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Cuando los pecadores tiran piedras

El Gran Wyoming

En los medios de comunicación se ha establecido un falso debate sobre la compleja situación que vive Cataluña. Se crean dos frentes ficticios con argumentos supuestamente enfrentados donde ambos llevan razón, por lo que el choque dialéctico se perpetúa evitando entrar en la cuestión de fondo.

Esos frentes son: en el rincón de la derecha, con años de experiencia política, y tras haber detentado múltiples responsabilidades gubernamentales, con aspiraciones a ocupar la presidencia de la Generalitat de Catalunya (yo también hablo catalán en la intimidad cuando me conviene), Artur Mas. Alega que él y los suyos están siendo víctimas de una persecución política como consecuencia de la deriva soberanista que ha tomado su partido. Ya se sabe, las malas compañías.

En el rincón de la izquierda, el conjunto complementario político, social y mediático a Junts pel Sí. O sea, todo cristo menos ellos. Alegan que nadie está (aquí hubiera sido mejor que utilizaran el condicional “nadie debería estar”) por encima de la ley. Tienen razón. Hay motivos más que suficientes para investigar las irregularidades que se llevan denunciando desde hace años con respecto a la más que evidente presunción de financiación ilegal de CDC, antes CIU. A Unió, como ha pasado del tema de la independencia, le dan menos caña.

Enrocados en sus posiciones, funcionan como si hubiera alguna contradicción entre una cuestión y otra. Podría ser, pero sólo antes de que a principios del siglo XX los físicos enunciaran la Teoría Cuántica nutriéndose, entre otros, de postulados como el que desarrolló De Broglie, que vino a definir la dualidad “onda-partícula”. Hasta entonces, los físicos decían que una cosa era una onda, que solo tenía velocidad pero carecía de masa, y otra una partícula, que ya era una “cosa”, tenía masa, ocupaba un lugar en el espacio. Pues este señor dijo, y así quedó para los restos, que las ondas y los corpúsculos podían comportarse de una forma u otra en función del experimento específico al que se sometieran, y citó el caso de la luz, formada por partículas muy pequeñas, “cuantos”, a los que llamaron “fotones”, que llevan asociada una onda. Esto también ocurre con los cuerpos gordos como nosotros, lo que pasa es que al tener una masa tan notoria, tal es mi caso, la longitud de onda pasa a ser imperceptible. Ahora sabemos que, cuando en términos coloquiales se dice “¿Qué onda llevas?” o “No estás en la onda”, se está echando mano de un principio físico universalmente aceptado y que, de hecho, valió dos premios Nobel, uno para Einstein y otro para este señor, De Broglie.

Pues bien, con este tema de Cataluña ocurre lo mismo. Estamos ante un fenómeno de corrupción que se ha convertido ahora, nunca antes, en proceso de persecución política por motivos, como dice Mas, evidentes. Por enunciarlo en términos científicos estaríamos ante un caso de dualidad “corrupción-persecución política” que pueden y, de hecho, van asociadas. Es decir, que el hecho de que exista una base legal para comenzar las acciones que llevan a cabo las fuerzas de seguridad del Estado no impide que se produzca una cacería política y mediática; y, por otro lado, que Mas haya abrazado la causa del independentismo por motivos con los que ahora no vamos a especular, no le exime de dar explicaciones de lo que ha ocurrido durante tantos años de impunidad en los que jugaba, precisamente, con la baza de ser el encargado, del mismo modo que antes lo fue su antecesor, Jordi Pujol, de mantener al tigre del independentismo dormido. Función de guardián que le valía de licencia para sentar las bases de un funcionamiento anómalo, ilegal, corrupto, pero asumido por todas las partes y que se basaba en un axioma falso, según el cual cuando se robaba en beneficio de un partido político, lo que llaman eufemísticamente “financiación ilegal”, el hurto no era tal.

Mas tarde hemos visto cómo han aparecido cuentas de origen desconocido que han enriquecido a personajes de la cúpula política y sus familiares que, por lo visto, se cobraban por su cuenta el sacrificio que realizaban por la patria. El paradigma de este asunto lo visualiza el Porsche de uno de los hijos de Pujol, de dudosa procedencia, que lleva la bandera catalana pintada en el capó, como si de una capa de invisibilidad se tratara. Enseguida surgieron opiniones que aconsejaban más acorde el que sustituyera dicha enseña por la de Suiza. Ya saben, nos va la guasa.

