Plaza Pública

De Villaverde a Vistalegre II

Víctor Rey

El pasado miércoles acudí a la asamblea de mi Círculo en Villaverde. Siete de la tarde. Llueve a cántaros. Compañeras y compañeros, gente corriente haciendo cosas extraordinarias. Primero Sol, que viene de una larga jornada de trabajo no remunerado. Está en paro y cuida de su madre. Aún no ha recibido respuesta a su solicitud de ayuda a la dependencia. Paquita, idéntica situación. Cuida de sus padres con el agravante de que está de baja laboral, se rompió la muñeca al caerse de camino al trabajo y la empresa no lo reconoce como accidente in itinere. Lucía, con una sonrisa de oreja a oreja tras una jornada laboral de aúpa. Kika, que venía de otro acto de Podemos. Feito, militante multidisciplinar que tras batallar en distintos frentes durante todo el día entrega la tarde-noche a Podemos. Siguen llegando. Dedicamos dos horas y media de asamblea a pensar mecanismos de financiación para el local porque en enero sube la cuota de alquiler y no hay recursos suficientes.

No todo son lamentos. Tras meses de intenso trabajo al fin se pondrá en marcha un gran proyecto levantado a pulso por las compañeras y compañeros de Podemos-Villaverde en colaboración con asociaciones del barrio: un servicio de atención a inmigrantes sin papeles para asesorarles acerca de cómo hacer valer su derecho a la asistencia médica. Varios espacios físicos en distintas zonas del distrito que hacen las veces de oficina y, como complemento, atención telefónica en la lengua materna de los propios inmigrantes: francés, inglés y rumano. Todo a coste cero. Las compañeras y compañeros de Villaverde prestarán ese servicio y atención de forma desinteresada con el único objetivo de construir fraternidad, solidaridad y barrio. Ilusión desbordante como motor del cambio.

Esa ilusión tiene rostro, porque los proyectos políticos tienen rostro. Son ellas y ellos los que sustentan esa iniciativa. Quienes definirán finalmente el modelo a seguir y las personas llamadas a defender el proyecto en los órganos serán como siempre las inscritas e inscritos en Podemos. No hay manifiesto sin personas, por eso se firman. No hay proyecto político sin personas que lo definan, defiendan y firmen. Por eso ideas y personas se deben votar a la par. Uno no forma parte de un órgano político como individuo desnaturalizado de las ideas que defiende, sino como parte de ellas. La aportación y legitimidad de las personas en política reside en las ideas que defienden.

Y otra vez sí, la ilusión.

El Podemos que queremos: Vistalegre II

Al margen de las etiquetas todas y todos queremos el mismo Podemos: transformador de la realidad social y fuerza gobernante. Discrepamos eso sí en el modo de alcanzar dichas metas. Yo defiendo un Podemos excepcional, algo que algunas compañeras y compañeros no comparten. Hay quienes entienden la excepcionalidad como antítesis de la voluntad hegemónica. Creo que se equivocan. Lo ocurrido entre el 20-D y el 26-J nos enseña algo, la excepcionalidad es sostén de nuestra fuerza, nutre nuestro cuerpo electoral y es la base de nuestro crecimiento como fuerza hegemónica. En ese periodo mantuvimos una posición áspera frente a un PSOE que nos quería arrastrar a un cambio en falso y obligarnos a renunciar a algunas de las apuestas políticas que nos trajeron hasta aquí, excepcionales y consideradas “perdedoras” poco tiempo atrás. Hubo compañeras y compañeros que dudaron incluso si ante el chantaje de nuevas elecciones y el posible desgaste, no nos quedaba otra que aceptar. Afortunadamente hablaron nuestras inscritas e inscritos y apostaron por la excepcionalidad. El coste inevitable: los votantes que creyeron que cerrábamos la puerta a un gobierno alternativo a las políticas de Rajoy.

Pero cometimos un error, creer que el coste era evitable. Para tratar de minimizarlo nos encerramos en el parlamentarismo estéril, en parecer respetables y en la campaña del 26-J disfrazamos la excepcionalidad de normalidad. Eso acarreó un nuevo coste. Muchos de nuestros votantes el 20-D, a los que sedujimos por ser distintos, nos asimilaron como fuerza política normalizada: habíamos dejado de ser excepcionales y no votaron por nosotros el 26-J.

No ceder al chantaje del PSOE y apostar por la excepcionalidad fue un acierto. Ferraz implosionó tras el 26-J por las contradicciones que Podemos le genera. Los ex-votantes del PSOE que nos dejaron de lado entre elecciones y muchos de los votantes del PSOE el 26-J asisten con estupor al desamparo identitario en el que les ha sumido su “partido de siempre” tras echarse a los brazos de Rajoy. Que Podemos atienda ese desamparo es condición para gobernar. Por otra parte hemos tomado nota de lo ocurrido en la campaña del 26-J. Podemos vuelve al discurso y desempeño de la excepcionalidad y esto se traduce según las últimas encuestas publicadas en incremento de los apoyos. Rectificamos en la buena dirección.

