Plaza Pública

2015: un sistema político ingobernable

Odón Elorza

No quiero ser agorero pero es lo que se va a producir en España, en sus distintos niveles institucionales, si se cumplen los escenarios que adelantan las encuestas. La larga lista de decisiones injustas para hacer frente a la crisis, la falta de un reparto equilibrado de los sacrificios y los casos de corrupción -ni atajados ni castigados a tiempo desde los partidos de gobierno- desataron la protesta social, luego la desafección ciudadana hacia las instituciones y, como consecuencia, han provocado el voto de la ira acumulada como forma democrática de castigo a los responsables de sus problemas vitales.

En medio de una encarnizada batalla electoral de todos contra todos, no veo que la gobernabilidad de las Ciudades, Comunidades Autónomas y de España se pueda garantizar, salvo por pactos que parecen imposibles al día de hoy. Lo grave es que, en una situación de grave crisis del sistema político y económico, nos encontramos con el desprestigio y la desconfianza hacia la cultura del pacto, la ruptura de los puentes entre los partidos y una debilidad importante del consenso constitucional, aunque alguno no lo quiera reconocer.

El pasado 2014 ha sido un año perdido para la causa de la recuperación de la confianza ciudadana en las instituciones porque el Gobierno, como máximo responsable de abordar la regeneración democrática, ha carecido de voluntad política y desaprovechado la mayoría absoluta del PP. La ha utilizado con prepotencia para evitar el control del Parlamento y burlarse de la división de poderes en vez de para sanear el sistema, reformando 12 leyes decisivas para atacar la corrupción y aportar transparencia y participación a la democracia. Sin olvidar que 2014 ha servido para que avanzaran la precariedad laboral, la desigualdad y la pobreza.

En este fuego cruzado nadie parece buscar alguna base de entendimiento. Y no pienso sólo en crear las condiciones para hacer posible la imprescindible reforma constitucional; un objetivo que el PSOE no ha sacado a la calle para hacer pedagogía de su importancia decisiva en la profundización de la calidad de la democracia, la actualización federal de la estructura territorial y su nueva condición de garante de los derechos sociales básicos. Por el contrario, los partidos están en la pura captación del apoyo electoral y más tras la aparición de Podemos, cuyo discurso para ganar alimenta el voto de la ira, la ruptura del sistema y la confrontación con la UE.

Se constata un panorama complejo en el que la obtención de una mayoría absoluta será un milagro y la formación de gobiernos en las ciudades de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, etc, o en territorios como Cataluña, Madrid, Andalucía, Valencia, Extremadura, Galicia e incluso Euskadi -a futuro-, resultará problemático y su existencia se me antoja muy inestable. Sin olvidar que algún gobierno actual corre riesgo de disolución anticipada y ello puede abrir más heridas.

Tendrán que ser gobiernos muy plurales, suma de más de dos fuerzas, nacidos como un mal menor pero desde una profunda desconfianza entre ellos. Conozco la dificultad por experiencia de 20 años en San Sebastián. Y de cara a la formación del Gobierno del Estado puede esperarse lo mismo, aunque serán las inercias electorales y de pactos tras los resultados de mayo las que permitan ver algo de luz sobre su configuración, inestable en todo caso.

En su guión, Podemos promete la luna y basa su relato en la descalificación de la casta, incluida IU, con un programa cambiante y ambiguo, sin ideología clara como no puede ser de otra forma cuando se anuncia como un proyecto híbrido, idealista y utópico, entre el modelo bolivariano, el de la socialdemocracia nórdica y el radical sureño de Syriza. Pero su fuerza estará si mantiene el voto de la ira.

El PP parece no tener con quien sumar porque, además, los de Rosa Díez están en baja. Sus bazas son las de vender la pretendida recuperación económica, algunas bajadas de impuestos en 2015, operaciones de maquillaje regeneracionista de última hora y propagar el miedo frente a Podemos para movilizar el voto cabreado de derechas. Rajoy no sólo no será capaz de autosacrificarse para propiciar un inteligente paso de Soraya Sáenz de Santamaría a la Moncloa en febrero, sino que además tendrá que librar una guerra fea con Esperanza Aguirre que quiere volver a ser Alcaldesa. ¡Qué desvergüenza!

Los socialistas escalamos montañas y nos colgamos en el vacío ante el vértigo de los propios y como demostración de audacia mediática. Pero nos cuesta subir en las encuestas por un problema de credibilidad, más allá de los esfuerzos de Pedro Sánchez, su oposición radical a Rajoy y sus compromisos con la transparencia y contra la corrupción. La dificultad estriba en enganchar con un relato propio que ilusione y sea creíble. Difícil porque el achique de espacios de Podemos, nuestra política frente a la crisis con Zapatero y el caso de los ERE limitan el alcance de tanto esfuerzo. Si bien es cierto que la respuesta laudatoria al mensaje navideño del rey me pareció un error.

De ahí mi insistencia, desde hace meses, en la idea de haber presentado una moción de censura en el Congreso contra Rajoy, como auténtica prueba de fuego de la capacidad de fondo del Secretario General y de la madurez del proyecto alternativo de los socialistas para salir de la crisis respecto al del PP. Se va a perder esa oportunidad y no veo razones políticas que lo justifiquen. Por cierto, que no deja de ser llamativo que yo confíe en Pedro Sánchez mucho más que algún

círculo de poder interno.

Lo cierto es que el PSOE tiene a un tercio de sus votantes en las Generales de 2011 entre una posición de enfado y de ira. De ahí la imperiosa necesidad de demostrar, en un clima de tanta excitación, que es posible una vía intermedia entre la propuesta insurreccional a un sistema democrático imperfecto con un programa económico ideal pero no cuantificable y las políticas de austeridad y recortes ya sufridas impuestas por Merkel, el FMI y los mercados especulativos.

¿Es posible esa vía sin caer en el puro pragmatismo? ¿Puede el PSOE lograr convencer de un modelo de Estado de Bienestar que resulte sostenible y de un modelo radical de Estado de Derecho sin dejar ni un resquicio a la idea de la gran coalición? Ese abrazo del oso es el centro de la estrategia que seguirá lanzando la derecha política, mediática, económica y financiera con una presión creciente; y convendría no olvidar el peso de la opinión de quienes ocupan puestos en los altares del partido socialista.

                                       ------------------------------------------------------------------                                                                                                                                                                Odón Elorza es diputado Socialista por Gipuzkoa

Más sobre este tema
stats