@cibermonfi

Crucifixión en Arabia Saudí

A diferencia de algunos de mis amigos, no me entusiasma en absoluto la Venezuela de Chávez y Maduro. Está muy lejos de mis ideales y así llevo escribiéndolo un montón de años. Pero entiendo la irritación de esos amigos ante la saña con que el establishment español se ceba en ese régimen. No creo que Venezuela sea tan dictatorial o más que el Chile de Pinochet o la España de Franco, como parece pensar Felipe González; de hecho, la veo hasta más abierta que la Cuba de los Castro. Y tampoco la considero, ni de lejos, la principal amenaza para la paz y la libertad del mundo. Por intereses económicos y razones de política interior sobradamente conocidos, aquí se exagera muchísimo con Venezuela.

Comparto estos días con esos amigos el escándalo ante el doble rasero con el que el establishment trata a Venezuela y Arabia Saudí. No escucho las encendidas protestas de la Casa Real, el Gobierno de Rajoy, los grupos parlamentarios conservador y socialista ante la condena a decapitación y crucifixión del joven opositor saudí Ali Mohamed al-Nimr. No veo que los telediarios y los dinosaurios de papel abran un día sí y otro también con esta aterradora noticia. Está claro: Arabia Saudí es una dictadura amiga, fiel proveedor de petróleo a buen precio y, aún más importante, de compras e inversiones multimillonarias.

Escribo dictadura y me quedo corto. El régimen de Arabia Saudí es peor que eso: es un superviviente en pleno siglo XXI de los tiempos más oscuros de la tiranía medieval. No disimula su condición con el menor barniz, ni tan siquiera multipartidismo, elecciones o libertad de prensa discutibles. ¿Para qué va a hacerlo? Desde que Roosevelt selló con el rey Abdulaliz, e1 14 de febrero de 1945, la “relación estratégica” entre Estados Unidos y la casa de Saud, sus jeques se saben inviolables. El asunto es tan desvergonzado que ahora uno de ellos ¡preside la comisión que asesora a la ONU en materia de derechos humanos!

Arabia Saudí trata cualquier disidencia interna como terrorismo, ejecuta a mansalva por los procedimientos más crueles, discrimina a sus inmigrantes con el descaro de la Sudáfrica del apartheid y considera a las mujeres como apenas superiores a las cabras y, desde luego, inferiores a los camellos. Nada de esto impide que nuestros monarcas y empresarios vayan allí a mendigar petrodólares o se apresuren a desplazarse a Marbella para abrazar fraternalmente al jeque recién desembarcado. Si el amo (Estados Unidos) lo bendice…

Ali Mohamed al-Nimr ha sido condenado a ser decapitado y a que, luego, su cuerpo desmochado sea expuesto en la cruz para advertencia de cualquier saudí con veleidades opositoras. ¿Su delito? Haber difundido desde su Blackberry llamamientos a manifestarse contra la opresión que padece la minoría chií de Arabia saudí. Ocurrió en 2011, cuando la Primavera Árabe llegó hasta Arabia Saudí, y al-Nimr tenía entonces 16 años.

Disculpen que no me levante (por lo de Rato)

Denunciado por Amnistía Internacional, la Unión Internacional de Abogados (UIA) y otros organismos globales, el caso es tan escandaloso que los franceses Hollande y Valls han pedido públicamente a Arabia Saudí que no aplique la sentencia. El británico Cameron le ha enviado a Ryad el mismo mensaje: “Don´t do it”.

El régimen de Arabia Saudí no es sólo un peligro para su gente; éste sí que lo es también para la libertad y la seguridad del planeta. Destruyó el brote de Primavera Árabe que se produjo allí al comienzo de esta década y lideró su aplastamiento en todo el Golfo (recuérdese el envío de tropas a Bahréin) y en cualquier lugar del mundo árabe y musulmán donde llegara su larga y acaudalada mano. Algunos se pregunta cínicamente qué fue de la Primavera Árabe, por qué no materializó sus promesas. Pues, miren ustedes, entre otras razones porque las llamadas democracias occidentales no le dieron el menor apoyo; prefirieron seguir haciendo negocios con los tiranos.

¿Y qué decir de la extensión del islamismo y su mortífera versión yihadista? Los americanos y los europeos podrán bombardear todo lo que quieran a ISIS, como antes lo hicieron con Al Qaeda y los talibanes, pero no comenzarán a extirpar esta peste mientras sigan aplicando la política del avestruz ante Arabia Saudí. Que la ideología salafista y el dinero que la extiende por todo el mundo árabe y musulmán vienen en gran medida de Arabia Saudí, es el secreto más conocido de nuestros tiempos. Incluso los tertulianos derechistas españoles deberían saberlo.

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