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Nacido en los 50

La era de los presuntos

El Gran Wyoming

El debate del lunes pasado se vendió como eso que llaman el partido del siglo y que se produce cada vez que se enfrentan el Real Madrid y el Barça.

Fue un debate extraño porque fueron convocados los candidatos a la Presidencia del Gobierno, y con la displicencia habitual a la que nos tiene acostumbrado el partido de ultracentro que nos gobierna, paradigmática de los señoritos cortijeros, Mariano Rajoy envió a un mayordomo. No, no quería dar la cara. Se fue a Doñana. Así se ahorra que le pregunten cuánto ha pagado por la casa el fin de semana como hacen con Manuela Carmena. Se lo pagamos nosotros a escote y arreglado.

Tiene tan claro que el cúmulo de fechorías que dependen de él, y de los que ha sido partícipe y encubridor, es tan extenso e impresentable, que no se atreve a aparecer en los foros de la prensa ni en los debates. De puro escurrir el bulto ha conseguido crear la peor combinación que pueda darse en un candidato a presidente de una democracia occidental: la cobardía y el desprecio.

Como quiera que tiene un tic que se le activa cada vez que miente o tiene que inventarse una respuesta porque la cabal no le conviene, consistente en que se le guiña un ojo, el lunes hubiéramos asistido a un debate en morse.

La ausencia de Rajoy fue consecuencia de la generosidad de los convocantes en un acto de subordinación incomprensible, ya que todos podrían haber hecho lo mismo y no estoy seguro de que se lo hubieran consentido, con lo que queda demostrado que todavía hay clases. Menudo papelón para la empleada asistente, que justificó su presencia afirmando que ellos son un equipo.

Ahhh…, fue por eso. En efecto forman un equipo y también cuando tienen que echar mano del dinero público. O como lo definió la fiscalía de Baleares en el caso del conseller de Industria señor Cardona: “Constituyen una asociación ilícita para vaciar las arcas del Consorci”.

Un equipo formado por individualidades, no nos olvidemos. Por eso el 11 de febrero de 2009 salió Rajoy, entonces sí, arropado por la plana mayor de su partido, no sabemos si como equipo o a título individual, para hacer extensivo el caso Gürtel a todo el PP diciendo: “Esto no es una trama del PP sino una trama contra el PP”. A su lado estaba Soraya Sáenz de Santamaría, que dice que no tiene nada que ver con la corrupción, pero se sumó al encubrimiento. También estaban Ana Mato, Camps, Monago, Esperanza Aguirre, que más tarde se jactaría de ser la descubridora de la trama, por lo que debemos suponer que se encontraba allí en funciones de investigadora secreta para recopilar datos de cara a una supuesta denuncia que nunca se produjo, y de la que dice ser artífice. Delira.

No faltó Trillo, experto jurista hoy en Londres, Ruiz-Gallardón… Estaban allí para decirnos que una trama que llevaba años en marcha y de la que se habían lucrado muchos de los presentes y, según supimos por los papeles de Bárcenas, también el señor Rajoy en forma de sobres con dinero negro, no existía. Toda la investigación, afirmaba el presidente, era una maniobra de la Fiscalía para desacreditarles. Desde entonces se dedicaron a la destrucción sistemática de todo aquello que pudiera probar la existencia de esa trama inexistente. Discos duros, ordenadores, diarios de visitas, la agenda de Bárcenas, contratos…

Llegaron a tener en la puerta trasera de Génova una furgoneta de una empresa especializada en la destrucción de documentos en la época en la que la cosa parecía que tomaba forma. También hubo intromisión en la acción de la Justicia, que se desveló cuando un exdiputado intentó cobrar del partido por sus múltiples visitas al juez Pedreira, entonces instructor del caso, que lo archivó. El propio Trillo cobró una cantidad considerable de dinero por llevar la defensa de todos los implicados de manera colectiva, para demostrar, por supuesto, que se trataba de hechos aislados. Sí, son un equipo, pero con la consigna, extendida también en el mundo del hampa, de que al que le pillen se come el marrón.

Son casos aislados que cubren de norte a sur y de este a oeste la geografía de España incluyendo las islas y las provincias africanas. No han dejado centímetro cuadrado sin esquilmar, eso sí, de forma aislada. No olvidemos que su principal característica es que son emprendedores.

Afirmaba Soraya en el debate: “Escucho con sonrojo…”. No, no se sonrojaba. Lo decía de forma metafórica, han perdido esa capacidad en un proceso de supervivencia darwiniano ya que si conservaran dicha propiedad, el sonrojo desde la moral de un ciudadano medio, serio, honrado, alcanzaría tal nivel que toda la sangre se desplazaría a la periferia creando serios problemas de riego en los órganos vitales. Ahora que se ha avanzado tanto en la técnica quirúrgica de los trasplantes y se hacen también de cara, harían un gran servicio a la comunidad donando las suyas para refuerzo de materiales en la construcción de puentes, grandes edificios y pistas de aterrizaje.

No son de pedir perdón, son más de parapetarse detrás de un honor que perdieron hace mucho. Todavía se revuelven como hizo Celia Villalobos, que muerde si le mentan la bicha, en su encontronazo con Pablo Iglesias en el Congreso con motivo de la jornada de puertas abiertas: “Me ofendes cuando dices que mi partido está lleno de corrupción”, le espetó. No se les puede recriminar que hayan estado robando durante tantos años y que un cajero tras otro haya falseado las cuentas desde tiempos inmemoriales en beneficio de la causa. Se ofenden. Ahora han sacado una ley que garantiza la impunidad de los corruptos al acotar el tiempo de instrucción de sumarios complejos cuando saben que es inviable llevarla a cabo en el plazo establecido por esa ley. Ley profiláctica de punto final. Lo dicen los jueces. Antes de llevarse a cabo el golpe, ya está archivado.

En el debate de lunes se produjo un pequeño espacio de justicia. Rajoy no estuvo porque moralmente no está legitimado para ser candidato. “Y lo sabes”. Tuvo un destello de coherencia. Ni en Francia, ni en Alemania, ni en el Reino Unido, ni en la mayoría de los países europeos, a excepción, claro, de Italia, podría presentarse porque los ciudadanos, y también los suyos, se lo impedirían. Aquí todo vale, pero si les llamas por su nombre, se ofenden. Como mucho atienden al atenuado adjetivo de presuntos y de forma aislada, de uno en uno. Eso sí, sin renunciar a su condición de equipo.

Son unos y trinos.

Definitivamente, lo quieren todo.

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