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Tremendismo

Corcuera suelta en una entrevista televisada que Podemos tiene "derecho de pernada" y la periodista, Marta Nebot, se asombra, lógicamente, ante lo extravagante del comentario. Uno comparte el estupor de la compañera, pero no puede dejar de preguntarse a continuación qué hace ese individuo pontificando en Telecinco sobre la situación política española (¿de veras fue ministro?). Si éste es el nivel, ¿por qué no entrevistan a Julián Muñoz en su celda de Alahurín el Grande? ¿O al Pequeño Nicolás en el plató de Gran Hermano VIP? ¿O, ya puestos, a Fran Rivera mientras torea con su bebé? Seguramente ellos también tienen algunas barbaridades que decir sobre Pedro Sánchez, Podemos o Cataluña. ¡Calla!, te dices de inmediato; igual ya lo están haciendo, pero tú no te has enterado. En todo caso, no des ideas.

El tremendismo –la retórica barata, exagerada, grandilocuente– campa por sus respetos entre buena parte de la clase política española más castiza. Cualquier propuesta que no sea la propia es un "reto", un "desafío", una "amenaza" o, en el mejor de los casos, un "órdago"; la fórmula más empleada ha terminado siendo esa tan nefasta de las "líneas rojas", y el verbo más conjugado, "advertir". Si te ofrecen una alianza, te están sometiendo a un "chantaje" que te fuerza a un "cierre de filas"; si no te la ofrecen, están "poniendo en peligro la gobernabilidad". Si deseas consultar a la gente sobre una posibilidad que les concierne eres "populista", "mediocre" y "antisistema". Y, por supuesto, sobre España planean males terribles: el separatismo, los soviets, la obligatoriedad del chándal boliviariano y el corte de pelo norcoreano, el regreso de ETA, una invasión marciana…

La casi totalidad de los medios impresos y audiovisuales jalean con entusiasmo este guirigay de taberna. Hace ya tiempo que el llamado "periodismo declarativo" reemplazó aquí al de la investigación. Sale mucho más barato, exige muchos menos esfuerzos humanos y materiales. Se le pone una grabadora o un micrófono a un politicastro en cualquier pasillo, lo más probable es que suelte una burrada y, albricias, ya se tiene con qué llenar la primera página o abrir el telediario. Para justificarse, a la burrada de turno la llaman "titulares".

¿No tienes ningún "titular" para hoy? No te apures, compañero/a, vete donde Esperanza Aguirre, Rafael Hernando, Rita Barberá, Floriano, Monago, Mayor Oreja, cualquiera de esos bocazas del PP, y seguro que pescas dimes y diretes. Ah, ¿lo que necesitas es algo del PSOE? Pues, nada, emplea el mismo método: seguro que Felipe González, Guerra, Corcuera o Leguina tienen ganas de salir en los medios. O aun mejor, mira a ver cómo respiran la baronesa y los barones, que esos siempre andan con el dedo en el gatillo.

Llenados así los informativos con vivas a la virgen del Rocío, el menú se completa con tertulias supuestamente políticas donde el estilo tabernario de programas del corazón como Tómbola, el Tomate y Sálvame ha reemplazado al análisis, el debate y los buenos modales. Tráete al plató a un Inda, un Alfonso Rojo, un Tertsch o un Maruhenda y verás cómo sueltan lo que les sale del moño con la misma alegría que Lidia Lozano, María Patiño o Belén Esteban. The show must go on.

El cuñadismo y el comentario de sal gruesa van a más a medida que quedan atrás las elecciones del 20-D. Pero, pásmense, las calles de España están de lo más tranquilas. No hay huelgas, manifestaciones, disturbios o actos de violencia (y que siga así, toquemos madera). El sol sale por las mañanas (aunque estaría bien que lloviera un poco); escuelas y hospitales abren con normalidad; los mercados están abastecidos; la gente va al trabajo o a buscar trabajo; llegar a fin de mes sigue siendo la angustia de la mayoría; la Policía y la Guardia Civil detienen cada día un nuevo lote de corruptos… No es éste el primer país democrático que se pasa semanas y hasta meses sin gobierno; algunos incluso funcionan mejor sin él.

La filfa de la “legalidad vigente”

Ni tan siquiera la situación económica se ve demasiado afectada por la provisionalidad en el poder ejecutivo central, que no nos vengan con milongas. Si 2016 ha arrancado con pesimismo, la cosa tiene que ver con el miedo a una nueva Gran Recesión mundial provocada por el pinchazo de la burbuja china. Pero sí, está claro, intentan meter miedo, y, probablemente, terminarán consiguiéndolo.

No niego que a muchos españoles les gusta ver en la tele cabreo, bronca, vulgaridad y mala follá. Hasta ahora, ciertamente, ese menú produce buenas audiencias televisivas. Pero intuyo que la politiquería, al igual que el corazón, gusta como espectáculo; como espectáculo circense, para mayor precisión. Lo grave es que esa politiquería puede terminar dañando aún más el prestigio de la política, la gestión justa, democrática y honesta de los asuntos públicos.

Van a tener razón los que dicen que tenemos un grave problema de educación. Desde luego, lo tenemos en bastantes de esos que se consideran nuestra élite político-mediática.

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