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Muros sin Fronteras

Daesh, la estrategia del tiburón

La amenaza es formidable, el problema complejo. No sirven las soluciones simplistas, las proclamas preelectorales. Viajamos en dirección equivocada desde el 11 de septiembre de 2001. Hemos perdido 14 años, aliados en el mundo musulmán y prestigio. Podríamos mover la máquina del tiempo hacia atrás, hasta el inicio de la guerra sucia en Afganistán contra la URSS en los años ochenta. Eran los tiempos de la Guerra Fría, todo se miraba a través de una lente corta: comunismo o anticomunismo. Latinoamérica pagó un alto precio en utopías arrasadas, muertos y desaparecidos. La guerra contra todo lo que pareciera comunismo justificó todo tipo de excesos. Bajo esa lucha se perdieron valores y principios, como en Vietnam.

La URSS entró en Afganistán en 1978 como un elefante en una cacharrería colgando imanes para imponer su propia fe política. Para debilitar al Kremlin entregamos armas, dinero y barniz político a una pléyade de grupos muyahidines. De ellos surgió Osama bin Laden y muchos de los que han destruido Afganistán. Aquella guerra de Charlie Wilson se transformó en una universidad del odio, primero al ruso, después al occidental. Podríamos ir más lejos aún en busca de errores, hasta la II Guerra Mundial o el desmembramiento del imperio Otomano y la creación de Estados artificiales para colocar amigos sin trono (Irak) o garantizar el negocio a las empresas petroleras (Kuwait).

Seguimos sin entender nada encaramados en una superioridad militar que no es eficaz contra los talibanes, Al Qaeda y sus sucursales y ahora Daesh (ISIS, Estado Islámico). Seguimos con la misma lente corta, solo hemos cambiado el nombre: islamismo en vez de comunismo. Ideas viejas para problemas nuevos. Es un hecho que no funciona.

Cada vez que hay una matanza en un lado, caen bombas en otro. Civiles por civiles, odio por odio. Si estamos ante un amenaza compleja que controla un vasto territorio, emite moneda y pasaportes, mantiene escuelas y sistemas de recogida de basuras, no podemos llamarle “grupo terrorista”; quizá quede bien como declaración ante la feligresía, pero demuestra que no sabemos ni siquiera a qué nos enfrentamos. Una amenaza compleja exige respuestas complejas. También desde el humor, algo que odian los pensamientos cerrados

Son tiempos para releer a Sun Tzu y su Arte de la guerra, un texto esencial y más en estos tiempos convulsos. En él están todas las razones de por qué no lo estamos haciendo bien en Siria, Irak y Libia:

“Lo más importante en una operación militar es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo”.

“La victoria completa se produce cuando el Ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”.

“Antiguamente, los guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles en primer lugar, y después aguardaban para descubrir la vulnerabilidad de sus adversarios” (...) “La invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque”.

“El enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado“.

En Irak y Siria reemplazamos a dos dictadores sanguinarios que nos fueron útiles durante un tiempo por el caos. Las víctimas, igual que en París, son civiles. En Siria ayudamos a transformar una primavera árabe en una guerra civil al apoyar una fuerza moderada, el Ejército Libre de Siria, sin dotarle de los medios militares adecuados para vencer al dictador Basar el Asad. De alguna manera somos responsables de la creación de Daesh, que nació en Irak durante la ocupación y después se extendió a Siria. Su principal enemigo son los chiíes delante de los infieles (nosotros). Los bombardeos sobre su territorio nos han igualado. De ahí, los ataque de París.

Países considerados amigos, como Arabia Saudí, han financiado y armado a facciones radicales. Hoy Siria es el campo de batalla de una treintena de grupos armados. Apenas quedan moderados. Solo hay víctimas e hijos de puta.

Los ataques de París demuestran que más de cuatro años de guerra no han logrado sus objetivos. Llevamos unos meses bombardeando sin lograr éxitos concretos, más allá de la batalla de Kobane, recuperada por los kurdos sirios. No tenemos objetivos claros más allá de simular que hacemos algo. Siempre nos pareció una guerra lejana, ajena, igual que la tragedia de los refugiados. El domingo, Salvados y Jordi Évole nos mostraron algunas de las tragedias con nombre, apellido y rostro que se viven en un campo de refugiados en Jordania. También las hay en Líbano, donde un 25% de la población son refugiados que proceden de Siria. Y en Turquía, donde viven dos millones.

