Muros sin Fronteras

El cine como excusa para hablar de pederastia eclesial

Aunque pueda dar esa impresión, no trato de escapar de la información internacional para convertirme en crítico de cine. Si la semana pasada les hablé de la película El hijo de Saúl, una visión imprescindible y angustiosa de Auschwitz, en esta me gustaría destacar dos filmes, uno estrenado hace tiempo y otro a punto. Ambos nos permitirán profundizar un poco en otro asunto grave: los abusos de menores dentro de la Iglesia Católica y su encubrimiento delictivo durante años por orden de la jerarquía. Algo que ha empezado a cambiar con el papa Bergoglio.

Las películas son El ClubEl Club, del chileno Pablo Larraín –un estremecedor relato de los abusos y delitos de un grupo de sacerdotes retirados forzosamente en una casa-presidio– y Spotlight, que narra el trabajo de investigación de los reporteros del periódico The Boston Globe que descubren y denuncian con sus informaciones la red de abusos de menores y su ocultamiento. Esta película, que se estrena en España el 29, es, además, un chute de optimismo para periodistas alicaídos y jóvenes estudiantes desesperanzados: este trabajo sigue siendo esencial, solo hace falta creerlo y pelear.

Una de las críticas a El Club es su dureza, no ya por un par de escenas que no voy a estropearles, sino por la totalidad del metraje. Es de las películas que te dejan aplastado en la butaca y que pasado unos minutos empieza a crecer. Lo más duro es la vida quebrada de los niños abusados, sus traumas, el silencio que les ha rodeado, la injusticia.

Uno de los personajes de El Club representa ese mundo de víctimas ignoradas por unos obispos y cardenales que basan su credo en la frase "por vuestras obras os conocerán". El ex cardenal de Sevilla, Carlos Amigo, lo resumió el problema motor de a Iglesia hace algunos años: falta misericordia.

Los abusos no son un invento de anticlericales, agnósticos y ateos, es una realidad para miles de personas en todo el mundo. La Iglesia jugó en el pasado, con los papas anteriores, a tapar toda posibilidad de escándalo, llegar a acuerdos económicos, en EEUU sobre todo, con las victimas e impedir las denuncias ante el juzgado y el conocimiento de la opinión pública. El negocio de la espiritualidad se basa en parecer ejemplares, mejores de lo que somos o llegaremos a ser. Por eso gustaban tanto en vida la madre Teresa de Calcuta o Vicente. Ferrer; por eso gustan los jesuitas como Ignacio Ellacuría o obispos de los pobres como Helder Cámara.

Los sacerdotes sospechosos o acusados de pederastia era trasladados de diócesis o de país, pero se les permitía por lo general seguir con su sacerdocio y atender a nuevos fieles entre los que podía haber menores. No había mecanismos de prevención y castigo.

El escándalo de Boston –que salpica en su complicidad al arzobispo de la ciudad, Bernard Law, que dimitió–, arranca la pederastia del oscurantismo y de las componendas y la introduce en donde debe estar: en los tribunales de justicia, civiles. La iglesia de EEUU tuvo que hacer frente a pagos millonarios.

Aunque Juan Pablo II fue el primer pontífice en romper el silencio y condenar el abuso de jóvenes amparados en el poder sacerdotal, lo hizo de una manera genérica y sin poner en marcha los mecanismos necesarios para acabar con ellos. Se le puede considerar encubridor de altos cargos eclesiales. El más escandaloso fue el de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que resultó ser lo contrario de lo que predicaba y aparentaba. La revista mexicana Proceso se equivocó en la predicción, pero no tanto en el diagnóstico.

Ratzinger también guardó silencio en un asunto que le estalló en su papado. Hay informaciones que no le dejan en buen lugar durante su etapa como obispo de Múnich. Tapar todo era la orden, la costumbre.

Hasta el coro del hermano de Benedicto XVI se vio salpicado por un caso de abusos masivos y de silencio. El hermano sostiene que él no sabía nada.

El papa Francisco parece haber tomado una acción decidida y pública contra el mal de la pederastia en la Iglesia, algo que afecta a 65 países y a unas 12.000 personas, según una información de One Survivors Group que cita The Guardian.

En este archivo, The New York Times ofrece la oportunidad de profundizar en este asunto.

El papa Francisco ha impulsado un cambio en la manera de tratar estos casos y se ha mostrado más firme frente a los abusadores. Bergoglio fue especialmente contundente en su visita a EEUU, donde se acumulan la mayoría de las reclamaciones económicas. ¿Es suficiente? Hay voces que piensan que no.

En este enlace, Frontline, de la PBS (la televisión pública en EEUU), ofrece contexto y gráficos.

El pederasta confeso de Maristas dice que la orden conocía los abusos

El pederasta confeso de Maristas dice que la orden conocía los abusos

Aquí, la cadena SER aporta un mapa de la pederastia eclesial.

Algunas voces de prestigio, como The Washington Post, hablan de cinco mitos que rodean a los abusos de menores en la iglesia. Y la revista Newsweek, del mismo grupo, afirma que los sacerdotes no cometen más abusos que el resto de los hombres.

¿Qué sucede en España? Es un tema para tratar a fondo más adelante, quizá en otra sección de infoLibre. El caso Romanones, el más reciente, estalló debido al cambio de actitud del Vaticano: todos descubrimos que Francisco no es Rouco Varela, más allá de las creencias de cada uno. Es posible que todos salgamos ganando.

Más sobre este tema
stats