Buzón de Voz

Hasta la investidura y más allá

Se ha estrenado este martes el primer acto de una larga función política cuyo desenlace (salvo sorpresa mayúscula) es conocido por todos, tanto actores como espectadores: Mariano Rajoy será investido presidente del Gobierno este verano. El único suspense se refiere al tamaño de la herida que la investidura puede causar en el PSOE o en algún otro partido, a quienes se traslada la responsabilidad de sostener el funcionamiento de la democracia por parte de quienes, precisamente, han llevado el sistema al borde del colapso. Las fuentes más fiables y mejor informadas (si es que queda alguna que verdaderamente lo esté) apuestan por una legislatura corta, de dos años, poco fecunda en leyes pero inevitable para que PP y PSOE aborden una renovación interna de calado y Podemos descubra si es capaz de ocupar el espacio socialdemócrata o se queda en un extremo del tablero.

Pongamos en orden unas cuantas notas acumuladas desde el 26J hasta hoy:

   - Los estudios postelectorales nos permitirán saber qué factores han llevado al PP a sumar 137 escaños, qué peso ha tenido el discurso del miedo, el Brexit de última hora o la ‘no investidura’ de Pedro Sánchez en la frustración de las expectativas generadas por Podemos o en el resultado menos malo de lo esperado en el PSOE. De momento los análisis de las causas son especulativos, intuitivos y parciales. Lo que no tiene duda es que el PP y Ciudadanos suman 169 escaños, a siete de la mayoría absoluta y holgadamente por encima de cualquier opción de acuerdo por la izquierda.

   - Sostener solemnemente y al mismo tiempo (como han hecho Ciudadanos, PSOE y otros) que no se va a facilitar un Gobierno de Rajoy y que tampoco habrá terceras elecciones es un doble axioma imposible. Es cierto que una tercera vuelta en las urnas no interesa absolutamente a nadie salvo al propio Rajoy, como también lo es que no hay ninguna otra alternativa que se acerque a una mayoría suficiente para gobernar. Por tanto lo único que se está avanzando es que la investidura de Rajoy se producirá aunque sea en el último minuto.

   - Han hecho un flaco favor al PSOE los dirigentes que, como Guillermo Fernández Vara, han manifestado desde primera hora que los socialistas deben abstenerse para facilitar la gobernabilidad. Debilitan gravemente cualquier otra posible estrategia, como la de “compartir el dolor” e intentar que otros grupos políticos (Unidos Podemos y/o los nacionalistas) asuman una cuota de esa responsabilidad. (Aquí mismo la argumentó el diputado malagueño José Andrés Torres Mora).

   - Amplios sectores de las bases socialistas no olvidan que el PP jamás se comportó de forma responsable con el PSOE en el gobierno, ni en la reforma del Estatut de Cataluña ni en el proceso que llevó al fin del terrorismo de ETA, por ejemplo. Tendría que derrochar creatividad el autor de una pregunta a los militantes del PSOE para que una mayoría se pronuncie a favor de permitir gobernar al partido de la Gürtel, Bárcenas, Rita Barberá, el borrado de los discos duros, los sobres de dinero negro o las conspiraciones de Fernández Díaz. La abstención (máxima o mínima) puede ser suicida para el futuro del PSOE, que dejaría de ese modo un nuevo carril expedito para que Unidos Podemos ejerza como única oposición al gobierno del PP.

   - Quienes aún confían en la posibilidad de que Rajoy se inmole a cambio de que el PP logre gobernar lo tienen crudo. No sólo porque la subida del voto al PP y la caída de Ciudadanos el 26J fortalecen su liderazgo en la derecha sino porque los mismos poderes económicos, empresariales y mediáticos que empujaban a esa inmolación prefieren ahora la continuidad de Rajoy ante el riesgo de que el PP entre en lo que denominan Proceso PSOE, una etapa de tensiones internas sin liderazgo claro como la que se ha producido entre los socialistas desde la retirada de Zapatero. 

   - Por enésima vez, la pretensión de Rajoy y del PP es vestirse el traje patriótico para aferrarse al poder de la forma más cómoda y sencilla: que directamente PSOE y Ciudadanos les permitan seguir en la Moncloa. Casi forzado por la negativa del PSOE, Rajoy se ha visto con Coalición Canaria y este miércoles tiene cita con el PNV. ¿Está dispuesto el PP, después de todo lo que ha bloqueado el proceso de paz en Euskadi, a aceptar el acercamiento de presos o la cesión de la política penitenciaria? ¿Tiene algo nuevo que decir respecto a un diálogo sobre el modelo de Estado? Muy difícil, también para el PNV, con unas elecciones vascas en otoño.

Las etapas políticas sólo pueden analizarse con algún fundamento desde la perspectiva que otorga el tiempo. Si levantamos la vista por encima del muro que supone la investidura pendiente, sólo podemos atisbar una nueva fase en la que necesariamente se producirán nuevos terremotos políticos. Entre otras razones porque siguen pendientes, por muy diferentes razones, en el PP y en el PSOE.

Un desprecio olímpico

En el caso de los socialistas, Pedro Sánchez consiguió esquivar el mal resultado del 20D y aplazar el Congreso Federal; ni Felipe González ni Joaquín Almunia ni Alfredo Pérez Rubalcaba pudieron sostenerse en la secretaría general acumulando derrotas. Sánchez pretende seguir al frente con el argumento de que a él le ha tocado afrontar el tsunami de Podemos. La socialdemocracia necesita liderazgos sólidos casi tanto como una hoja de ruta que dé respuestas solventes al discurso único del neoliberalismo y a la complejidad de los problemas causados por la globalización (muy especialmente la gran brecha de la desigualdad).

En el caso del PP, cometería el error más grave si insiste en utilizar el triunfo del 26J como una especie de lavadora de todos sus pecados. La salud democrática no debe aceptarlo, ni a medio plazo lo resistiría. En El hada democrática, un ensayo tan lúcido como provocador, el pensador italiano Raffaele Simone advierte que “el paradigma democrático debería contener reglas no sólo para favorecer el acceso al poder sino también para expeler a cuantos hayan echado raíces en él”. Es obvio que Rajoy ha echado raíces en el poder, al que lleva décadas encaramado, en compañía además de personajes tan fiables como Luis Bárcenas o Jorge Fernández Díaz. En Reino Unido los cargos políticos dimiten ante el más mínimo tropiezo (incluso lo hacen cuando ganan de mala manera, como les ha ocurrido a los voceros del Brexit). Aquí, por costumbre quizás derivada de nuestro pasado autoritario, monárquico y militar, no dimite ni dios. Ni una jefa antifraude a cuyo marido investigan (precisamente) por fraude, ni un ministro del Interior grabado conspirando contra adversarios políticos… Prefieren esperar a ser destituidos, si fuera posible como en el franquismo, con “agradecimiento por los servicios prestados”, o mejor aún, con una embajada.

Aquí las destituciones son decididas (o no) por un presidente que enviaba mensajes de apoyo a su tesorero cuando ya se sabía que éste tenía cuentas millonarias en Suiza. Un presidente que se siente refrendado, incluso regenerado, por las urnas. Si ha sido capaz de resistir tantos “tropiezos”, aún intentará manejar su propio relevo en el PP con la calma que acostumbra,  y con el BOE (y la hucha de las pensiones) en sus manos. Al final volvemos a Unamuno: "Es inútil callar la verdad. Todos estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que nadie piensa en serio en regenerarse a sí mismo".

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