Este verano nos estalló la crisis de los refugiados y ahora nos estalla la guerra. A las bombas respondemos con bombas. Pero seguimos sin saber lo esencial: qué pretendemos lograr y cuáles son los medios dispuestos para conseguirlo. El lunes, EEUU bombardeó por primera vez un convoy que sacaba petróleo de contrabando, que financia a Daesh. Ese camino parece más inteligente: asfixiarles económicamente. El pacto entre Francia y Rusia para bombardear de manera coordinada es otro paso. Pero con bombardeos no se derrotará a Daesh, solo aumentará el riesgo de la muerte de civiles. Los civiles del otro. Y después está el negocio sin escrúpulos.

La fuerza es solo una parte de una estrategia que debería contar con varios frentes: inteligencia, policía, cooperación, política, economía y diplomacia. Se deberían identificar y clausurar las mezquitas clandestinas radicales, perseguir imanes propagadores del odio, quebrar las redes de reclutamiento. Para ello es imprescindible contar con el apoyo del islam moderado, que es el mayoritario. Hay que repensar las políticas de integración que han fracasado, rescatar a miles de jóvenes sin esperanza en los suburbios de París y Bruselas para que se sientan útiles apostando por la vida.

El experto estadounidense Alberto Fernández, gran conocedor del mundo yihadista y de Oriente Medio, habló el martes con un grupo de periodistas. Aquí algunas de sus ideas:

–Dos de los éxitos de Daesh son ocupar un territorio para llamar a los musulmanes al regreso para construir el califato y el ciberactivismo. Hay un califato físico y otro cibercalifato. Si se derrota al primero, el segundo perderá fuerza.

Asad no puede ser la solución porque su situación está muy debilitada, sería incapaz de llenar el vacío en las zonas que no controla, tiene las manos manchadas de sangre. Es necesario encontrar un general, alguien, más presentable que pueda pactar con una oposición que no sea salafista. Es verdad que la oposición también tiene las manos manchadas de sangre. En la historia se han visto acuerdos contranatura.

–Para ganar la batalla de la imagen a Daesh hay que presentar el relato de musulmanes árabes suníes. No se escuchan las voces del pueblo sirio. Es importante que estos civiles cuenten sus historias y se escuchen. Son las que pueden tener más credibilidad.

–En la guerra en el ciberespacio hay tres V: velocidad, veneno y volumen. Daesh es muy competente en las tres. Las compañías cooperan ahora más. Daesh tiene problemas en Facebook, pero siguen siendo muy fuertes en Twitter y en Youtube. Su app favorita es Telegram. Para vencerles en el ciberespacio hay que contraponer volumen con volumen. No tienen medios de comunicación y televisiones, pero dominan el mercado de las ideas en las redes sociales. Para generarles problemas en el mensaje y en su difusión no es necesaria una gran inversión.

El autor intelectual de los atentados de París, ya en 2014: “Es un placer ver la sangre del infiel”

–Daesh no es infalible. En los últimos meses ha cosechado dos fracasos: los refugiados no han hecho caso de sus múltiples y reiterados llamamientos para que no fueran a Europa, la tierra de los infieles. No han funcionado sus advertencias de que serían cristianizados. Tampoco les han hecho caso los palestinos cuando Daesh les animó a multiplicar los ataques. Daesh sigue la trayectoria del tiburón: si deja de nadar, se hunde porque no sabe flotar. Es su punto débil.

–Su mayor temor es que surja un despertar, como el de las tribus suníes de la provincia de Anbar en 2007. Los países del golfo están distraídos de la amenaza de Daesh porque para ellos la amenaza principal es Irán.

–En el acuerdo de Viena se ha encargado a Jordania el análisis de los diferentes grupos que operan en Siria para saber cuáles podrían ser los más serios. La lucha contra Daesh es una lucha múltiple y a largo plazo. Muchos de los problemas proceden del mal diseño de la invasión de Irak en marzo de 2003 y las decisiones erradas de los primeros meses, como la de disolver el ejercito. Así se desmanteló Irak y se sentaron las bases de la insurgencia y de lo que hoy es Daesh. Unos genios. La gravedad del asunto es que no hemos aprendido casi nada. Ni EEUU, ni Francia ni España.

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