Muros sin Fronteras

Harto de días históricos (y lo que queda)

No sé ustedes, pero empiezo a estar cansado de días históricos, sean en España, Europa o EEUU, sean lunes o supermartes. Si nos preocupa el ascenso de la extrema derecha en Alemania y otros países que creíamos civilizados, como los escandinavos, también nos deberían preocupar, y mucho, las elecciones de EEUU. La posibilidad de que Donald Trump sea el candidato del Partido Republicano a la Casa Blanca, es decir, el posible próximo presidente de la aldea global, es cada vez más sólida.

No solo ganó Florida, uno de los Estados clave, también echó de la carrera al joven senador Marco Rubio, uno de los rostros del llamado Tea Party. Tras perder en su Estado ha tirado la toalla. Tendrá cuatro años o más para reflexionar y aprender. Tras la caída de Jeb Bush era el favorito del establishment republicano que busca el modo de descabalgar a Trump, pero su campaña ha sido un desastre.

Trump es, como dice un amigo norteamericano que vive en Washington, lo que se merecen los republicanos tras una larga temporada de enajenamiento. Han sido ocho años de un antiobamanismo cerril, más racista que ideológico, que ha allanado el camino para que un egomaníaco, xenófobo, inculto  llegue a la cúspide de la política estadounidense. Trump genera odio, rencor y división social; su discurso parece un mal corta y pega de los de Marine Le Pen y el húngaro Viktor Orban con aderezos machistas de Vladimir Putin. Lo ocurrido en Chicago es una advertencia.

Estamos ante un Agamenón democrático. Quizá es la pieza que nos faltaba en un edificio en ruinas que lleva tiempo sin cumplir sus funciones de generar y cuidar del bien común. La crisis financiera de 2007-2008 y la mundial que llegó después son la prueba de que se ha entregado la soberanía que emana de las urnas al albur de los crupieres que manejan los mercados.

No es tan brillante tal vez como Margin Call, Inside Job o To Big To Fail pero The Big Short (La gran apuesta) es una película que nos permite entender de qué estamos hablando; hablamos de fraude, de una gran conspiración para delinquir (de la que en España tenemos sobradas y abundantes muestras). Es una peligrosa combinación de estupidez, incompetencia y avaricia que ha estado a punto de hacer saltar El Sistema por los aires. Afortunadamente para El Sistema solo han saltado nuestros derechos sociales, nuestros puestos de trabajo y nuestras casas.

Tras el susto de las subprime, business as usual y corran los bonos y las juergas hasta el próximo impacto final. Trump es la consecuencia de la degeneración general y de los controles del Estado en particular. Será como poner la zorra, con perdón, a cuidar del gallinero. Hay dos tipos de gallinas, las que tienen derecho a voto y los demás.

El segundo Supermartes ya ha resuelto las tres dudas: 1) los favoritos Trump y Hillary Clinton son más favoritos que nunca; 2) Marco Rubio no pudo ganar ni en su Estado y 3) Bernie Sanders no es una amenaza para Hillary, que ganó con autoridad los cuatro de los cinco Estados en juego: Florida, Carolina del Norte, Illinois y Ohio.

El hándicap de Hillary Clinton no son los e-mails ni el ataque a la embajada en Libia (Bengasi), sino que ella forma parte del entramado de intereses de Wall Street con la política. Resulta difícil presentarse como solución si es parte del problema. Hillary solo tiene una baza y es buena: ser la única que puede parar a Trump; eso dicen los analistas y politólogos estadounidenses. En todas las encuestas nacionales, el único republicano que le planteaba problemas era Rubio.

Esta elección de 2016 es antisistémica, como escribí hace meses. Sucedió en 1932 con la victoria de Franklin Roosevelt y en 1980 con Ronald Reagan, dos presidentes en las antípodas políticas y económicas, pero esenciales para entender gran parte de la política estadounidense en el siglo XX. Estamos en un escenario similar en el que los electores no confían en su clase política. Anhelan un cambio, dar un escarmiento a los de siempre. Trump ha sabido captar el estado de ánimo.

Al amigo estadounidense residente en Washington, al que hacía referencia antes, le hubiera gustado una victoria de Sanders en las primarias demócratas para votarle en noviembre y gritar, esta vez de verdad: “Yes, we can”. Los resultados del martes, los analistas, la lógica y el recuerdo de George McGovern, nos indican que un tipo tan a la izquierda no puede tener éxito en EEUU. Demasiado a la izquierda es Olov Palme.

El trabajo de Sanders ha sido y será influir en Hillary Clinton, obligarla a moverse a la izquierda en busca de sus votos. El paso de McGovern en 1972 tuvo una influencia decisiva en el curso del partido demócrata. En su campaña trabajaron jóvenes que con el tiempo despuntarían en EEUU: un tal Bill Clinton y una tal Hillary Rodman.

La batalla entre Hillary Clinton y Donald Trump por la Casa Blanca, más cerca que nunca tras un nuevo ‘supermartes’

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Sin la opción del ex alcalde de Nueva York, Michel Bloomberg, como tercero en liza y que él mismo puso en circulación, a los republicanos no les queda otra que apoyar a Trump y encomendarse a sus santos, como San Reagan. Su alternativa, aún viva en las primarias, es Ted Cruz, tan extremo como Trump pero sin gracia. La victoria de John Kasich en su Estado, Ohio, le permite seguir en la carrera por unos días.

Si fallan los contrapesos en el Partido Republicano, como parece que han fallado, habrá que buscarlos en los demócratas. Serán los únicos que podrán impedir que Trump sea presidente. Es la razón por la que Bloomberg renunció a competir: no quiere robarle a Hillary el voto moderado y servir en bandeja la victoria a Trump.

Hillary insistió en un mensaje que le puede funcionar en un encuentro con el público en Columbus (Ohio) antes de la elección: no soy nueva, y eso tiene sus rémoras, pero tengo la experiencia y los principios para frenar a Donald Trump y gobernar este país en favor de la gente. Todo dependerá del grado de amnesia colectiva. Sucede algo muy parecido en España: ¿son Pedro Sánchez y el PSOE la esperanza regeneradora?

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