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Caníbales

2186

–Todo ha cambiado desde que salió del armario la primera princesa…

R. me hablaba de Frozen. Cuando se estrenó (2013), la vi dos veces (la primera porque sí, la segunda por un amigo sin hijos que nos necesitaba de excusa). Me gustó: las princesas no buscaban emparejarse, la música tenía fuerza... Luego la calle se llenó de niñas de purpurina y las tiendas empezaron a escupir merchandising poco imaginativo, nada progresista.

Quizá por eso (y por torpeza), no registré que Let it go era, dicen R. y The Guardian, el canto de libertad de Elsa y, también, su salida del armario.

–Ahora que la procreación es independiente de de la pareja –seguía R.– quedan pocos años para que, ¡por fin!, todos seamos bisexuales.

–Pero la procreación no se ha independizado de la mujer –interrumpí–. ¿Cómo encaja eso en tu distopía?

–Para entonces los vientres serán como las impresoras 3D, externos, rápidos, fiables –señaló J., el tercer vértice de nuestra comida triangular.

***

Al teatro fuimos en triángulo femenino (Invencible, grandísimos actores, impresionante viaje emocional). Luego, comentando la obra y la vida, acabamos mezclando la profesión, la castidad e Instagram.

–Si tienes que estar todo el día alimentando las redes, con los abdominales impecables, y además trabajar, y hacer la compra, y vivir, así en general, no tienes tiempo de ligar…

–Y el problema de que tampoco puedes tirarte a alguien con menos followers que tú…

Bromeábamos, por supuesto, pero el mundo va en serio: cada vez es más frívolo.

***

Y peligroso.

Teníamos partido y los contrarios atacaban señalando una obviedad: "Que no la cubro, joder, que sólo es una chica". Somos el único equipo de la liga con una niña y nos la estaban descentrando. Si la vida fuera una peli (de Disney o Quiero ser como Beckham), mi pequeña delantera les habría marcado siete goles (en la boca), pero…

Llegará.

Justo esa mañana, J. me había enviado un link sobre fútbol infantil: "Separar niños y niñas es un paso atrás; no segreguen los equipos hasta los 14 años" (aquí):

Contundente.

Tanto como el mail que le devolví: "2186, el año en que hombres y mujeres alcanzarán (si nada se tuerce) la igualdad económica".

–Podríamos hacer una película o montar un macrochat con esa cifra espeluznante (como el 1984 de Orwell en su momento).

–También podríamos cambiar el mundo: a antes, a mejor.

***

Ante tanta distopía, obedecí a Sara y puse un capítulo de Black Mirror: Nosedive (E1, T3). En un mundo que parece dulce, la amargura se esconde en cada móvil: todos los habitantes del planeta tienen un valor "social", público, inseparable de su identidad. En cada interacción, valoras y te valoran. Si tu puntuación es baja, no tendrás un buen trabajo ni una casa digna. Si tu puntuación es alta, la puedes perder. ¿Y qué puntúa? Lo mismo que ahora: la vacuidad. Fotos perfectamente escenificadas de una felicidad falsa (sonrisas hipócritas, mentiras descaradas, cupcakes).

Avisé al triángulo femenino: "Confirmado: no rocéis a nadie con menos seguidores"y busqué esperanza en el reino animal: la perra estaba feliz. Como buena rojiblanca, creía que el último derbi en el Calderón iba a ser grandioso a pesar de que la conexión televisiva no quiso funcionar: estábamos viendo el partido por la radio cuando Cristiano empezó a marcar.

El abuelo y el robot

Cabezota, pasé todo el primer tiempo trasteando, conseguí conectar un móvil y se lo cedí a mi padre mientras, según los medios, Cristiano contestaba a Koke: "Maricón, sí, pero lleno de pasta, cabrón".

La tecnología es cada vez más lista, nosotros cada vez más idiotas.

2186 es un cálculo optimista.

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