Muros sin Fronteras

Nunca esperes algo de talento de un imbécil

Los eslóganes antiguerra que recorrieron las calles de media Europa el pasado fin de semana no sirven para resolver la crisis de Siria, ni la militar ni la humanitaria, pero tampoco sirven las opciones que priman el uso de la fuerza y la guerra como primera o única alternativa. Rara vez se puede poner fin a una guerra con más guerra. La paz sostenible se logra con un acuerdo justo y generoso, y la búsqueda de un futuro común. La UE es un ejemplo extraordinario. Las guerras que finalizan en una victoria militar, por aplastante que sea, solo aplazan el conflicto. La paz consiste en cortar el círculo de violencia, no en multiplicarlo.

En Siria existe una guerra desde la primavera de 2011, igual que en Afganistán (2001), Irak (2003), Somalia y Yemen. No nos hemos manifestado lo suficiente contra estas violencias; nos falta también algo de empatía. El uso de la fuerza no ha resuelto sus problemas, más bien los ha agravado. Si queremos finalizarlas habría que trabajar sobre las causas que las alimentan; exigiría años, generaciones de paciencia, dinero.

La mayoría de los Gobiernos occidentales no invierten en la paz de los demás porque sus guerras no dejan de ser un negocio. No es solo la venta de armas, también el saqueo de las materias primas.

El “no a la guerra” de 2003 no sirve en esta situación, resulta naíf. Siria no es Irak, quizá una consecuencia de aquella guerra sin legitimidad que terminó en desastre tras un cúmulo de decisiones disparatadas: permitir los saqueos, disolver las Fuerzas Armadas de Sadam Husein y expulsar a los militantes del Baaz de la Administración. La primera convirtió a EEUU en ocupante; las otras dos significaron la disolución de Irak.

Un bombardeo mata a siete personas en un hospital respaldado por Médicos Sin Fronteras en Siria

Un bombardeo mata a siete personas en un hospital respaldado por Médicos Sin Fronteras en Siria

En la mayoría de las marchas por la paz de este fin se semana se introdujo un nuevo lema: “No en nuestro nombre”, más preciso, actual y efectivo. Nos iguala en intenciones a los miles de musulmanes que se han manifestado bajo la misma idea para rechazar las acciones de Daesh (Estado Islámico). Es una batalla que nos implica a todos.

El Reino Unido se suma a las bombardeos junto a Francia, EEUU y Rusia. Antes habrá que resolver un pregunta clave: ¿a quién vamos a bombardear? ¿Cuál es el objetivo? Una opción militarista podría ser bombardear el barrio de Molenbeek, en Bruselas. De él partieron algunos de los que participantes del 11-M y los asesinos de Masud, el león del Panshir. Se dice que es un vivero de yihadismo. Si planteáramos esta opción a los bombardeadores antes citados, nos responderían escandalizados que en Molenbeek viven civiles, que los extremistas son una minoría. En esta conversación imaginaria les podríamos responder: “Entonces, ¿por qué bombardeamos Raqqa? ¿No hay población civil en la capital de Daesh en Siria?

El uso de la fuerza sin un plan realista es inútil; los medios militares no resuelven problemas. Puede ayudar dentro de un plan global, inteligente y amplio, alejado de la propaganda o el postureo político. Moscú es, de momento, el único actor con las cartas sobre la mesa. Vamos por partes:

