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Ruido de sables

Está claro que Podemos maneja muy bien el marketing cuando tiene producto para vender. La formación, que supo detectar antes que nadie la necesidad anímica de un país cansado y escéptico ante la clase política, ha pegado un sonoro taconazo con el fichaje de más perfil mediático del presente tiempo electoral. Colocar de dos por Zaragoza a quien en su día fue el número uno del Ejército español es un incontestable acierto en la estrategia de recobrar brío en los medios con un protagonismo tal que de no ser por Cataluña no estaríamos hablando en las tertulias de otra cosa.

El camino más eficaz hacia el cambio es empezar a hacer las cosas de otra forma. Y el desconcierto es una muy buena herramienta. Mover los cimientos de la lógica convencional en lo que pensamos y en lo que hacemos resulta muy útil si lo que se quiere es darle la vuelta al calcetín.

Eso parece querer hacer Podemos con la incorporación a sus filas del teniente general Julio Rodríguez. El partido “antisistema” tira de quien ha sido el número uno de las instituciones que han cimentado cualquier “sistema” político desde que el hombre camina erguido: la milicia, el ejército, los guerreros. Si hay una casta, esa es la militar.

Espectacular, sí. Sorprendente, desde luego. Notorio, por supuesto. Ahora bien, ¿hay algo más? Por precisar: ¿Cuál es la razón por la cual el partido de Iglesias se hace con los servicios de un general que no es un soldado cualquiera? A mí se me escapa y no tengo constancia de que Podemos, cuya militancia y apoyos presumo bastante poco militaristas, haya ofrecido una explicación al fichaje nada menos que del que fue Jefe del Estado Mayor de la Defensa.

Insisto que en lo formal y como marketing, es perfecto. Pero cabe esperar que la sonoridad del quiebro tenga un sentido algo más trascendente, que la ruptura de lo esperado tenga alguna pretensión más que el golpe en sí. Y eso, de momento, se me escapa.

Otra cosa es la posición del propio Julio Rodríguez. Ciertamente ha demostrado coraje y voluntad. Bajaré al cuartel para apropiarme de una expresión que me parece viene al caso: hay que tener un par de cojones para plantarse en medio del ruedo y sin haberse despojado de la casaca y las medallas levantar la cara y que se la partan casi desde cualquier tendido. Como diría el otro: ¿qué necesidad? Y puesto que tengo constancia, personal, además, de que se trata de un hombre honesto y de principios, de un profesional sabio y generoso, la respuesta a esa pregunta la encuentro en su vocación de servicio y en haber encontrado en Podemos un vehículo para seguirla ejerciendo desde una posición acorde con su concepto de sociedad y de país. Él mismo lo ha dicho.

Inconsistencia

Inconsistencia

Puedo ser ingenuo, seguro que lo estoy siendo, pero creo en la buena fe y las ganas de servir de este general. Otra cosa es que se equivoque, que yo creo que sí. Pero mantengo que sólo con ese bagaje de valor y convicción moral, te puedes exponer a que te abran en canal como están haciendo con él. Desde el Gobierno, que anuncia en Consejo de Ministros que le cesa, sin que sepamos muy bien de qué, puesto que no ocupaba cargo alguno (a no ser que lo que hagan sea anticipar el pase a la reserva pedido por él mismo), hasta el PSOE, pasando por la derecha más o menos cuaternaria, que le recuerda tanto el caso de los piratas que se escaparon en el índico como el acoso a la oficial que hoy llevan en sus listas Pedro Sánchez. Por poner sólo un par de ejemplos que se verán corregidos y aumentados si esta incorporación a filas tiene efectos de frenado en la caída de Podemos que anuncia el CIS.

Seguramente los ciudadanos podemos ganar con la entrada en política de un general justo y comprometido. Pero sigo sin ver la jugada de Podemos más allá del toque de diana que ha puesto en guardia a todos.

El desconcierto como herramienta para el cambio tiene necesariamente que tener un objetivo preciso y medible. Si no, se queda en humo, en juego, en ruido sin nueces, en una marcha militar que suena bien pero se olvida con el último acorde.

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