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No es tiempo de perder tiempo

Reuniéronse y no hubo nada. La lustrosa pantomima ante las cámaras, con esa mano que Sánchez deja a medias cuando se da cuenta de que Rajoy no tiene intención ni de saludar, no deja espacio para la duda: éstos se ven de trámite, para no dar al otro el argumento de que no quieren hablar. Se podían haber ahorrado esa media hora perfectamente y dedicarla a algo más creativo: se supone que son líderes políticos que manejan un tiempo delicado y son conscientes de su responsabilidad ante sus ciudadanos. Un suponer, sí.

Imaginemos cómo debió de transcurrir la cosa. Dos tipos cabreados, convencidos de que son ellos los que tienen que escribir la historia y pensando del otro que es un inútil cuya misión es emborronar las líneas de su destino. Se sientan y se miran a los ojos: “Bueno, vamos a despachar esto rápido, que no nos va a llevar a ninguna parte”, “cierto, pero déjeme que le diga que lo mejor que puede hacer por España es echarse a un lado y dejar que alguien más sensato sea capaz de abrir un camino”, “realmente el irresponsable es usted, que es incapaz de ver los resultados y entender lo que han dicho los españoles”, “yo soy quien tiene que liderar este momento político”, “se equivoca, eso me corresponde a mí”.

Y así, una sucesión continua de frases perfectamente intercambiables entre ambos, hasta completar los treinta minutos de absoluta pérdida de tiempo. Si, como dice Rajoy, no hablaron de corrupción, el diálogo debió de ser una cosa parecida. Es insólito que uno se reúna con Rajoy para decirle que no quiere nada con él, y no tire de la corrupción como argumento.

La entrevista de ayer es, a todas luces, una tomadura de pelo, por mucho que el Secretario General el PSOE dijera que fue “útil”. ¿Para quién? ¿Para qué?.

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Rajoy está agotado, caducó ya su tiempo y aún no se ha dado cuenta o no quiere dejar ver que lo ha hecho. Durante años ha sido incapaz de acercarse a nadie refugiado en su mayoría absoluta y ahora ni él ni su partido tienen músculo para desenvolverse en la nueva situación. Si esto no fuera poco lastre, la justicia sigue contando por entregas su serial de corrupción.

Sánchez tiene más energía y se mueve al impulso ilusionante de una lejana posibilidad de formar gobierno. Pero él sabe que en este póker no va a haber segunda mano: la baraja ya está en el cajón y probablemente no podrá volver a repartir cartas. Y tiene que jugar con decisión y criterio, porque si los otros jugadores van a desplumarle en cuanto puedan, detrás de él hay algunos que están esperando a recoger sus restos.

No sé si están en condiciones de perder el tiempo. Ni nosotros.

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