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Especulación en el infierno: los intermediarios inflan los precios en medio del caos y la muerte de Gaza

Muy fan de...

Muy fan de... Jorge Fernández Díaz

En aquel tiempo, bajo los efectos del aturdimiento que provoca la mezcla de fiebre y antigripales, oí tu sermón de la montaña: “¡A los que dan lecciones de derechos humanos continuamente, les digo que estaremos encantados de atender sus peticiones, que nos den su dirección y les enviaremos ahí tranquilamente y con toda rapidez a esas miles de personas!”. Entonces exclamé: ¡Virgen Santísima del Amor –medalla olímpica de Interior–, Jorge ha vuelto a hablar, aleluya! Muy, muy fan.

Respondías así a las muchas críticas recibidas desde distintas instituciones españolas y europeas, a causa de esa ilegalidad-legalizada-recientemente que son las devoluciones en caliente o “rechazo en frontera”, como tú las llamas…

¡Cuán incomprendido tu afán bíblico de hacer más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un inmigrante por Ceuta y Melilla!

Tanto te irritó el juicio del prójimo que, durante tu alocución, tú, hombre pío donde los haya, te pusiste a cometer pecados capitales como un descosido. Ira: “hay mucha hipocresía”; envidia: “en el norte de Europa no tienen ese problema”; soberbia: “no acepto lecciones de humanitarismo”… Y no sé si al llegar a casa te daría incluso por pecar de gula y matarte a helado delante de la tele, en plan Meg Ryan enfurruñada: “¡Dejadme en paz, largaos todos al infierno!

Se ve que estás calentito con este tema de las devoluciones ídem porque días atrás, cuando la Iglesia, tu Iglesia, se manifestó abiertamente en contra de la decisión, respondiste respondón: “España es un estado aconfesional en el que existe una separación de la Iglesia y el Estado”, como queriendo decir que para humanitario tú y que se fueran con la homilía a otra parte…

Claro, lo del Estado aconfesional, dicho por ti, suena tan exótico como la niña del exorcista cuando se arrancaba a hablar por los codos en lenguas muertas. Alucinamos más que Santa Teresa el día del éxtasis…

La verdad es que no has tenido una semana muy católica, Jorge. No sólo te has cubierto de gloria con ese milagroso atajo jurídico para salirte del marco legislativo –entrando en conflicto con la Convención de Ginebra y el Convenio Europeo de Derechos Humanos–, es que con tu Ley de Seguridad Ciudadana, en toda su extensión, bautizada como Ley Mordaza y según una encuesta de Metroscopia rechazada por el 82% de los españoles, has puesto a una gran parte de la población a jurar en arameo.

Contradiciendo aquello que dijiste una vez, “Tengo fe en que Dios está en todas partes, también en el Congreso”, tu Ley no la apoyó ni Dios.

Bueno, sí, los tuyos. La Ley Mordaza salió adelante con ese halo de minoría que ilumina las decisiones parlamentarias tomadas por la gracia de la mayoría absoluta. Que Dios te perdone, Jorge, no parece que la ciudadanía tenga mucha intención de hacerlo.

Muy fan de... Rafael Hernando

En contra de tu dogma, un amplio abanico de colectivos pecadores: Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras, Greenpeace, SOS Racismo, la plataforma No Somos Delito, Jueces para la Democracia, Ecologistas en Acción, Red Internacional de Abogados Eureka y la Federación Europea de Periodistas (FEP). No sólo por la merma en el derecho de protesta de los ciudadanos, sino también por la limitación en el derecho a difundirla. Hablando en cristiano, comparado con el queme que lleva la comunidad, San Lorenzo sólo estaba hecho vuelta y vuelta

En fin, Jorge, te dejo hasta tu próxima perla dialéctica, que la habrá, estoy segura. Nos has regalado tantas como para llenar versículos y versículos: “El matrimonio homosexual no garantiza la pervivencia de la especie”, “El aborto tiene algo que ver con ETA… pero no demasiado” o “Por supuesto que tengo amigos homosexuales y algunos muy buenos”, entre otras. Inagotable inspiración.

Ah, supongo que te habrá llegado el mensaje de la parroquia de San Carlos Borromeo, que te tomó la palabra y te pide que le envíes a los extranjeros que salten la valla. Yo, en pleno síndrome navideño, loca por regalar amor, le digo a quien me lea que si les gusta a rabiar este ministro de Interior, me manden la dirección y se lo envío a casa por Seur. ¡Sorpresa!

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