El nuevo tiempo político nos da dos opciones: apostar por un horizonte de cambio o por ofrecer seguridad y certidumbre. La existencia de un electorado huérfano del PSOE tras la consumación de la Triple Alianza parece invitar a la normalización, a ocupar ese espacio político disponible jugando con las reglas clásicas de disputa, el desempeño parlamentario. Ahí es donde nos quieren nuestros rivales para esterilizarnos. Lo estamos viendo estos días, Mariano Rajoy “sólo hará lo que la ley le obligue a hacer” y los Prespuestos Generales del Estado serán su parapeto. Así las cosas, no hay mucho margen para “lucirse” con el desempeño parlamentario, pocas posibilidades de ofrecer seguridad y certidumbre cuando no se es gobierno y cuando además no se tiene experiencia de gobierno, ahí nos gana cualquiera. Hay un espacio donde sí ganamos: el de la excepcionalidad y el horizonte de cambio. Ambos se conjugan en la articulación de movimiento popular, generando una oposición no sólo parlamentaria sino fundamentalmente social y más allá de los partidos inmovilistas, frente a las élites que inmovilizan. Impactar en la vida de pueblos, ciudades y barrios, politizar lo cotidiano y construir demandas junto a la sociedad civil y los movimientos sociales, convertirlas en clamor popular y amplificarlas a través de nuestras y nuestros representantes en los parlamentos. Y sí, para ello necesitamos sumar a “los que faltan”.

¿Y quiénes son “los que faltan”? Hace pocos días un diario digital publicaba un interesante artículo al respecto. El perfil sociodemográfico y sociopolítico de los votantes de Podemos y aquéllos susceptibles de votarnos (abstencionistas y votantes socialistas) es análogo. El autor desgrana una serie de datos de la encuesta postelectoral del CIS que ponen de manifiesto esta analogía con una excepción: tanto los que ya nos votan como los que son susceptibles de hacerlo sitúan a Podemos a la izquierda de su propia auto-ubicación. Esos votantes de Podemos y “los que faltan” están más cerca de lo que algunas y algunos creen.

La clave está en los perfiles de nuestros votantes, abstencionistas y PSOE. La encuesta postelectoral del CIS señala que el votante medio de Podemos es joven, urbano, activo, nivel de estudios alto y medio-alto y nivel de ingresos medio-alto. Los abstencionistas presentan un perfil similar, con nivel de estudios algo inferior. El votante medio del PSOE ronda los 55 años, rural, entre activo y pasivo, nivel de estudios bajos y nivel de ingresos medio-bajo.

Además, tomando como referencia el barómetro de Octubre del CIS y atendiendo a los perfiles socio-demográficos, políticos y socio-económicos de las y los votantes observamos cómo Podemos es la fuerza más votada entre los 18 y los 44 años, segunda fuerza entre los que viven en municipios de más de 400.000 habitantes y entre los que tienen estudios superiores.

¿Qué quiere decir esto? Que la línea político-estratégica que nos hemos dado ha consolidado a Podemos entre las clases supraordinales de lo social, aquéllas que estructuran discurso y ejercen el liderazgo en la opinión pública (popular, que no publicada). Somos mayoritarios entre aquéllas personas a las que se escucha cuando hablan. ¿Nos damos golpes en el pecho y nos sentamos a esperar a que nuestros votantes hagan proselitismo por nosotros? Evidentemente no. Hay que profundizar en la estrategia que nos ha traído hasta aquí para llegar a esos abstencionistas que se parecen (y mucho) al votante de Podemos y los perfiles de votantes del PSOE más propensos a votar por nosotros.

La otra estrategia pasa por aproximarnos al espacio político que el PSOE ha dejado huérfano. Los que defienden esta tesis parecen olvidar algo, ese posible viaje (o ampliación de nuestro espacio) puede dejar en el camino buena parte de la base social ya conquistada como ocurriera en la campaña del 26-J y conducirnos a un resultado de suma 0 con el agravante de mermar la distribución de nuestros votantes entre las clases supraordinales de lo social y la consiguiente pérdida de capacidad de permear el discurso popular y liderar la opinión pública.

“Los que faltan” deben llegar de la mano del movimiento popular, volcarnos en impactar lo local con nuestra militancia y que a Podemos no se le referencie con Pablo Iglesias, sino por la implicación de sus militantes en la resolución de los problemas de su barrio o pueblo. Cuando la referencia es el vecino-militante de Podemos y no el relato de los medios, ganamos. Hay mucha tarea.

Pensando Vistalegre

Pienso de nuevo en Villaverde. Así las cosas, a las compañeras y compañeros de Podemos que afirman necesitar recuperar la ilusión, que lo hagan más pronto que tarde. Nuestra militancia se deja la piel día tras día para levantar el proyecto y nos debemos a ella. No podemos permitir que nuestros cargos electos y orgánicos desempeñen la tarea sin ilusión. Hay que estar a la altura de las decenas de miles de militantes, los cientos de miles de inscritas e inscritos y millones de votantes que ven en Podemos esperanza, ilusión, presente y futuro.

_________________Víctor Rey

essecretario de Análisis y Programa de Podemos Comunidad de Madrid.

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