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Ahora o nunca

Guillermo Rodríguez Robles

Hoy, 30 de noviembre, los gobiernos de prácticamente todos los países del mundo se reúnen en París con el objetivo de pactar una solución global a uno de los mayores retos del siglo XXI: el cambio climático.

Llevan años preparando este encuentro, y no es para menos. Hambrunas, sequías, cultivos arruinados, fenómenos meteorológicos extremos… escenarios propios de la ciencia ficción que ya están teniendo lugar y que responden a una causa común: el calentamiento global y el cambio que conlleva en el sistema climático.

El clima ha cambiado siempre, y por muchas razones. Ya cambiaba intensamente antes de que los humanos poblásemos el planeta. Pero en los últimos miles de años se ha dado un período de extraordinaria estabilidad climática —el Holoceno— que ha permitido, entre otras causas, el desarrollo de nuestras sociedades. Esta estabilidad, de una enorme fragilidad, se está viendo afectada por el cambio climático. Esa es una de las conclusiones fundamentales del quinto informe de evaluación (AR5) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), reunido por Naciones Unidas: “el calentamiento del sistema climático es inequívoco, y muchos de los cambios observados desde los años 50 no han tenido precedentes en los últimos milenios”. Otra conclusión clave del informe es que las actividades humanas son la causa principal del cambio climático observado desde mediados del siglo XX.

El clima está cambiando, lo que ya está impactando en nuestra forma de vida de manera significativa, y no estamos reaccionando. A pesar del trabajo de concienciación y de las movilizaciones de las últimas décadas, las emisiones de gases de efecto invernadero —responsables del calentamiento global— no sólo no se están reduciendo, sino que están aumentando a ritmos cada vez más rápidos. Y sus efectos, especialmente graves en las zonas más vulnerables del planeta, los estamos percibiendo también en Europa, con la contaminación de nuestras ciudades y patrones climáticos —como sequías en zonas áridas— que se intensifican.

El cambio climático ya no puede evitarse. La cantidad de gases de efecto invernadero vertida a la atmósfera ya hace irreversible el calentamiento. Lo que aún podemos hacer es limitarlo, si reaccionamos rápido, a un aumento máximo de 2ºC con respecto a tiempos preindustriales, como ha marcado la comunidad científica, y de eso depende la cumbre del COP21, en París. Nos jugamos mucho en muy poco tiempo. Y no debemos olvidar que si debemos reaccionar no es solo por el planeta, ni por la naturaleza, ni por el resto de seres vivos: la biosfera seguiría funcionando después de un cambio de los ecosistemas a gran escala, incluso habría especies que podrían beneficiarse de un calentamiento semejante. Es la vida humana, principalmente, la que se vería amenazada por ese cambio. No lo olvidemos: lo hacemos por nosotros mismos.

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Guillermo Rodríguez Robles

es miembro de EQUO

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