El Vïdeo de la Semana

Solas y olvidadas

Grecia me importa un rábano. Y el juego de ajedrez que se traen Europa, Estados Unidos, más discretamente, y Rusia, tapadísima pero atenta, también. Mañana hay un referéndum en el que los griegos van a decidir entre muerte o suicidio, y el mundo está paralizado como si su Historia y su futuro dependieran de la jugada de Tsipras que o es un genio o es un patán. Estoy convencido de que sólo estamos asistiendo a parte de la representación, que vemos los movimientos al borde del escenario, pero que en su profunda oscuridad hay una trama mucho más viva y trascendente que todos, absolutamente todos, mantienen fuera de foco. ¿Por qué nadie explica el interés de Estados Unidos por una solución pronta y equilibrada? ¿Cuál es la verdadera razón del órdago suicida del gobierno de Tsipras y el motero Varufakis? ¿Acaso a nadie le llama la atención el estrepitoso silencio de Rusia? ¿De verdad alguien se cree que los buenos están sólo en un lado y en el otro los malos?

En este juego de luces y sombras, sólo hablamos de las luces, y ni siquiera advertimos sobre lo que puede haber de farsa en lo oscuro. Por eso me distancio, por eso me cansa el tema como ciudadano y, desde luego, como periodista. Por eso, y quizá por algo más. No me considero ni un insensato ni un insolidario. Hay sufrimiento en Grecia, hay irresponsabilidad a su alrededor, y la votación de mañana tiene una enorme trascendencia para Grecia y la Unión Europea. Cierto. Pero nadie ha sido capaz, al menos que yo sepa, de ponerla en su verdadero valor, de medir cómo en realidad afecta todo esto no a la historia, sino a la intrahistoria, a lo nuestro de cada día. Hace ya mucho tiempo que la macroeconomía empezó a dejar sitio a la micro. Pero parece que en otros territorios nos cuesta bajar de las grandes ideas, de la trascendencia universal, para descender a la realidad de los problemas cotidianos. A lo que importa de verdad, vamos.

Las dos mujeres que encabezan esta historia probablemente vean las cosas de forma parecida. No he tenido oportunidad de hablar con ellas de Grecia ni de nada, porque no las conozco, pero seguro que tienen problemas más acuciantes y trascendentes y estarían encantadas de que se les prestase atención. Su historia me conmueve porque ellas sí que son parte de la realidad que debiera importarnos, por la que debiéramos disputar dialéctica, política e informativamente.

Vamos a ver, ¿cómo es posible que más de la mitad de los niños que viven en esos casi dos millones de hogares monoparentales –la mayoría, madres- no tengan ni para comer adecuadamente? ¿Qué le dices a tu hijo cuando no puedes ni comprarle los libros, ni unas gafas…¡ni curarle!?

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Los datos que el jueves ofreció la ONG Save de Children invitan a que nos lo hagamos mirar, de verdad. Estamos enloquecidos con el drama griego y pasamos de puntillas por esta realidad cotidiana de madres coraje que están solas, sin trabajo, sacando adelante a sus hijos y venciendo ese dolor inmenso que es ver que no les puedes dar lo que necesitan. Y peor, ese 36 por ciento que están solas absolutamente, que no tienen apoyo ni familiar, ni social.

Ya puestos a mirar a la Unión Europea, acaso no estuviera de mas compararnos con la media de protección social a la infancia que, según Save de Children, es del 2,2. Aquí en España, en esta España del crecimiento y la salida de la crisis un 1,4 y no, desde luego, porque ya no se necesite.

Seguiré con atención el desenlace de la parte de drama griego que vemos, la del borde del escenario, y trataré de vislumbrar los movimientos del fondo oscuro cerca de las bambalinas. Pero, francamente, me sentiré mucho más cerca del millón y pico de mujeres que pase lo que pase en Grecia, en la Unión, con Rusia o con las listas plancha de Podemos, seguirán teniendo que buscarse la vida y sacar adelante a sus niños solas y, desgraciadamente, olvidadas.

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