Desde la tramoya

Juan Carlos destronado

Muchos se habían enamorado de Podemos: amante fogoso capaz de satisfacer todos tus sueños. Joven y moderno. Elocuente y valiente. Advertí aquí mismo en septiembre que, sin embargo, el enamoramiento lunático suele durar poco, quizá unos meses, y que empieza a remitir cuando te das cuenta de que, para tu sorpresa, el musculado no tiene el baño de casa tan limpio como pensabas.

Podemos no ha sido ajeno a ese proceso. Descubrió la gente lo que sabíamos todos en Políticas de la Complutense: que Monedero lideraba un grupo de asesores de los bolivarianos. Y que cobraba muy bien por ello. Y que facturaba como empresa siendo particular. Y que se liaba al explicarlo.

Notamos también que los alumnos de Monedero impostaban con frecuencia. Decían que ellos no eran ni de derechas ni de izquierdas, sino de "abajo" (aunque todos venían de IU, de Izquierda Anticapitalista o de planetas y satélites de esa galaxia). Para sorprender y seducir al personal, aplicándose en las tácticas más clásicas de la triangulación, aplaudían un discurso del papa, hablaban de la patria o se sometían al protocolo para tender la mano al rey, aceptando por tanto su autoridad, aunque fuera en plan guay, regalo de Juego de Tronos mediante.

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Descubrimos también que, pese a la supuesta virginidad de quien dice dedicarse a la política como "ciudadanos normales", en realidad en Podemos son como cualquier otro ser humano que se dedica a tan controvertida tarea: busca coaliciones, pelea contra otras coaliciones, se vuelve pragmático, frío y calculador, aprende a defenderse y a eliminar obstáculos en la competición por el recurso más escaso: el poder.

En el muy darwinista mundo de la política, en el que solo sobreviven los ejemplares más resistentes, Juan Carlos Monedero no ha aguantado ni un año, frente a la fuerza de ese macho alfa que es Pablo Iglesias. El profesor Monedero, que saca 20 años a sus alumnos, se siente traicionado, nos ha dicho, y con seguridad dará un paso atrás. Quizá diez pasos atrás. Tira de argumento de perdedor para acusar a los medios de comunicación de masacrarle.

Monedero, nos ha dicho también, que no quiere "perder el alma". Pero el alma, profesor Monedero, es probablemente lo primero que se pierde cuando uno se dedica a la política. No se explica mucho en la facultad, pero se aprende tras un par de horas en una asamblea de cualquier partido.

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