Caníbales

Mirar, ver, estar

- ¿Has venido conduciendo?

- En autobús.

- ¿Tienes que trabajar al salir?

- Siempre, pero es la hora de comer: puedo parar un minuto...

- Vale. Abre el ojo.

Y, así, a traición, te dilatan la pupila y te dejan ciega.

- Oye, que me gustaría ver…

- Tranquila, el efecto se pasa a las dos horas.

Cinco horas después, sigues sin ver. No puedes leer, no puedes escribir, no puedes trabajar. Por tanto, no acabas el power point, no mandas ese mail urgente, no…

***

Casi a las ocho de la tarde sí que ves: ves policías, perros y vallas alrededor del Bernabéu. Como todos los días de partido, han cortado las calles, han paralizado el tráfico y nos han dejado sin autobuses.

Vamos, que nos han jod***. Lo llevamos con resignación, pero los vecinos de Chamartín no tenemos helicóptero ni somos todos vikingos; tampoco seguimos el horario de la liga, la champions y los partidos benéficos como si fueran las notas de selectividad…

Uno de los dos, la alcaldesa o Florentino, deberían mandarnos un whatsapp cada lunes. “Querido vecino, esta semana relájate y disfruta: ¡no hay partido!”. O el contrario: “Lamentamos informarte, majete, que no es un partido importante, pero olvídate de que el 150 pase por Padre Damián. Y, si quieres volver a casa, asegúrate de hacerlo después de que haya empezado el partido y antes de que acabe”.

Wishful thinking.

***

Sorteando vallas, aficionados y puestos de chuches, consigues llegar al edificio con el tiempo justo para hacer la llamada de rigor:

- ¿Qué tal el primer día de fútbol? ¿Saben ya que eres la única niña capaz de igualar a Griezmann?

Pero no se pone la niña, sino el adulto que cuida de ella y de la cachorrita. Y todo empieza a sonar fatal:

- Es que… Estás ocupada, ¿verdad?

- Entro ahora en una reunión importante.

- Es que… Es que… Es que…

El “es que” se te clava un millón de veces. A la cachorrita la ha atacado un perro asalvajado cuyo dueño andaba a cien metros de distancia, en su teléfono, en Pokémon Go, en Babia. Cuatro mordiscos muy graves, dos menos graves. La perra está destrozada.

- Pero ve, ve a tu reunión…

Entrar en una sala sangrando las heridas de tu cachorrita no es la mejor manera de demostrar brillantez en el trabajo. Avisas y huyes. “¡Al veterinario!”, le gritas al taxista. Y entonces escuchas la aterradora risa del policía: el partido, señora, tiene preferencia sobre su dolor, eligió un mal día para ser atacada”.

***

Setenta minutos para un trayecto de cinco y, mientras, la perra anestesiada, pelada, agujereada, drenada, deprimida, doliente… Coja.

***

El veterinario llora y la cachorrita te recibe con una mirada de alivio. “¡Por fin!”, dice. La llevas en brazos a casa, le susurras cosas que sólo ella entiende, la dejas bien acompañada, corres a una cena que no puedes anular, te sirven un vodka, inventas una gran marca, mejoras el mundo de un amigo, vuelves a tu mundo, abrazas a la perra, sueñas sus pesadillas, te despiertas con su sangre

***

En las pelis de héroes parece fácil salvar a quien quieres de cualquier peligro. Basta con ponerte delante de las balas. Basta con estar atento, basta con estar.

***

Al día siguiente, el cirujano es bueno pero el músculo apenas aguanta. La cachorrita puede perder el carácter, también la pata. No camina. No sonríe. No come. No habla. La perra es puro dolor.

***

Te piden que denuncies, pero denunciar no cura y tú sólo quieres decirle una cosa al dueño del perro atacante: “Responsabilidad, colega; un perro es una responsabilidad”.

¿Complicado o transparente?

La responsabilidad es mirar, ver, estar. Cuidarle, quererle y que no le hieran. Cuidarle, quererle y que no hiera a los demás.

***

Mi cachorrita era responsabilidad y, también, amor, alegría, ternura, hambre, locura y felicidad. Ahora es responsabilidad y dolor. Pero la miramos, la vemos y estamos con ella: volverá.

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