Plaza Pública

El PSOE en la encrucijada (parte II)

M. Salvatierra E. Cascallana J.A. Barrio J. Quintana

4. Una operación truculenta.

Por un lado, sabiendo que la mayoría del comité federal rechazaba abiertamente ir a unas terceras elecciones y, con la boca cerrada, era propensa a la abstención y pasar a la oposición, sin atreverse a explicar cómo, Pedro Sánchez planeó buscar el apoyo directo de la militancia. Y, por otro lado, sabiendo que Pedro Sánchez elucubraba la maniobra de un plebiscito interno, los llamados “críticos” (encabezados por Susana Díaz) urdieron un plan para descabalgarlo de la secretaría general sin pasar por el trámite de presentar una moción de censura: que dimitiera la mitad más uno de la ejecutiva.

Lo que no imaginaron es que Pedro Sánchez era más duro que la estatua de Don Pelayo. En efecto, Pedro Sánchez no dimitió, pues de los estatutos no se deduce que tuviera que dejar el cargo.

Unos y otros maquinando verdaderas encerronas. La desconfianza era máxima o, mejor dicho, la máxima era “¡cuidado!”. Un espectáculo bochornoso, difícil de borrar y que jamás debemos olvidar.

Pedro Sánchez era consciente de que no podía sacar un gobierno alternativo; es más, nunca lo pretendió en serio. Incluso se negó a que los socialistas valencianos fuesen juntos con Compromís al Senado. Aunque en el programa de Jordi Évole, Salvados, emitido al día siguiente de presentar su dimisión (30-10-2016), acusara a Susana Díaz y al PSOE andaluz de no ser un “factor de estabilidad” (¡como si él lo hubiera sido!) e hiciera una enmienda a la totalidad de su propia gestión y construyera un relato completamente antitético con lo que pensaba unos días atrás hasta el punto de colocarse como verdadera víctima del Ibex 35, lo realmente cierto es que jamás tuvo la intención de alcanzar un pacto con Podemos. Le hizo un regalo inesperado a Podemos; Pablo Iglesias no se había imaginado la cobertura que le estaba dando Pedro Sánchez y, menos aún, los propios correligionarios de Sánchez (Hernando, Luena, Simancas, etc.). En el programa Fort Apache, titulado “El PSOE se desangra” (16-11-2016), Pablo Iglesias explicó que estaba dispuesto a gobernar con el PSOE, asumiendo el riesgo de que Podemos muriera, y que, sin embargo, “El PSOE jamás quiso gobernar con Podemos”. Y, previa aclaración de que no sabía si lo que iba a decir era o no conveniente, añadió: “Nos han hecho un regalo”, refiriéndose a la abstención (en https://www.youtube.com).

Los críticos querían la abstención pero no querían ser ellos los que la propusieran; querían que fuese Sánchez el que se manchara las manos y se quemase. Una oportunidad excelente para quitárselo de en medio en el congreso federal. Al final, todos sabemos el desenlace: Sánchez dimite tras perder su propuesta, se crea una gestora dominada por los críticos y posteriormente se convocó un comité federal (23-10-2016) donde salió adelante la abstención. Hubo 139 síes (59%) y 96 noes (40%), es decir, 43 votos de diferencia marcaron la pauta. Es verdad que la abstención no es garantía de gobernabilidad ni es un voto de estabilidad del gobierno; es dar salida a un gobierno.

5. ¿Qué hacer mientras estamos en la oposición?

Primero, deducir que de esa votación se sigue un “mandato imperativo” para toda la bancada socialista en el Congreso es forzar el razonamiento. Fuimos a una abstención sin contrapartidas, algo que podríamos haber intentado. Fuimos, se afirma, por responsabilidad: no podíamos volver a unas terceras elecciones. Pero también fuimos por debilidad: por miedo a que el PP sacara más escaños, dado que nos iban a crujir por irresponsables, y también porque corríamos el riesgo de que en las terceras Podemos diera el sorpasso y nos diera un repaso. Desde que emergió Podemos, el PSOE vive en estado de alerta. Pero sería un grave error entrar en una batalla sin tregua contra Podemos por ver quién se hace con la hegemonía de la izquierda. Ambas formaciones se equivocarían si optan por ese camino. La experiencia sindical española nos tiene que servir de guía: la UGT y las CCOO llegaron a la conclusión, tras años de lucha entre sí, que era mucho mejor para la clase trabajadora que ambos sindicatos unieran sus fuerzas contra los desmanes de las políticas neoliberales. Este es el camino; de lo contrario, gobernará la derecha sine die.