  • No es necesario aprobar más leyes y menos aún si estas son de excepción. Lo que tiene que mejorarse es la cooperación policial y judicial entre los Estados. En los atentados de París se han cometido errores inexplicables que no parecen producto de la mala suerte sino la norma de una mala praxis. Tapar la incompetencia con recortes de libertades es regalar la victoria a Daesh.
  •  Es urgente estrangular económicamente el califato, cortar su contrabando de petróleo y los ingresos procedentes del exterior, sean de gobiernos o privados. La victoria es imposible si Turquía no está a bordo en esta parte de la lucha. La acusación de Vladimir Putin de que Ankara derribó su bombardero para proteger el tráfico de petróleo en la frontera con Siria no es una boutade. Ankara está en el bando anti-Asad, no en el de Rusia. Se trata de un país de la OTAN. 
  • La guerra debería librarse sobre todo en Internet para derrotar al ciberyihadismo. Resulta sarcástico que sea Anonymous, un grupo antisistema, o así considerado por los servicios de espionaje, el puntal en la batalla contra el califato.com. Daesh utiliza Internet con enorme talento para crear un relato épico y atraer a miles de combatientes extranjeros. No se necesita mucho dinero, solo voluntad política y talento, dos virtudes en desuso. 
  • Además de cortar el suministro de dinero y armas, y quebrar su atractiva imagen viral, hay que cercenar el suministro ideológico que procede del wahabismo saudí. No nos podemos escandalizar por las decapitaciones de Daesh en Siria sin denunciar las decapitaciones en Arabia Saudí. No podemos condenar la situación de la mujer en Afganistán y no criticar la humillación diaria de la mujer saudí. Si Riad se comporta como un enemigo debería recibir el trato de un enemigo. En este caso tampoco son necesarias las bombas, bastaría la presión del dinero. Antes de lanzarnos sería bueno comprobar dónde tienen los saudíes colocado su dinero. Nos llevaríamos sorpresas.
  •  Es necesario encontrar una solución a largo plazo para los refugiados, más allá de la histeria xenófoba. Hay que dotar a ACNUR de los medios necesarios y abrir oficinas en los países limítrofes para iniciar en ellos el proceso de solicitud del estatus de refugiado. El procedimiento debe ser rápido y seguro, separando las víctimas de los oportunistas y torturadores.
  •  En una democracia no se puede predicar la guerra santa, el maltrato a la mujer o el castigo a los homosexuales. En una democracia hay leyes y quienes las incumplen van a la cárcel. Tiene que haber un trabajo mutuo de encuentro. Es necesario un compromiso, unas reglas comunes. No se puede confundir obligarles a acatar la ley con obligarles a tener nuestras costumbres. La multiculturidad nos enriquece a todos.
  •  Hay que identificar las mezquitas radicales y a los predicadores incendiarios. También a los predicadores de otras religiones como el obispo de Alcalá. Las creencias están protegidas dentro una Estado laico, pero sobre todo hay que proteger y defender el Estado laico, el único marco en el que cabemos todos.
  •  Es necesario trabajar en los barrios como Molenbeek y recuperar a esos miles de jóvenes que se sienten fuera del sistema. No es difícil imaginarlo, también sucede en España con miles de jóvenes sin futuro que han escogido el exilio. El mecanismo es similar, las oportunidades de elegir el camino son diferentes.
  •  Si Basar el Asad es la solución de Siria casi 300.000 muertos después es que no tenemos catadura moral. El carnicero no puede ser la solución, pero sí su régimen con una figura menos manchada de sangre capaz de llegar a acuerdos con la oposición suní, aunque sea islamista, y sentar las bases de una postguerra. Si no hay un pacto entre Unión Europea, EEUU y Rusia sobre el objetivo común la paz es imposible.
  • El uso de la fuerza es un complemento a un plan político y militar. Fue útil en Kobane, la aldea siria reconquistada por la guerrilla kurda con apoyo aéreo de EEUU, y lo fue en Sinjar, retomada por los kurdos iraquíes. Ayudó a salvar vidas de los yazedíes que escapan del Daesh. Son gotas en un océano de incompetencia que comenzó en Afganistán, donde no escuchamos la voz de Malalai Joya, siguió en Irak y en las primaveras árabes, ya todas crudos inviernos. Hay una frase de Sun Tzu, el autor de El arte de la guerra que resume bien la situación: “Nunca esperes algo de talento de un imbécil”
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