El vídeo de la semana

Lo que necesita España. O no

Que el día después de la salida de la cárcel del ciudadano Bárcenas, cuyo músculo de la ironía parece seguir tan vigoroso como para anunciar que volverá a pedir la militancia en el PP, reaparezca en escena el ciudadano Aznar, cuya capacidad de caricaturizarse a sí mismo es tan notable como inconsciente, es un regalo del destino del que estoy seguro que alguna pluma con punta afilada y tinta venenosa hará debido uso para deleite de lectores inteligentes. Este escribidor, que mucho menos estirado que Aznar tampoco tiene la virtud irónica de Bárcenas, aspira todo lo más a llamar la atención de su “lectorado” (que si me permiten la osadía lingüística podría ser el colectivo que elige leerle a uno en un momento determinado) sobre la singular circunstancia de que dos actores del drama Popular, con mayúscula, del partido que nos gobierna salgan a escena casi al mismo tiempo y casi en el mismo lugar.

Aclararé, antes de que lo que muchos piensan a esta altura del texto se convierta en una irritada convicción, que de ninguna manera pongo a uno u otro a la misma altura moral como tampoco lo hace la realidad del drama en cuestión: salen los dos a los medios, pero evidentemente uno viene del infierno y el otro baja del discreto e influyente olimpo de los expresidentes. Señalo únicamente el encuentro del dios y del villano en planos similares como oportunidad para sugerir darle un cuarto de vuelta a la realidad del partido que se reúne en Convención Nacional en el año electoral más agitado de los tiempos modernos, y ver qué nos encontramos.

De entrada, con que si no es porque Aznar sale ayer a darle moral al desmoralizado partido que dirigió y llevó al Gobierno, la convención popular habría sido el apoyo a la noticia de Bárcenas, el recuadro, su complemento: no hay medio informativo y me atrevo a aventurar que ciudadano español que, atento a la política, no pensara primero en Bárcenas y luego en el PP. Juntándolos después, por supuesto, con el cóctel que ustedes pueden imaginar…que acaso hayan imaginado. Claro, ahora con Aznar en cabeza de cartel, su protagonismo contribuye a amortiguar el impacto barceniano.

Cuando el cambio es de cerraduras

Cuando el cambio es de cerraduras

Pero quizá menos de lo previsto. Porque esa mirada en paralelo nos puede llevar a un interesante juego de sombras de pasado y de futuro con cierta carga simbólica. Mientras Aznar hablaba del “cáncer de la corrupción” (ya podría, por cierto, utilizar otro término…a los pacientes de cáncer no les ayuda mucho que se siga acudiendo a su enfermedad para explicar lo oscuro, sucio e inaceptable), España seguía escuchando una y otra vez a Bárcenas afirmar que “Rajoy sabía lo de los sobres porque él cobraba”, lo cual es una acusación nada banal de corrupción del heredero que designó el propio Aznar. El hombre que llevó al PP a su mejor momento político y el que sigue denunciando lo peor de ese partido, hablando a la vez y del mismo asunto. Los dos desde el pasado, pero ambos conjugando y conjurando presente y futuro.

Dice Aznar, en un discurso emocionado por el recuerdo a Ordoñez y las víctimas del terrorismo, que tienen que ganar las elecciones que vienen por responsabilidad histórica, porque “el futuro de España pasa por la victoria del Partido Popular”. Lo dice, sin duda, pensando en la fuerza de Podemos a quienes dibuja como los malos de una izquierda estúpida, en una imagen irreal pero útil para su propósito, que es el del miedo. Lo dice ignorando de manera consciente y decidida que si tiene que salir como el general a inyectar moral a sus soldados es porque esa España que vuelve a ver en peligro ha sufrido sin compensación los rigores de un ajuste económico y la evidencia de una corrupción desaforada ante los cuales ni ha recibido aún alivio ni ha visto decisión. Esa España que a su juicio necesita que gane el PP para tener futuro, son también los millones de ciudadanos que se han sentido estafados, humillados y vendidos por el gobierno de Rajoy, su heredero. Tanto como para dar en días como hoy más crédito al delincuente que fue todopoderoso tesorero que al honorable y honorado expresidente del Gobierno de España.

La salida a escena de Aznar en el día del protagonismo de Bárcenas, amortigua el eco de la denuncia de la bestia negra, pero por desgracia para los populares permite extender sobre la mesa la foto de uno y otro y ponerse a pensar en la distancia –o la cercanía– entre los tiempos que ambos simbolizan y lo que entre ellos ha pasado y está pasando.

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