El objetivo de ir a una abstención completa y no técnica o selectiva era impedir la posibilidad del voto en contra, esto es, dejar sin cobertura a quienes se mantienen en el “no”. Sabemos que la Constitución dice que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo” (art. 67.2) y, no obstante, la actual gestora rechazó el precepto constitucional para imponer una orden férrea propia de un partido búnker. Una abstención implacable para, sobre todo, obligar a los /as discrepantes al silencio o a la salida de la Cámara. Un modelo de partido en el que ni siquiera cabe la libertad de conciencia. El imperio del ordeno y mando, del “yo soy la autoridad”, en el que la disidencia se disuelve en la obediencia, en el que el precio de la unidad vendría a ser la exclusión de la disidencia, no vaticina nada bueno.

Un partido de este tipo, si lograra la paz interna, sería la paz de los cementerios. Se podrían haber adoptado medidas más tolerantes, que no incrementasen la fractura y no profundizaran la herida. Y ello no habría significado admitir que unas conciencias sean mejores que otras o unas más cabales que otras, como piensan los/as que rechazan el voto en conciencia. Lo que no puede ser es que por el hecho de que al que manda o a la que manda no le guste ni comparta el voto en conciencia, todo el mundo tenga que renunciar a su conciencia. La conciencia del líder no debe ahogar a la de los demás. Una organización en el que impera la máxima “Si no te gusta, te vas” o si discrepas eres traidor o hereje, es una organización antidemocrática: un cuartel o una Iglesia. Ya lo hemos dicho, estamos radicalmente en contra de un modelo de partido que no respeta los derechos de ciudadanía.

En el ordenamiento democrático la dialéctica gobierno-oposición es esencial para dotar de estabilidad al sistema. La oposición juega un papel fundamental para garantizar el futuro de la democracia mediante unos planteamientos responsables articulados en consensos y disensos. Sin embargo, el PP puede pretender acusar de irresponsable al PSOE por divergir de lo que Enric Juliana ha llamado los cuatro ejes de la “alianza nacional”: mantener cierta benevolencia con Bruselas, tejer un mínimo consenso sobre el fondo de reserva de las pensiones, embridar al soberanismo catalán y parar los pies a Podemos (La Vanguardia, 24-10-2016) Lo manifestó Rajoy claramente el día de su investidura: “No se puede dar paso a la investidura y desamparar al gobierno”. Es decir, si hay desgobierno, los responsables son los otros. Una excelente manera de empezar. Este talante de la derecha española pone en evidencia su escasa voluntad de tejer consensos y su rancio desprecio a las opiniones ajenas.

El PSOE tiene que llevar a cabo una tarea de vigilancia y control del ejecutivo, criticar sus errores y excesos, hacer llegar a la opinión pública sus posicionamientos y acompañar la crítica con opciones y alternativas para obtener el respaldo ciudadano. Un modelo de oposición firme, coherente, responsable y pedagógica debe sortear lo que podemos denominar “oposición a la espera”, caracterizada por la pasividad y la falta de iniciativas porque estamos pendientes de resolver el conflicto interno. Aunque no estemos en un buen momento, necesitamos que el PSOE haga una oposición activa y con capacidad de interactuar y armonizar la vertiente institucional y la movilización ciudadana. El principal desafío que tenemos ante nosotros consiste en volver a ilusionar a los ciudadanos, en proponer proyectos de alcance social que nos devuelvan la confianza de los sectores progresistas. Hemos de recuperar la voluntad política de hacernos presentes en la calle, de dialogar y alcanzar acuerdos con las ONGs, con los sindicatos de clase, con el movimiento ciudadano para articular y proyectar sus demandas y expectativas a través de la acción parlamentaria. Todas estas actuaciones no tienen otro fin que el de contraer un nuevo consenso social con las bases de apoyo del proyecto socialista para, primero, garantizar y desarrollar políticas de bienestar y protección social; segundo, generar un plan nacional contra el desempleo y la precarización de las relaciones laborales en estrecho diálogo con los agentes sociales; tercero, evitar el choque de trenes entre Cataluña y España y la fractura social por motivos identitarios mediante la reforma de la Constitución; y, cuarto, participar activamente en la construcción de la Europa política, social y cultural. Esta es la tarea que tenemos por delante y, desde luego, resolver nuestras desavenencias en el próximo congreso federal.

