Plaza Pública

Terrorismo, valores europeos y medias verdades

Javier de Lucas

“No es un atentado contra Bélgica. Es un atentado contra Europa”. Así se han expresado, entre otros Hollande y Merkel. También la Alta Representante Mogherini. “Los terroristas odian nuestros valores, nuestras libertades, nuestro modo de vida. Debemos reafirmar esos valores” es el mensaje que se repite por los portavoces de los Gobiernos europeos y por buena parte de los bienpensantes medios de comunicación.

Lo malo es que esas reivindicaciones de los principios y valores europeos se producen cuando, a propósito de la respuesta a los refugiados, ha quedado más más claro que nunca que los gobernantes europeos no creen en esos principios y valores supuestamente europeos (en realidad, universales). No, cuando se trata de otros. Y no hablo sólo de esos otros que son sirios o afganos. No. Hablo de cómo se mira desde el corazón de Europa (sí, esa Bruselas atacada), a los europeos del sur que son Grecia o Italia, cuando éstos han de afrontar la gestión de las dificultades relacionadas con los flujos mixtos de inmigrantes y refugiados. 'Cualquiera, menos yo', parecen decir los Gobiernos europeos. Lo dicen los del grupo de Visegrad, sí; pero también Austria, Dinamarca, el Reino Unido… Hasta ahora, los Estados europeos no han hecho otra cosa que poner obstáculos a cualquier solución basada en la solidaridad europea: prefieren que se ocupen “ellos”. Y en última instancia, esos Estados han preferido que cargue con el muerto el otro-otro, un no europeo (Turquía).

El egoísmo nacional, lo que los expertos han llamado 'proceso de renacionalización', ha sido el gran obstáculo para actuar consecuentemente con los principios y valores que los europeos proclamamos como nuestros. Para gestionar solidariamente la crisis económica, para adoptar una verdadera política común europea. Sea donde sea donde miremos, los hechos nos demuestran que no hay un proyecto europeo común. Ni para un sistema fiscal común, ni para una respuesta europea solidaria ante la crisis. Ni para una política europea común de Seguridad y defensa, ni para adoptar políticas europeas de inmigración y asilo. Nada de Europa, si se trata de pensar por encima del interés propio, si se trata de tomar en serio el principio (europeo) de solidaridad. Y, desde luego, según hemos podido comprobar a lo largo de 2015 y 2016, nada de libertad y justicia, de imperio de la ley, del Estado de Derecho y de los derechos, si hablamos de los derechos de los somalíes, eritreos, afganos e incluso sirios. Gentes que huyen del terrorismo que nos golpea ahora a nosotros. Gentes que han perdido a sus familias, a sus hermanos, padres, hijos, maridos, mujeres, a manos de los mismos terroristas. Terroristas que, en no poca medida, son dirigidos pos ex altos cuadros de las fuerzas armadas iraquíes desmanteladas (como el resto del Estado iraquí) por la política de la administración Bush tras la ocupación de Iraq.

Medias verdades, sí. Es media verdad callar la relación entre esos atentados terroristas y la destrucción que sembramos en la guerra del Golfo y en la guerra de Iraq y en los supuestos procesos de reconstrucción de Iraq o Libia. Es media verdad callar nuestra complicidad durante cinco años de guerra en Siria. Complicidad por omisión: no hemos hecho nada para parar esa guerra. Complicidad activa: no hemos acordado ni siquiera un embargo de armas para los contendientes, porque ese es también nuestro negocio. Es media verdad callar sobre la constante instrumentalización partidista a propósito del terrorismo y sus víctimas, como sabemos bien en España, con el PP en la oposición y en el gobierno. Como acaba de escenificar C's respecto a Podemos.

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Ya sé que lo que se estila ahora, la letanía que nos pedirán recitar, es esa de la apelación a “la unidad de los demócratas” entendida como cerrar filas, es decir, callar bocas, evitar críticas. Dicho con claridad: lo que pretenden precisamente es imponernos la renuncia a los mismos valores que dicen que debemos reivindicar frente a los terroristas que odian esos valores. Y hay que decir no. Que no nos callarán Que no dejaremos de disentir y criticar y denunciar lo que nos parezca inaceptable. Porque son nuestros gobernantes quienes de inmediato se dejan llevar por la demagogia que predica la necesidad de sacrificar libertades en aras de la seguridad, cuando sabemos perfectamente que sin libertades no hay seguridad que merezca la pena.

No. Una vieja tradición nos señala que la paz es el resultado de la justicia. Por eso, frente al desafío del terrorismo, la respuesta no debe ser la guerra sin cuartel y a cualquier precio, como reitera el primer ministro Valls. No. Por supuesto que hay que tomar en serio la amenaza terrorista y combatirla con determinación. Pero esa determinación no es la del discurso belicista, la del regreso a la dialéctica amigo/enemigo, en la que todo se perdona a los hijos de puta si son nuestros hijos de puta, y nada se reconoce a quien no se pliega a nuestros intereses (que no a nuestros supuestos valores). Debemos invertir en inteligencia, en una política europea de inteligencia, que está muy lejos de ser real y eficaz a la vista de lo que sucede. Debemos invertir también en una verdadera política común europea de seguridad y defensa. Y hacerlo desde el primado de la ley y del Estado de Derecho.

Con todo, eso no es suficiente. No lo será mientras nuestras palabras y nuestros hechos se contradigan de continuo. Mientras sembremos destrucción, desigualdad, corrupción allende nuestras fronteras. Mientras practiquemos dobles lenguajes y dobles raseros como lo hacemos ante inmigrantes y refugiados. Mientras continuemos nuestras falaces alianzas con fundamentalistas saudíes al tiempo que decimos condenar todo tipo de fundamentalismo. Mientras no pensemos en las consecuencias de nuestros actos antes de lanzarnos a aventuras supuestamente justicieras que a duras penas esconden afanes neocoloniales, expolio descarado de recursos ajenos. Mientras seamos nosotros mismos los que olvidamos o, peor aún, mancillamos nuestros valores y principios una y otra vez, no obtendremos paz. La paz es el resultado del control del poder por el Derecho, de la prioridad de los derechos humanos por sobre el beneficio de nuestras marcas, emprendedores o socios, de la inversión en cooperación equitativa. De dejar de despreciar a los que no tienen la suerte de no ser europeos o aliados de los europeos.

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