Plaza Pública

La dualidad de la izquierda

Ángel Viviente Core

Ante los hechos que leo estos días en la prensa, vivo en una especie de lío mental que no acabo de entender. Tal vez me esté volviendo loco. Es una especie de situación esquizoide por mi parte ante la visión de hechos contrapuestos.

Yo entendía que las actitudes de lo que se llama izquierda ha de ser firme y en defensa de las causas que considere justas para las capas menos favorecidas de la ciudadanía. Esa firmeza habría de ser clara y basada en el planteamiento de alternativas factibles que les sean beneficiosas y que no pueden basarse en la imposición o la arrogancia.

Sin embargo, por un lado, están las actitudes del Ayuntamiento de nuestra capital que en una serie de hechos acaecidos últimamente, reflejan un entreguismo total a las acusaciones que les llueven por todas partes. Acusaciones, en todos los casos, sin una base jurídica mínima para ser tenidas en cuenta en buena lógica.

El caso de los titiriteros es una prueba pasmosa de cómo el poder y los medios pueden desatar una cadena de despropósitos ante unos hechos que, en cualquier Estado de Derecho, en ningún caso se tendrían en cuenta. Con esas acusaciones cualquier texto literario podría ser puesto bajo la picota por enaltecer el terrorismo o vaya usted a saber qué valores. Cualquier planteamiento o discurso en una obra ficticia, de un elemento contrario a esos valores sería considerado como tal. Nadie debería de pedir perdón por esto, más bien nuestras autoridades municipales deberían haber exigido aclaraciones de lo ocurrido. Entreguismo.

En el caso de la Memoria Histórica, unos errores de principiante han llevado a un ataque desaforado, a una serie de instituciones y personas, que están muy lejos de lo que debería haber sido un análisis objetivo y consensuado de un proyecto por el que muchas personas llevan muchos años peleando. La Universidad, la famosa catedra de la Memoria, con su presidenta a la cabeza, han sufrido ataques injustificados ante lo que el Ayuntamiento, o más bien sus representantes de “la izquierda”, no han sabido responder con firmeza. Entreguismo.

En el caso del ataque a los sentimientos religiosos de las personas, véase la manifestación en una capilla de la Universidad, se utiliza un hecho que simplemente quiso llamar la atención sobre algo que esta fuera de toda lógica, como lo es la utilización de los espacios y el dinero público en beneficio de una parte de la población. No hay iglesias en los campus de otras religiones, pero si incluso los hubiera, también habría que denunciarlo. El Estado permite por el Concordato excepciones para ello tan solo en casos en lugares donde exista movilidad reducida, véase hospitales o cárceles, en donde debería haber espacios para todas las religiones. En cualquier otro caso, cualquier practicante puede acudir a la parroquia que le pertenezca, fuera de esos ámbitos. No acepto que con dinero público, el mío, se favorezcan actividades de las que no participo, y en eso me apoyo en la Constitución: El Estado es aconfesional. Yo me siento todos los días herido en mis sentimientos al abrir el periódico y nunca, nunca, nadie me ha pedido perdón por ello. Se precisaría una defensa muy firme de esta concejal por parte del resto de concejales del grupo a que pertenece. Entreguismo.

Todo ello habría de estar claro para un Ayuntamiento que, mayoritariamente, esta gobernado por ediles votados por ciudadanos con planteamientos de lo que se ha venido en llamar (que ya no lo sé) de izquierdas.

Sin embargo, su respuesta, la de este Ayuntamiento, ha sido la de pedir perdón por esos pecados y que han sido justificados por su alcaldesa por ser unos concejales sin la experiencia suficiente. Para mí eso no puede ser nunca una excusa, porque una ciudad de millones de habitantes no se merece gobernantes sin experiencia y un mínimo conocimiento de los temas. Y decir eso, esa justificación ahora, después de haber sido elegidos, me parece un engaño que debería de corregirse en algún momento. Se supone que hemos elegido a los más capaces, gente con experiencia o que, al menos, se saben rodear y se dejan aconsejar por aquellos que la tienen.

Frente a esa falta de firmeza y de entreguismo por parte del Ayuntamiento, en el enfrentamiento con los valores que han prevalecido en nuestro país durante muchos años, nos encontramos con unas posturas de total arrogancia en unas negociaciones que todos suponemos no nos llevarán más que a una repetición de las elecciones. Esa arrogancia se traduce en peticiones fuera de todo entendimiento lógico. Nadie se plantea iniciar unas negociaciones con imposiciones y ninguneando al otro. Nadie en su sano juicio puede defender la independencia de la judicatura y al mismo tiempo exigir nombramientos en ella condicionados a la sumisión a unas políticas. Nadie emplaza al adversario dando por hechos unos sillones en el Gobierno y una vicepresidencia que, por sus atribuciones, se convierte en el auténtico primer Ministro que controla los temas más fundamentales. No me creo que un partido que tanto ha medido hasta ahora sus mensajes en cada momento (la casta, las puertas giratorias, etc), lance esos mensajes pensando que pueden ser bien recibidos por aquél con el que pretende gobernar. No me lo creo.

Y así vemos que lo que en un caso es entreguismo y disculpas, en otro es arrogancia, ninguneamiento y firmeza mal entendida.

Creo que la izquierda no debe de moverse en esos patrones, en esa dualidad, ni en una ni en otra. Ni entreguismo ni arrogancia. Creo que la izquierda debe defender unos valores claros para la ciudadanía, con argumentos de peso y defendibles. Y en los debates con una derecha que tiembla al ver peligrar sus privilegios, han de apoyarse mucho en sus votantes y en los movimientos sociales que les han aupado y les auparán a los gobiernos de ciudades o del Estado. La separación con los movimientos sociales y en general los ciudadanos que les han votado, los condenará a la imposibilidad de defenderse de los desaforados ataques de la derecha, muy unida y organizada, por cierto.

¿Qué quiere Pablo Iglesias?

Firmeza y defensa respetuosa de unos argumentos y búsqueda de apoyos en todos los que ven en ellos la posibilidad de un cambio real para sus vidas. Más cercanos, más unidos y sin mensajes encontrados. Y sobre todo claridad ante sus votantes.

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Ángel Viviente Core es coordinador general de Convocatoria Cívica.

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