La situación está complicada para Mas y los suyos porque la evidencia de los hechos es palmaria. En lugar de defender la calidad de las adjudicaciones públicas motivo de sospecha, debería reivindicar de nuevo la bondad que movió tal comportamiento, y que no sería otra que el bien de Cataluña, pero no sé yo si habrá senyera tan grande como para enterrar tamaños desmanes. La que utilizó Pujol en su día, cuando subió al balcón de San Jordi al ser pillado in fraganti en el llamado caso Banca Catalana para afirmar: “El Gobierno central ha cometido una jugada indigna”, e identificar su posible imputación como una ataque a Cataluña, ante una masa enfervorecida en una de las manifestaciones más tumultuosas que se recuerdan allí, le funcionó, pero parece que la gloriosa enseña multiusos ya no cubre todas las vergüenzas. Falta por ver si quedan al aire los pies o la región pudenda, pero ya entraríamos en matices anatómicos que superan las pretensiones de este magistral ensayo político.

A qué viene por tanto este falso debate de si estamos ante un caso de corrupción o más bien de cacería política.

Paso a enunciar mi teoría.

Al centrar la cuestión en esa ficción, se elude el tiempo que deberíamos dedicar a otra más importante: ¿Por qué se ha consentido tal estado de cosas durante lustros? ¿Quién lo consintió?

Claro que los actores de ese dislate son personas de mucho renombre e incluyen personajes como los expresidentes Felipe González y José María Aznar, que aceptaban de buen grado la gran responsabilidad que demostraba el señor Pujol en su día, al colaborar de manera tan sensata con el Gobierno central en lo que definían como “Gobernabilidad”, y que no consistía en otra cosa que aceptar los votos de Pujol para formar Gobierno, a cambio de no meter las narices en sus asuntos y dejarle hacer. Todos sabían lo que estaba pasando: políticos, empresarios, ciudadanos, prohombres, tertulianos... ante la indignación, entre otros, de juristas como Villarejo o Mena, fiscales que entonces llevaban aquellos pleitos y que veían cómo la Justicia se desprendía de la venda que cubría sus ojos, al tiempo que giraba su eje cervical para mirar hacia otro lado por orden de la autoridad competente. Estas cosas se archivaban para evitar males mayores: “Gobernabilidad”.

No me extraña que, indignado, este señor fiscal haya terminado en las filas de Podemos, ya saben, grupo antisistema que se empeñaba en llamar “casta” a los partidos que participaban de ese festín de la democracia al margen de la ley, por causas de índole superior que a nosotros nos costaría mucho comprender.

Así, con tal de no entrar en el debate de fondo (la aluminosis mina los cimientos del Sistema, y sólo desde una regeneración profunda saldremos de ésta), andan por ahí diciendo que el señor Mas es un delincuente. Señor Mas que reacciona, lógicamente, con sorpresa y estupor ante esta persecución real y más que justificada: “¿A qué viene esto ahora?, ¿Por qué a mí?”. El pobre Artur no distinguió entre “pase” y “salvoconducto”. No es un “Grande de España”, su impunidad iba asociada a su colaboración. Sus prebendas eran un pago en especie. El contrato lo especificaba claramente: Independencia o “trinque”.

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Se rompió el pacto entre caballeros y la parte española, que fomentó, amparó, encubrió y consintió el latrocinio, ha roto el contrato a sabiendas de que la razón está de su lado, pero no la razón pura, esa que exigiría pureza también al que reclama honradez en el otro, sino a la razón que conforman el poder del dinero, sumado al de los medios de persuasión y al de esa política en la que prima la “Gobernabilidad” y que tacha de anticonstitucional cualquier propuesta que quiera acabar con este vertedero en el que han convertido al Sistema Democrático.

Así es, se trata de una caza al corrupto que dejó de practicar la “Gobernabilidad”.

Como veis, queridos niños, se cumple el principio de dualidad: no hay contradicción.

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