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Caníbales

El arte de la crueldad

En casi todas las cenas sale el tema: ¿la tercera temporada es el retrato de una pareja o una serie política? ¿Ha perdido Frank Underwood toda su mala baba y bastante de su inteligencia ahora que ya es presidente? En casi todas las cenas hablamos, claro, y entre otras cosas, de House of Cards.

Y, mientras lo hablamos, va Alba Editorial y edita una versión revisada de la novela en la que se basó la serie británica original. O sea: una novela escrita y publicada hace más de 25 años, un cuarto de siglo antes de que en nuestras vidas apareciera Kevin Spacey convertido en Frank Underwood y con las manos ensangrentadas.

Y, como mola ir informada a las cenas, la leo. Con curiosidad y poca confianza. Y la devoro, con pasión y bastante miedo, porque cada capítulo cuestiona los cimientos del sistema y dinamita la fe en la democracia.

House of Cards es una novela divertidísima, una maravillosa mezcla de realidad, ficción, ironía, intriga y humor. Porque los parlamentarios británicos retratados en el libro son muy hijos de puta, pero, eso sí, tienen mucho más sentido del humor que los nuestros.

Tanto que hasta es divertida la historia del autor de la novela, Michael Dobbs. El tipo era el jefe del gabinete de Margaret Thatcher, aquella mujer tan chunga que hasta daba miedo como muñeco del guiñol, y un día Maggie le trató exactamente igual que a todos los demás: con desprecio y con crueldad.

Dos semanas después, Michael decidió exorcizar los demonios como lo hacen los británicos: con distancia, ironía y una copa de vino. Se fue de vacaciones, se enfadó con la mierda de bestseller escapista que estaba leyendo y decidió hacer algo constructivo con su rabia y su dolor: escribir su propio libro, utilizando como contexto lo que mejor conocía: la política.

Los ases políticos de ‘House of cards’

Los ases políticos de 'House of cards'

Y, mientras te divierte, va el tío y muestra su tesis: que a veces la política es justo eso, el ejercicio de la crueldad (y el egoísmo): tu única obsesión es ganar y prometes cosas como si te importara la sociedad para luego acurrucarte en el poder, que es mullido y espinoso al mismo tiempo, y olvidarte de los otros.

A veces, o mejor dicho siempre, uno piensa también que la ficción es justo lo contrario: el arte de la empatía. Porque cada novela, cada película, cada serie, te llevan a un mundo distinto, te enseñan a entender y te transforman: inevitablemente en alguien mejor.

Tanto es así que una ficción te lleva a otra. Y yo pasé de House of Cards a… Continuará la semana que viene.

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