Qué ven mis ojos

Gane quien gane, van a perder todos

“La libertad no está en el camino de los obedientes."

Torres más altas han caído, si no lo veo no lo creo, parece mentira, vivir para ver, quién lo hubiera pensado… El lenguaje está lleno de frases hechas que expresan el asombro que sentimos cuando lo que parecía firme se agrieta, lo que se creyó estable se tambalea, los cristales antibalas se rompen igual que copas de champán. En el territorio de la economía y el trabajo, la crisis se ha llevado por delante empresas que considerábamos sólidas como montañas, fuera y aquí, de la General Motors a American Airlines, de Lehman Brothers a Kodak y, entre nosotros, de Bankia a Pescanova y de los electrodomésticos Fagor a la firma de ropa Blanco. Otra vuelta de tuerca del capitalismo feroz que nos asfixia y todo fue igual que en un poema de Viaje a la nada, el último libro de la escritora Elsa López, recién publicado por Hiperión: “Caer en el vacío. / Sentir que el suelo se desploma a los pies, / se camina a ciegas por la negra penumbra. / (…) Así llega lo gris. / Así las amarguras.”

En el terreno de la política, el desprestigio en el que han caído por méritos propios las instituciones de casi toda Europa se lo ha puesto en bandeja al neoliberalismo, esa dictadura sin tanques que consiste en cambiar líderes por títeres, dos palabras que suenan parecido pero son justo lo contrario una de la otra. Hoy en día, le echas un vistazo a los aspirantes a presidente en los distintos países y a la mayoría de ellos se les ven las cuerdas con las que los mueven desde la sombra. Pero a esos titiriteros nadie los detiene y los lleva a un calabozo, porque son los dueños del circo.

A las puertas de un nuevo asalto a La Moncloa del PP, en esta ocasión con el PSOE haciendo el papel de alfombra, resulta increíble la forma en que los llamados barones del socialismo han arrastrado a un callejón sin salida a una formación sin la que no se puede entender nuestra democracia y que, sin embargo, va a tener muy difícil su supervivencia a partir del momento en que facilite otro Gobierno del partido más corrupto del continente, el mismo que está sentado en el banquillo por financiarse ilegalmente y al lado de los cabecillas de la trama Gürtel, una gente que ha dejado muy claro qué tipo de saqueadores han tenido la llave de nuestras cajas fuertes y para qué las han usado. Es cierto que si todo esto sucede es porque el nivel de tolerancia con el delito que hay aquí y que sería impensable en cualquier otro lugar, nos obliga a llegar a conclusiones muy inquietantes, y la peor de todas, que lo que se justifica es porque de un modo u otro se comparte o al menos se entiende, lo que se le tolera a otros es porque se piensa que, dado el caso, uno también lo haría. O simplemente, porque hay demasiadas personas con alma de súbdito, que se conforman con comer, aunque sea de rodillas, lo que dejan caer los poderosos desde las alturas. Siempre ha habido clases, suelen decir, y con eso se resume y se blanquea la oscuridad, como si uno pintara de cal un muro.

Hay que trabajar menos y cobrar más

El PSOE lo tiene muy difícil porque no le queda nadie que tenga un pase, que desprenda luz o genere ilusión; la burocracia y el aparato lo han devorado y donde había madera sólo quedan termitas. Su pánico a ser adelantados por Podemos y su incapacidad para entender de qué lado soplaba el viento de la historia lo ha dejado paralizado, lo único que se les ha ocurrido es montar un motín y tirar por la borda al capitán en mitad del combate, y al final sólo ha servido para convertirlo en un héroe, al cortarle la cabeza lo han vuelto más alto. Todo de una torpeza incalculable y hecho con un estilo cuartelero que se pone de manifiesto cada vez que se le acerca un micrófono a sus sargentos para que digan cosas del tipo de las que dice Fernández Vara: que no les van a preguntar su opinión a sus afiliados porque hacerlo “no está en la cultura ni en los Estatutos del PSOE” y que “cuando se consulta a la militancia desaparecen los matices”. Es curioso que a la hora de llegar a un acuerdo con Ciudadanos, ninguno dijera nada de eso. Para darle la razón y certificar que los suyos van a abstenerse en el Congreso, a hacer presidente a Mariano Rajoy y, con ello, a pasar por alto la Gürtel, la Púnica, la Taula y demás, el número dos de Susana Díaz declaró ayer que “ningún socialista quiere que gobierne el PP”, dando a entender que ellos no lo son, o que pueden serlo o no serlo según las circunstancias. No es que no los entendamos, es que no dicen nada. Donde ellos predican, es el desierto.

En Barcelona, el secretario general del PSC, que ha sido reelegido, éste sí, con las primarias y la limpieza democrática a las que no quieren arriesgarse en la calle Ferraz, olvidando que la frase “todo para el pueblo pero sin el pueblo” va asociada a la teoría del “despotismo” –lo que Susana Díaz llama, en la onda elíptica de una María Dolores de Cospedal, “hacer pedagogía de la abstención”–, jura por tierra, mar y aire que mantendrá el no al jefe de Bárcenas, Rato, Mato, Matas, Rita, Granados, Aguirre y demás, y eso hace evidente el papel de acompañante que le espera al PSOE en esta legislatura y en las que vendrán, porque la pelea a cuchillo es entre Andalucía y Cataluña, y en esa lucha, gane quien gane pierden todos, ya que sin cualquiera de esas dos federaciones, el partido no tiene la más mínima posibilidad de aspirar al Gobierno. Pero eso es lo que ordenan desde las alturas. “Cae del cielo la nada. / Nubes blancas (…) / tienen su forma. / Esponjosa la nada. / De algodón la nada. / Los cuervos gritan alborozados / el paso de la muerte”, dice Elsa López en su libro.

Vivir para ver, quién iba a imaginar un PSOE que hace de porteador a su rival de siempre por miedo a los de ahora, que usa su propia bandera como bayeta para fregar los suelos de la calle Génova, le presta su lavadora al adversario para ayudarle a lavar los trapos sucios y se olvida de los recortes, el ataque al Estado del bienestar, la destrucción de la Sanidad y la Educación públicas… Y que saltándose todas las líneas rojas, trata de obligar al mismo secretario general al que acaban de cortar la cabeza a que también se abstenga en la sesión de investidura o no vaya por ahí ese día. Las mentalidades autoritarias funcionan así, nunca ofrecen más que dos alternativas: la obediencia o el destierro. Y de cualquier manera, las formas sí que importan y éstas han sido y son de la peor especie. Torres más altas han caído, y todas ellas sobre los que estaban dentro, pero también sobre los que estaban abajo. Los militantes a los que hoy no quieren dejar hablar para que no les digan lo que no quieren saber, en muchos casos son mujeres y hombres que lo han dado todo por esas siglas, en los buenos tiempos, en los malos y en los peores, y que no se merecen ni ese trato ni a estos mandamases que sólo les ofrecen formar parte de un desfile en el que ellos, la lideresa y sus barones, van delante y los que les siguen puedan ser tristemente descritos con otros versos de Elsa López: “detrás, la nada. / Y después de la nada, nada. / Sólo el silencio que llevamos dentro”.

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