Caníbales

De fracturas y luces

“Bienaventurados los fracturados porque dejan pasar la luz”. Salía del hospital cuando recordé esa frase (de esta entrevista en La Contra a uno de esos gnomos que se atreven a crecer en esta realidad tenebrosa).

Entré en una cafetería, llena (yo) de esparadrapos y recién analizada, coagulada y súpervitaminada, lista para cualquier anestesia. Me miré de arriba abajo, de abajo a arriba y juro que me vi huecos. Pensé: “Joder” (lo siento, a veces mis pensamientos hablan mal). “Joder, que era eso, que dejo pasar la luz”.

Me agaché, fingiendo recoger algo, y vi que el señor de detrás se iluminaba a través de mi estómago, y vi también que escribía feroz y sonriente. Con la autoridad que dan las fracturas luminosas, me acerqué renqueando y le pregunté qué hacía.

No me vio.

“Si soy transparente es que estoy fracturada entera”, pensé.

Alcé la voz:

- Perdona, ¿qué escribes tan feliz y tan furioso?

Las fracturas me estaban enloqueciendo (no suelo meterme en la vida de los demás), pero era un tipo tolerante.

- El mail en el que envío la versión definitiva del guión.

- ¿Qué guión?

- Mi guión. Me acaban de confirmar que se produce.

- Enhorabuena.

Volví a mi mesa, procurando colocarme exactamente igual para mantenerle el caudal de luz, y el guionista iluminado acabó, cerró el ordenador, se levantó con el guión enviado y el portátil bajo el brazo.

De camino a la puerta, se detuvo un segundo: “Gracias por la luz. Eres la primera persona que sabe lo de mi guión. Disfrútalo: hay que disfrutar lo bueno que les pasa a los demás”.

***

“Joder”, volví a pensar. “Mi vida se parece cada vez más a un libro de autoayuda. Estoy entre Albert Espinosa y Paulo Coelho si no fuera porque jamás venderé tantos libros como ellos ni creeré en sus dioses…”. Y entonces llegó mi cita.

***

Siempre que salgo del médico me pongo una reunión interesante para olvidar mis fracturas. Aquel día era un empresario con una proposición honesta.Un tipo que odia la palabra emprendedor, se desplaza en BiciMad, vota partido emergente y tiene seis o siete startups. Todo esto a los cincuenta, que mola mucho más que a los treinta.

Es listo, el cabrón. Y seductor.

***

Enseguida se puso en modo coach. “Eres una mezcla de talento y tormenta. Siempre viene junto”, me dijo para convencerme. Y yo, como siempre que alguien intenta explicarme, despejé con una estupidez.

- Pareces Yoda.

- Escúchame…

- No, no te escucho. ¿No ves que estoy fracturada? Los fracturados dejamos pasar la luz pero bloqueamos el ruido.

Estábamos a punto de discutir como hacen las parejas y no deben hacer, jamás, los empresarios y las fracturadas, pero nos interrumpió una señora elegantísima que se acercaba a nuestra mesa. “¿Os sobra algo? ¿Me podéis ayudar?”.

Tenía más de ochenta años, una mirada clara y brillante y la cabeza bien alta. Le dimos lo que pudimos, silenciosos y rápidos, porque nos pareció que su dignidad no quería hablar.

Nos devolvió el último billete.

- Este mes no necesito más. Gracias.

Cuando se fue, me oscurecí y me eché a llorar.

- No te desates, tormenta.

- La pobreza, la enfermedad y la vejez. Así nos igualamos todos… Vaya mierda.

- Ey, mírame…

***

A mi empresario le gusta hacer cosas y ayudar a los demás.

- Vamos a pasear… Seguro que no eres capaz de llorar y pasear al mismo tiempo.

Y dije la segunda estupidez, una frase grandilocuente esta vez:

- Vale. Prefiero caminar sin sangre que instalarme en la desesperanza.

El empresario me miró:

- ¿Así de cursi? No te pega.

Caminamos mucho rato y me explicó un plan de economía colaborativa. La versión 2.0 de algo que ya vivimos hace años: familias que adoptan ancianos, ancianos que adoptan familias… En modo app y para todo: recados, favores, ingresos, médicos, alimentos…

- Pero lo que hay que hacer es no llegar a esto.

- Mientras tanto...

- Y que nos siga doliendo el dolor de los demás.

- Para curarlo, tormenta, no para quedarnos pegados al sufrimiento.

Decencia

- (…)

- Ganará el Atleti, fracturada.

Ganó. Ganamos.

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