Qué ven mis ojos

Por un puñado de votos

“Hay gente que se arrastra por el barro, con tal de hacer a otros tropezar y caer”. 

Hay un viejo chiste de músicos que a la pregunta de en qué se distinguen un ataúd y un bajo eléctrico, responde que la diferencia es que en el ataúd el muerto está dentro. ¿En qué se distingue ser candidato en unas elecciones de ganarlas? En que cuando lo segundo ocurre, el mentiroso ya está dentro del palacio y puede usar su programa para encender la chimenea. Eso según nosotros, porque según ellos es justo al contrario: en su web de campaña, el partido en el Gobierno asegura que ha cumplido el suyo de 2011 en un 92,8 %. Hay políticos que nos engañan hasta tal punto que casi es mejor creer que lo tenían planeado a pensar que no dan más de sí. Porque si no, ¿en qué manos estamos, aparte de en las mismas que usan las tijeras, vacían las cajas fuertes y aplauden a los dictadores que sean buenos socios comerciales?

Es curioso oír lo que dicen en el PP al final de una legislatura en la que tres cuartas partes del país han atravesado un desierto mientras ellos repartían cantimploras entre los suyos, básicamente las entidades financieras, el Ibex 35 y otros compañeros de viaje. Ya se sabe que a nuestra derecha no le gusta la memoria y que defiende el olvido para que no se le vea el cartón, no vaya a ser que alguno diga lo que piensa y se le transparente el antifaz, como le acaba de ocurrir a Esperanza Aguirre, por ejemplo, al escapársele en un artículo que “es falso que el franquismo se impusiera en España por la fuerza". Es para evitar esos deslices por lo que algunos son tan partidarios de tachar el pasado y vender el futuro, aunque sea cortado en dos mitades: para nosotros el borrón y para ellos la cuenta nueva.

“No miren atrás”, nos advierten, porque así no recordaremos de qué forma pasaron de los eslóganes a los galones sin cambiar de letras; con qué rapidez nada más dejar de ondear las banderas dejó de temblarles el pulso, el ordeno y mando se convirtió en su único argumento y el Boletín Oficial del Estado en su matamoscas; cómo los servicios de limpieza aún no habían terminado de arrancar los carteles de las vallas cuando sus discursos ya se habían reducido a siete palabras: si te he visto no me acuerdo. Sencillamente, es así como funciona: se montan en sus coches oficiales y mandan subir el puente levadizo. Y a partir de ese momento, una vez más, lo único que hay entre ellos y nosotros es todo lo que nos separa.

“Soy lo bastante rica como para valorar a los hombres que se dejan comprar”, dice uno de los personajes de Por un puñado de dólares. Esto no es una película de Sergio Leone y aquí los bandoleros no llevan la pistola al cinto y botas con espuelas; pero la frase sirve igualmente para explicar la oferta que le hacen a los indecisos: “Confiad en nosotros una vez más y vuestra sumisión será recompensada. El enemigo va a intentar convenceros de que para muchos de los que confiasteis en nosotros la parte de atrás del voto ha sido una esquela; también os va a hablar de desahucios, desempleo y desigualdad; pero no escuchéis sus cantos de sirena. Lo que os ofrecen no es una cuchara, es una pala para cavar vuestra propia tumba. Así que colocaos otra vez la venda en los ojos y seguidnos: el porvenir está a la vuelta de la esquina”. Lo dicen estos como lo han dicho otros, porque todos los que no quieren que se les entienda hablan el mismo idioma. Y aunque mucha gente sospecha que lo único que quieren renovar es su mandato, pero el 21 de diciembre saldremos de dudas.

El PP define a C's como “partido unipersonal” y ataca sus propuestas

El PP define a Ciudadanos como “partido unipersonal” y critica con dureza sus propuestas

Vivimos un black friday político, de forma que las ideologías están de rebajas y las ofertas se multiplican. El presidente no va a debates porque los hombres grises sólo pueden brillar por su ausencia, pero a cambio se ha vuelto accesible, omnipresente, locuaz a su manera, y va por las calles tirando caramelos desde la carroza: si gana, bajará los impuestos, será implacable en su lucha contra la corrupción porque “el que la hace, la paga”; facilitará la vigilancia de las actividades del Congreso por parte de los ciudadanos e impulsará su participación en la toma de decisiones; le plantará cara a las mafias económicas, perseguirá a los defraudadores fiscales –con lo cual tal vez se verá obligado a correr tras ellos por dentro de sus propias sedes– y garantizará la dignidad de las víctimas del terrorismo, aunque eso no lo pudo ofrecer junto al monumento a las del 11M, que se está derrumbando en Atocha. El Valle de los Caídos, sin embargo, sigue en perfecto estado de conservación, quizá para que no se le caiga encima al ministro del Interior cuando va allí a rezar. “Por qué la realidad / se parece a una grieta”, se pregunta en su último libro, El sentimiento de la vista, recién publicado por la editorial Tusquets, el poeta Miguel Casado.

Sin embargo, hay algo muy inquietante en la declaración de intenciones del PP, que es el punto en el que se compromete a cambiar la ley electoral para que en las próximas municipales gobierne el partido más votado y de esa forma evitar los pactos de la oposición que en las últimas les quitaron tantas autonomías y alcaldías. O sea, que pretenden tirar abajo de una patada una de las columnas en las que se sustenta la propia democracia, que es la posibilidad de hablar, entenderse, llegar a acuerdos, hacer coaliciones y sumar ideas, justo eso que tanto alaban cuando se ponen a santificar la Transición y los Pactos de la Moncloa. Qué manera de contradecirse, ni que fuesen Albert Rivera hace diez minutos, cuando descalificaba sin contemplaciones a Izquierda Unida por firmar con el PSOE andaluz el mismo pacto de gobierno que después ha firmado él. “Entre los hechos no parece fácil / distinguir los que caen”, dice Miguel Casado; pero también recuerda que “irreversible es sólo / lo que no tiene retorno”. Y el hecho es que aquí han pasado cuatro años y hay otras elecciones. Algunos harán lo que sea por un puñado de votos; los demás, tienen que saber cuánto valen, no sólo para los candidatos, sino también para ellos mismos. Lo irreversible es aquello a lo que no se quiere dar la vuelta.

Más sobre este tema
stats