Nacido en los 50

‘Menage a quatre’

El Gran Wyoming

Cuando comienzo a escribir este artículo, todavía no se han reunido los representantes de las cuatro formaciones de izquierdas para llegar a un acuerdo que uno pretende que sea de investidura y los otros de gobierno.

A su vez escucho a los representantes de Ciudadanos insistir en que esperan del PSOE el cumplimiento de lo pactado. Es decir, que ya han pactado cosas. Pacto que podrían habernos contado en algunas de las innumerables intervenciones de los portavoces del PSOE en las que se limitan a insistir una y otra vez en la dificultad de hacer efectivo el encuentro reclamado por Podemos por las especiales características de su líder, al que tachan de arrogante y prepotente, más preocupado por obtener sillones que por los problemas de los españoles. Sillones que, “por carecer de importancia frente a lo prioritario”, se acaparan en exclusividad.

Hay dos opciones, un gobierno de coalición o apoyar la investidura y ya veremos qué hacemos con lo pactado.

Se resisten a sentarse con Pablo Iglesias porque afirman que no se fía de ellos y que así es muy difícil entenderse. Parece una razón. A su vez, Pablo Iglesias que no se fía de ellos y tampoco le falta razón, no son muy de cumplir lo que pactan. No me permita dios insinuar que no tienen palabra. Se limitan a incumplir lo prometido. El apuñalamiento de IU en la comunidad andaluza fue digno de esos rivales con los que nos amenazan. Tras las duras negociaciones para aprobar los presupuestos, IU iba a someter la continuidad del pacto de gobierno con el PSOE a un referéndum con las bases si incumplían lo prometido. No hubo lugar a tal consulta; con los presupuestos aprobados a cambio de promesas, Susana Díaz disolvió unilateralmente la coalición, convocó elecciones anticipadas y se alió con Ciudadanos. De hecho, una de las cuestiones que sostenían para romper ese pacto era la actitud de su nuevo candidato de cara a la generales, Alberto Garzón, al que acusaban de ser muy próximo a Podemos. Es decir, montaron un círculo de profilaxis en torno a IU por su contaminación podemita, pero se sienten insultados por la desconfianza.

Arte no le falta a Susana Díaz para manejarse en el proceloso mar de la política, y aunando la imagen de progresista mientras se alía con los candidatos de los señores que mandan para que nada cambie, tiene un futuro incuestionable, mucho mejor que el de sus gobernados.

Lo malo es la dirección que ha tomado ese partido. Mientras Susana Díaz pactaba con Ciudadanos en su comunidad, su secretario general les definía como derecha antigua, un PP renovado, y de cara a las últimas elecciones generales afirmaba contundente refiriéndose a ellos: "España no necesita más derechas". Pues alguien debe haberle convencido de que sí.

Ahora es precisamente Alberto Garzón el que sirvió como una coartada para despachar el pacto de gobierno que tenían en Andalucía con IU, el que hace de casamentero para poder sentar en la mesa a los partidos de izquierdas.

Estando como está la cosa, no se entiende bien la risa que causaba la propuesta de Pablo Iglesias de que las negociaciones se hicieran públicas, con testigos, eso que llaman “luz y taquígrafos”. Hasta ahora, desde luego, se han buscado argumentos de lo más peregrinos para no hacer lo que hay que hacer si es que se quiere hacer. Eso que nos vendieron, también el PSOE, como el cambio. Desde luego ya se han hecho, por lo visto, pactos con Ciudadanos de los que no nos han contado una palabra. Debemos entender que Albert Rivera reúne las condiciones de humildad, educación y respeto para poder sentarse con ellos en sofás contiguos, sin tener que mandarle con los negociadores. Además se avanza en las negociaciones, según afirman, y sólo nos cuentan lo que se puede contar: que están de acuerdo en impedir el referéndum para romper España. Por cierto, esa sería una buena pregunta, de tontos, pero útil, para poner en la papeleta, menos rebuscada que la del referéndum de la OTAN, y tan efectiva como aquella: ¿Quiere usted romper España? A lo mejor, hasta muchos independentistas dirían que no, que no quieren romperla, entre otras cosas porque eso conlleva mucha mano de obra, se conforman con marcharse de aquí.

El tema es que estas reuniones tienen muchos visos de acabar mal porque Podemos no se fía del PSOE (¿deberían?) pero los socialistas, así llamados, no quieren saber nada de Podemos y demonizan en público y privado cualquier posibilidad de pacto con ellos. Las negociaciones tienen muchas posibilidades de no llegar a puerto alguno. Si ya son difíciles cuando hay voluntad de pacto, con estos arranques ni te cuento. Luego, claro está, todos van a decir que la culpa la tiene el otro, por eso a mí no me parece mal, y mucho menos irrisorio, que sepamos qué ha pasado. Francamente, me gustaría mucho ver esos encuentros y que se diriman las verdaderas razones de tanto mareo de perdiz. No entiendo por qué los periodistas y contertulios rechazan como extravagante, friki, esta posibilidad que les daría mucho juego, y de paso información de primera mano, y no esa que obtienen de fuentes fiables que suelen venir de arriba.