6. Un congreso a corto o a medio plazo.

Hay quienes opinan que el congreso debe ser inmediato, que poco sentido tiene el debate de ideas y lo inútil que es enfrascarse en sesudas discusiones. Que hay que aligerar la carga porque el PSOE tiene demasiados documentos para todo y que esta vez tenemos que ser resolutivos: poner un/a secretario/a general que lo sea de verdad, esto es, que no sea títere de nadie. Cuanto antes vayamos al grano, mejor. Nosotros, por el contrario, creemos que la actual crisis del PSOE no se resuelve de un plumazo y menos aún celebrando primarias sin una previa deliberación sobre los aciertos y los errores del pasado y sobre cuál ha de ser del proyecto del socialismo español ante los actuales desafíos.

Hay quienes, por otra parte, piensan que es mejor no dar de lado a los debates teóricos y, en consecuencia, proponen realizar el congreso a medio plazo. En principio, esta iniciativa nos parece bien siempre y cuando no sirva para camuflar un soterrado objetivo: crear comisiones de trabajo y preparación de ponencias para, desde el punto de vista orgánico, “ganar tiempo” y, desde el punto de vista político, volver a más de lo mismo. En definitiva, aplicar la consigna del gatopardismo, que todo cambie para que todo siga igual, significa que no se ha entendido nada de lo que está ocurriendo. Este planteamiento choca con las demandas de nuestros militantes y votantes. Hay quienes dan por hecho que la organización interna del PSOE es deliberativa, federal, liberal-republicana, que el patrimonio de la izquierda reside en el PSOE y que el modelo bonapartista lo inauguró Pedro Sánchez. Pues bien, ni el cesarismo lo creó Sánchez, ni el PSOE es la única casa de la izquierda y la ampulosamente llamada “arquitectura organizativa” ya quisiéramos que fuese deliberativa. Nos hubiese gustado que ese “modelo liberal-republicano” hubiese funcionado de verdad cuando se reformó el artículo 135 de la Constitución. Por favor, seamos rigurosos y no digamos cosas que nos hagan sonrojar.

Queremos que el próximo congreso no sea fallido, queremos que antes de las primarias haya un debate exigente de ideas, no encumbrar a un líder sin haber examinado previamente cuál será nuestro proyecto futuro. Creemos que primero es mejor tener un proyecto y luego un líder y no al revés o peor: un líder sin proyecto. Y con relación a las primarias, a nuestro juicio, tendrían que ser sin avales, en caso de que haya más de dos candidaturas a doble vuelta y no deben ser utilizadas como instrumento de legitimación de exclusiones: hay que integrar las distintas posiciones.

El PSOE en la encrucijada (y III)

  (Mañana, parte III)

  -------------------------------------------Mario Salvatierra, miembro del comité federal del PSOE; Enrique Cascallana, ex alcalde de Alcorcón y ex senador; Juan Antonio Barrio, ex diputado nacional; y José Quintana, ex alcalde de Fuenlabrada y actualmente diputado autonómico en la Asamblea de Madrid

Mario SalvatierraEnrique CascallanaJuan Antonio BarrioJosé Quintana

Más sobre este tema
stats