortes en dependencia, ni el rebote general por el copago, ni la más reciente reprobación a la gestión de la crisis del ébola, con esa comparecencia tuya que pasará a la historia del sonrojo, te hicieron pensar en abandonar.

Cómo olvidar aquella tarde de octubre cuando supimos del primer contagio por el virus del ébola en territorio español. Mientras comparecías ante los ciudadanos, ellos se compadecían de sí mismos al ver en qué manos estaban sus vidas. Estoy segura de que uno de cada dos psiquiatras podría afirmar que esa puesta en escena, lejos de contagiar tranquilidad al paisanaje, fue perjudicial para la salud mental…

Es cierto que podrían haber pecado de puntillosos, tiquismiquis y hasta quisquillosos quienes asistieron a la performance bañados en sudor frío, los que pensaban que aquello, más que rueda de prensa, parecía una rueda de reconocimiento de la incompetencia y la incapacidad para dar alguna respuesta clara en un momento oscuro como el luto que vestías para la ocasión.

Pero claro, cuando se remangó la vicepresidenta para poner orden en el asunto y a ti te relegaron a un segundo plano, sólo les faltó decir: “Tú tranquila, princesa, etiqueta en Facebook las fotos del viaje a Disneylandia, ya arreglamos los mayores el desaguisado”, cantó la evidencia.

Pero tú, más zen que la Bella Durmiente antes del beso despertador, continuaste como si nada… Te imagino canturreando mientras te bronceabas: ♪ “Ningún problema debe hacerte sufrir, lo más fácil es saber decir Hakuna Matata”♪

El pasado miércoles, el juez Ruz sacó su auto a pasear y todos pensamos que tardarías cero coma en presentar tu dimisión. Pero a eso de las cinco, hora del té y la calma, llegaron noticias de tu felicidad absoluta: no estabas imputada, no estabas acusada, no pensabas dimitir. Fiel a la costumbre de no fijarte en los coches, así aparezcan una mañana en el garaje de tu casa, pasaste ampliamente del auto de Ruz y comenzaste a redactar tu comunicado que comunicaba que todo seguía igual. “La ene con la o: No-di-mi-to”.

Claro, el presidente tenía en la agenda del día siguiente un marrón del tono de tu tez: monográfico sobre la lucha contra la corrupción en el Congreso de los DiputadosCongreso de los Diputados, con una batería de medidas para la regeneración democrática, en plan sérum de belleza en 15 días. Quedaba feo hablar del asunto contigo plantada en la bancada azul, sería algo así como hacer un pleno especial sobre la cleptomanía con Wynona Ryder a su vera. Así que te convenció para que te fueras cual Campanilla, volando y espolvoreando confeti.

Muy fan de... Rodrigo Rato

Tu ausencia deja tantas preguntas en el aire. ¿Te habría empujado Mariano a dimitir de haber conocido la decisión del juez Ruz en verano, cuando sus señorías cambian el escaño por la tumbona? ¿Qué mágico magnetismo tienes, Ana, para que al jefe le haya costado tanto tomar la decisión de hacerte decidir? ¿Qué factor de protección llevas para no quemarte, tan expuesta como estás a rayos de tan alta intensidad…?

Te vas un poquito solo, conservas tu escaño como oro en paño –y rimando–. Apuesto que desde ese asiento soberano que ocupan los representantes de la ciudadanía o desde el banquillo durante el juicio, si llegas a sentarte, continuarás con ese rictus de inocencia candorosa como princesa que eres del país de Nunca Jamás dimite nadie por decisión propia.

Tú a lo tuyo, vuelve a ponerte las orejas de Minnie que te impiden escuchar cosas feas y ya sabes, ♪ “vive y sé feliz. Hakuna Matata”♪ ¿o deberíamos decir…HakAna Matoto?

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