Plaza Pública

TVE: ‘Así no han sido las cosas’

Xabier Fortes

Una de las demandas de esta sociedad que reclama más derechos y menos tutelas es la exigencia de una regeneración pública, y los medios de comunicación forman parte central de ese debate. A fin de cuentas son el vínculo entre el poder y la ciudadanía. Someterlos a un control político e ideológico es pervertir su función social. Al igual que a las instituciones, a las televisiones y radios que dependen del erario público se les debe exigir un comportamiento transparente y neutral. Lo contrario provoca un déficit democrático.

Los informativos de Televisión Española vienen sufriendo desde hace ya demasiados meses una acelerada deriva progubernamental que está dañando seriamente nuestra credibilidad. La supervivencia de la televisión pública depende precisamente de que la ciudadanía nos vea como un medio plural e independiente, ajeno a los intereses partidistas, justo lo contrario de lo que ocurre en la actualidad. Los casos de Telemadrid y Canal Nou son una buena muestra de ello y ya sabemos cómo han acabado.

Es esta una demanda creciente en la calle y también dentro de las redacciones. En nuestro caso, cientos de compañeros pelean cada día de forma admirable por mantener su dignidad profesional frente a las presiones, la manipulación o los intentos de censura. Ahí están como muestra las sentadas en los pasillos y escaleras de Torrespaña, la firma de 1.500 profesionales de las distintas áreas de TVE quejándose de estos hechos, o la denuncia presentada en el Congreso de los Diputados y en la propia capital comunitaria el pasado mes de abril.

Para esa denuncia, el Consejo de Informativos (órgano elegido democráticamente por los profesionales de la información de TVE) elaboró un breve informe con algunas de las situaciones más graves ocurridas en el mes previo a ese viaje a Bruselas. En ese periodo que tomamos como muestra aleatoria nos hemos encontrado con un telediario en el que se ofrecieron 20 declaraciones del Gobierno y el PP por solo dos de la oposición. También se han escondido los escándalos que salpicaban al ministro Cristobal Montoro, el informe de Hacienda que comparaba al partido del Gobierno con Cáritas, la crisis interna del PP tras las elecciones en Andalucía, etc, etc, etc. Como corolario paradigmático de estas actuaciones habría que destacar el hecho de que el director de TVE-Cataluña, ex jefe de prensa de la líder del PP en esa comunidad, ordenó retirar del informativo un testimonio ofrecido en una comisión de investigación parlamentaria en el que acusaba al "entorno de Alicia Sánchez-Camacho" (su exjefa) de solicitar a una empresa de detectives que grabase una conversación con la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola.

Estas y otras noticias fueron ampliamente destacadas en la mayoría de medios excepto en la televisión que pagan todos los españoles. A eso hay que añadir el descarado sesgo progubernamental en las tertulias y programas de análisis, o la creación de una redacción paralela 'intereconómica', previa purga de profesionales de reconocido prestigio y trayectoria en TVE.

Cuando este informe se remitió para su estudio a la Federación de Periodistas Europeos, el representante de un país nórdico preguntó si esto era posible en un país de Europa occidental. Como consecuencia de ello acordaron realizar la próxima reunión bianual en Madrid el próximo mes de octubre, lo que da una idea de la enorme preocupación que está generando en nuestros colegas europeos la actual situación de la televisión pública de referencia en España.

Es cierto que las quejas sobre la manipulación informativa en TVE no son nuevas. Hasta donde me alcanza la memoria recuerdo solo dos etapas marcadas por un alto grado de independencia en los telediarios. Una a finales de los 70 y principios de los 80, con Fernando Castedo en la dirección general e Iñaki Gabilondo dirigiendo los informativos. Después se alternarían sucesivamente férreos marcajes desde Moncloa ya fuese con los restos de UCD en el poder, la larga etapa de Felipe González o la época de los telediarios de Aznar. Como estudiante de primero de periodismo me toco asistir perplejo a la campaña del referéndum de la OTÁN de 1986, donde se alcanzó un grado de manipulación superlativo, y ya como trabajador de TVE convivir con los informativos de Urdaci, condenados por la justicia por su manifiesta parcialidad. Un hecho sin precedentes.

Muchos pensábamos que otra forma de informar desde la televisión pública era posible, y teníamos como referente a la BBC. Leíamos con asombro como por ejemplo sus responsables resistían el acoso del gobierno Thatcher para informar de las protestas de los mineros, y sobre todo cómo no se plegaron a las presiones del ejecutivo al contar todos los detalles de la guerra de las Malvinas. Los británicos se sienten muy orgullosos de su BBC.

Ese espíritu fue el que impulsó de alguna manera en 2006 la Ley de la Radio Televisión Pública en España. Dos años antes, tras un nuevo cambio de gobierno, Carmen Cafarell y el comité de sabios dirigido por Emilio Lledó, ejemplo de la honradez y la decencia, sentaron las bases de lo que debía ser la televisión pública en España. Hicieron bien su trabajo. A partir de entonces, y hasta 2012, convergimos con ese modelo de la BBC y eso se percibió nítidamente dentro y fuera de España. Los organismos audiovisuales del mundo anglosajón, con una amplia experiencia en este campo, reconocieron a los informativos de TVE como los de mejor calidad y elevado grado de independencia política. Era la época de aquella alineación que aún recordamos todos: Luis Fernández,Fran Llorente, Lorenzo Milá, Pepa Bueno, Ana Pastor

Ingenuamente creíamos que no sería posible una vuelta atrás. Nos equivocamos de medio a medio, como señalaba a modo de resumen al inicio de este artículo. Lo primero que hicieron fue reformar en 2012 esa ley que nos había permitido vivir nuestros mejores años para reducir su grado de independencia, y lo último vulnerar la propia normativa de TVE para encargar a una productora privada un programa de debate de claro contenido informativo como es Así de Claro, dirigido por Ernesto Sáenz de Buruaga. Los dos primeros programas lo han retratado. El perfil de los tertulianos ofrecía una pluralidad de voces de 6 a 1 a favor de las tesis gubernamentales, todo muy paritario y diverso. Por si en ciertos temas no quedaba claro, el propio presentador entró también a opinar, incumpliendo el primer mandato de la televisión pública: la imparcialidad. En su debut llegó a calificar de "solemne bobada" una opinión recogida en la sección dedicada a los espectadores. Nunca se había llegado tan lejos.

Sólo recuerdo haber visto algo parecido cuando en la época del altourdacismoCarlos Dávila también tenía su programa. Una vez entrevistó al matrimonio Alcántara ante el enorme éxito cosechado por la serie Cuéntame, que en su primer año de emisión narraba la vida de una familia de clase media-baja a finales de los años 60, en plena dictadura franquista. Llegado un momento les preguntó que por lo que se veía "la gente humilde era feliz en esa época y vivía bien". Aún retengo la cara de susto de Ana Duato pidiendo con los ojos a Imanol Arias que les sacase de aquel apuro. No hay que descartar, tal como están las cosas, que acabemos también recuperando a Dávila para un espacio de entrevistas y análisis.

Cuando Ernesto Sáenz de Buruaga se puso al frente de los telediarios tomó prestado de un veterano presentador estadounidense la expresión "Así han sido las cosas y así se las hemos contado" para acabar el informativo. Cuentan que al jubilarse tras varias décadas de presencia diaria en la pequeña pantalla ese ilustre periodista norteamericano tuvo al menos el rasgo de humor de despedirse de la audiencia diciendo: "Bueno, las cosas no eran realmente así". Pues eso.

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Xabier Fortes

es periodista de TVE y vicepresidente del Consejo de Informativos

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