Qué ven mis ojos

Es más fácil quemar al hombre de paja que evitar que se propague el fuego

“Muy pocos saben arreglar lo que puede romper cualquiera."

Lo malo de las frases hechas es que no necesitan al que las dice, vienen con el significado de fábrica e incluso hay ocasiones en las que pueden llevarle la contraria. En resumen, que las carga el diablo. Cuando la presidenta de la Junta de Andalucía, por ejemplo, afirma que está al servicio de su partido y disponible para ocupar el puesto que le den sus compañeros “en la cabeza o en la cola”, tal vez olvida que la cabeza de esa frase es de ratón y no se da cuenta de que esa imagen simboliza de manera dolorosa lo que va a ser el PSOE después de poner el Gobierno en manos del PP, con el argumento insultante que ya utilizó ayer el presidente de la gestora, según el cual “una abstención no es lo mismo que un apoyo”, y olvidándose de que las famosas razones de Estado no van a hacer desaparecer la trama Gürtel, las operaciones Púnica y Taula, los papeles de Bárcenas, los sobresueldos, las cajas-B, los recortes injustos, las cuentas en paraísos fiscales o la financiación ilegal de la derecha más corrupta de Europa, la que ha saqueado España con una bandera en la mano. Quizá los decapitadores de la calle Ferraz, que dicho así suena a novela policiaca del siglo XIX, no conozcan ese proverbio árabe que dice que no hay peor necio que quien dispara a su caballo para espantar las moscas que le rodean, pero eso es justo lo que han hecho. Me da la impresión de que esta vez la obra va a acabar, tarde o temprano, de otra manera y la cabeza que van a servirle a Salomé en la bandeja, va a ser la suya. El verdugo ya se ha puesto su traje de calle, pero el hacha sigue dando vueltas.

La derecha ha vuelto a casa y la izquierda se ha ido con otro

El problema de darle armas al enemigo es que las usa contra ti; y lo peor es que lo hace cuando, gracias tu ayuda, es el doble de fuerte. Para demostrarlo, el PP de momento ya no se conforma con la abstención de sus rivales para seguir en el palacio de La Moncloa, ahora da otra vuelta de tuerca y advierte que sólo aceptará un pacto “que garantice la gobernabilidad”. Dicho en plata: o los socialistas interpretan el papel de convidados de piedra en el Congreso o Rajoy girará ciento ochenta grados el discurso para ir a unas terceras elecciones en las que el último sondeo conocido dice que su formación lograría 159 escaños y la de Susana Díaz, 68. Va a ser como el Titanic, sólo que aquí el iceberg lo han puesto delante el capitán del barco y la mitad de su tripulación, para los que al parecer ha podido más el pánico que le tienen a Podemos que ninguna otra cosa. La pregunta sería, ¿a qué le tienen tanto miedo? ¿A ser suplantados o a ser descubiertos? Porque el ardid del nacionalismo no se lo creen ni ellos, que saben que los indeseables de hoy son los compañeros de viaje con los que pactaron en el pasado y volverán a hacerlo en el futuro. Las declaraciones de Josep Borrell, que sabe mejor que nadie cómo se las gasta la vieja guardia del PSOE con los díscolos, sentenciando que la formación de Pablo Iglesias es donde van a parar muchos de los hijos de los socialistas, quiere decir que en ella es donde se han refugiado algunos de los ideales perdidos de sus mayores, y en especial todos los que han ido abandonando en nombre primero de la socialdemocracia y después del neoliberalismo. El PSOE no tiene un problema de candidatos, sino de identidad.

En esta película no hay buenos, ni siquiera la víctima del último capítulo del drama, dado que Sánchez, que tal y como lo ven sus verdugos es un hombre de paja que cobró vida y se rebeló contra los dueños de la granja, lo ha hecho rematadamente mal, ha sido una máquina de perder elecciones, ha ido apostando a cara o cruz y a derecha e izquierda según la moneda daba vueltas en el aire y para quitárselo de en medio sus opositores no han tenido más que copiar lo que él le hizo, por ejemplo, a Tomás Gómez. Pero lo que sí ha habido en esta crisis es dos divorcios: uno entre el secretario general y sus célebres barones y otro entre el aparato y la militancia. El primero es más fácil de subsanar, basta con sustituir a un dirigente por otro, y además va a ser pan comido que la nueva jefa recabe dentro y fuera más apoyos que su predecesor; el segundo resulta más complicado: no hay recambio para tantos carnets. Los conjurados sabían eso y también que les va a ser muy difícil justificar su golpe de mano, porque otra frase de su lideresa, en la que dejó caer que “el PSOE no es sólo de sus militantes”, esconde una trampa: los que votan a un secretario general sí que son nada más que ellos, y si llevamos la discusión a ese territorio las cifras resultan demoledoras: hay 190.000 afiliados y a él lo han echado media docena de presidentes autonómicos o, si se prefiere, veinticinco manos alzadas en el aquelarre del otro día: perdió por 132 a 107. No da la impresión de que eso sea más democrático que celebrar unas primarias.

“Los dioses se arrodillan en tu casa”, dice el poeta Jordi Doce en uno de los versos de su nuevo libro, No estábamos allí, recién publicado por la editorial Pre-textos. La batalla de la calle Ferraz, que dicho de ese modo esta vez podría ser el título de uno de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, ha dejado a mucha gente así, de rodillas, doblegada por otros, a sus pies. Y es muy complicado salir de la humillación con una bandera blanca. En el libro hay también otro texto que se titula “Tregua” y nos hace pensar que el rencor es una flor amarga y llena de espinas que crece en la tierra de los vencidos: “Bajo el agua de cobre de la tarde / mira cómo la sangre pactó con sus demonios. / Días sin culpa, dioses próximos / como el aire que silba en los aleros: / la luna que es amiga del erizo de mar; / el sol, que da calor a sus entrañas.” Leído entre líneas, lo explica todo. Y depende de lo que pase si alguna vez vuelve a haber unas elecciones primarias en el PSOE, puede que también lo haga la última línea de la obra, esa que dice que “así empiezan los cuentos: un viajero regresa a casa”. De momento, Pedro Sánchez sigue de diputado y anuncia que se presentará de nuevo. De momento, la lucha de los barones y los barómetros la ganan los segundos y las urnas de diciembre o de dentro de tres años anuncian una venganza. Los que han ganado tendrán que pagar el precio de su triunfo y ya se pueden ir acostumbrando a vivir con esa espada de Damocles encima, porque son ellos quienes la han colgado del techo.

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