Hemos vuelto al cuento de Pedro y el lobo. La cuestión es: nos dais el poder o aquí gobierna el PP.

Con muy buen hacer, los colaboradores de Pedro Sánchez le venden como un hombre de Estado, como un presidente, no virtual sino real y, en tanto tal, exigen respeto y cortesía. El único problema es que la premisa es falsa. No es presidente, pero dentro de esa convención consideran una osadía que Pablo Iglesias, que no lleva, como dicen ellos llevar, cien años en esto, como si los trienios de militancia fueran hereditarios, les hable de tú. ¿Les toma por socialistas?, ¿o qué? Ahora dicen que aterriza, le situaban muy por encima de lo que supuestamente le correspondía. Están metidos en un lío porque se están viendo obligados a hacer cosas que no querían. No es el radical Pablo el que les convoca, sino Alberto Garzón y, claro, iba a quedar muy feo que rechazaran su mano como Rajoy hizo con su líder, a pesar de que en su día la figura de Garzón era denostada en el partido como topo de Podemos.

El problema gordo es que su negocio de votantes está siendo esquilmado por estos insolentes chicos nuevos que quieren hacer cosas. Como les dijo Celia Villalobos, ya veréis cómo cuando entréis aquí dejáis la demagogia fuera. Se refería a las promesas electorales. Si no revolvemos las aguas, habrá para todos. ¿Y si no entran por ahí? That is the question.

Ahora la relación a dos se convierte en un menage a quatre y, claro, tanto decir que tiende la mano a izquierda y derecha, para luego quedar sólo con la derecha, e incluso pactar cosillas así, por lo bajini, como si fuera gratis, ya huele. Con los otros, los radicales, pasa por allí como el señor Marshall en la película, a toda castaña y saludando con la mano mientras desde la ventanilla les conmina: “espero vuestro voto, chicos, si no vais a quedar fatal con los medios de comunicación, dirán que habéis traído al PP”.

Para colmo de los males sigue Felipe González con su discurso de hombre de Estado con miras al futuro diciendo que hay que aliarse con el demonio con tal de estabilizar la cosa, y que el PP es un mal menor comparado con esta horda bolivariana, y uno se pregunta: ¿ha cambiado mucho o fue así siempre y tuvo engañada a media España durante decenios?

Hay que mirar por el negocio y su enemigo real no es Ciudadanos, ni el PP, esos no le restan ni un voto. La competencia a hundir son los emergentes. Ese es el problema. Si lo hacen bien en los ayuntamientos donde les apoyan les van a quitar el mando, y lo saben. Con el gobierno de la nación pasa lo mismo. No quieren que les tutelen porque saben que solitos pueden prescindir de las promesas electorales. Con Ciudadanos están más cómodos, no les van a exigir el cambio, han venido a evitarlo.

Terrible tesitura: o asumen la fuga de votos, o se delatan.

Por si fuera poco, la amenaza de “nosotros o el PP” ya no cuela. El PP se ha autodestruido. Ya nadie duda de que son una banda creada para el saqueo. Yo, como soy muy listo, siempre lo he sabido. Esto de la corrupción no es una maniobra para enriquecerse, es el brazo económico de una ideología. Roban aquí, allá y acullá. Basan su enriquecimiento en la explotación del trabajador, ya no se puede usar ese término porque es marxista, ahora lo llaman productividad. Con lo público hacen lo mismo. En lo político son aún más corruptos, se saltan todas las reglas, las leyes, las normas y las formas. Nombran y quitan jueces a capricho. Cito frase de Esperanza Aguirre con motivo de la legalización de Sortu: “A lo mejor hay que empezar a pensar que no tiene que haber un Tribunal Constitucional nutrido por políticos que se hacen llamar magistrados pero que no lo son. Y si hay que hacer recortes a lo mejor hay que empezar a pensar que el Tribunal Constitucional sea una sala del Supremo”. Tribunal del que están convencidos que opera a su gusto, por eso se aforan, no se fían de los tribunales ordinarios, los que nos juzgan a los demás. Prefieren lo seguro.

Aunque enemigos de la memoria histórica, tienen siempre presente que ganaron la guerra y que los demás son vencidos. Por eso llaman generosidad al perdón que se dieron en la Transición. Se auto-absolvieron por los crímenes cometidos y tenemos que estarles agradecidos. ¿Son o no son los putos amos?

Y la llamada fuerza del cambio que encabeza Pedro Sánchez, buscando estrategias de escaqueo mientras en Madrid sale la cifra de un millón de pobres de los cuales setecientos sesenta mil viven con menos de trescientos euros al mes. Manda huevos.

El cambio es una exigencia de la honradez política elemental.

Las malas compañías

El abuso oprime y aquí está el personal asfixiado, con la cara azul y las venas del cuello como sarmientos.

Que se abran las puertas y las ventanas y que corra el aire, ya.

Lo demás son pamplinas para salvar los muebles de un negocio que no nos compete.

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