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Caníbales

Ganas de engordar

Esperé hasta el miércoles antes de empezar esta columna. Necesitaba escribir sabiendo que había ganado Hillary. Por si acaso, el martes por la noche, con los nervios afilados, las urnas abiertas y la cachorrita en el hospital, me empastillé para dormir sin miedo. Me despertó un teléfono que agonizaba, sepultado por whatsapps apocalípticos y sentí la espantosa certeza de esa vieja condena: que dios no nos dé todo lo que somos capaces de soportar.

Remoloneé entre tuiteros –se lamentaban, se reían, (nos) comparaban, daban lecciones…– y, en cuanto pude pensar, me pasé al interactivo del New York Times: qué edad, raza, ingresos, sexo… tenía cada voto. Muchos datos y ninguna respuesta. El editorial titulaba What happenned, sin question mark, pero no sabían qué había pasado.

Bailaba por ahí un tuit de Manuel Marlasca: “Ni twitter, ni la prensa, ni las estrellas del rock, ni los actores eligen presidentes o deciden referéndums. Lección que debemos repasar”.

***

A la hora del aperitivo, nos fuimos a buscar a la cachorrita. La calle estaba vacía y el McDonald’s lleno, pero lo archivamos como anécdota y no como categoría. Íbamos concentradas: sumando matrículas para encontrar el número más alto, el más bajo y una proporción justa de múltiplos de tres (son perversiones, sí, pero son las nuestras).

En el hospital, la veterinaria sentenció “Ya no tiene sentido eso de un hombre un voto”. Discrepamos en silencio, pendientes de la perra que subía contenta, estrenando esterilidad.

– Cuidado, que ahora va a engordar.

– Pues la querremos más.

***

La calle seguía desierta y el whatsapp lleno: “¡Maldito populismo!”, gritaba el único amigo que tengo que textea la exclamación de apertura.

– Define “populismo”– le pedí en un audio–. Toda la campaña se la ha pasado culpando a los demás.

– ¿Y qué otra cosa te crees que es el populismo?

***

Al llegar a casa lo miramos en el diccionario: “Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Lo cual, en sí, no es ni bueno ni malo; depende… ¿atraer para qué? ¿Para solucionar sus problemas o para llegar al poder? ¿Policy o politics?, que diferenció Borrell.

***

(Oigo los gritos de mi amigo el exclamador sin necesidad de que me escriba: “¡Ingenua!”).

***

Es evidente que a Donald Trump sólo le importa su ego. Es evidente que algo falla si ése es el candidato 0 en un mundo binario (0 Trump, 1 Hillary). Es evidente que el maniqueísmo nos va a matar por falta de matices.

***

En Madrid era fiesta y, por aquello de llevar la contraria, convocamos reunión. Mientras esperaba al boss, escuchaba la conversación de dos camareros mexicanos. No hablaban de Trump, sino de otro tipo de terror: los precios del cine cuando no es día del espectador. Uno había visto Ouija 2.

Entró un señor con ganas de refunfuñar: quería un gintonic con tónica zero. “No tenemos”. “Tenéis que comprar”. “No sé, señor”. “Te lo digo yo, que la quiero: no tiene calorías”. “No sé, señor”.

La mujer del cliente lo aguijoneaba con los falsos beneficios del edulcorante. “¿Y a mí qué? Sólo quiero que compren tónica zero”, la ignoraba el cascarrabias mientras el camarero servía tónica normal, se escabullía y se refugiaba detrás de la barra.

Llegó el bossboss.

– ¿Tú tienes miedo de Trump?– le pregunté.

– Sólo temo tu tristeza.

– ¡No seas cursi!

– Es la verdad…

– ¿Tampoco tienes miedo de engordar? Hoy todo el mundo tiene miedo de Trump o de engordar…

– ¿Qué dices, loca?

Pidió un gintonic sin peros y el camarero, agradecido, nos llenó la mesa de gominolas y frutos secos.

– La bolsa ha subido, rojilla, que lo sepas.

– (…)

– Seguro que a ti no te gustan los refranes…

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– Los odio.

– Pues lo que no mata engorda.

Dio un trago a la copa, yo abrí el ordenador y nos pusimos a trabajar. Hay que seguir construyendo, con o sin Trump.

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