Plaza Pública

¿Tenemos que elegir entre movilización e institución?

Ione Belarra

Han sido dos años y medio muy intensos en los que muchos compañeros y compañeras  que interveníamos políticamente desde los movimientos y colectivos sociales, nos hemos incorporado a las dinámicas propias de  un partido político como Podemos y, más recientemente, a las de las instituciones. No ha sido un paso fácil. Personalmente, hasta ahora, nunca había participado en una organización política, en la que  la vida interna constituye una fuerza poderosa  que determina el ser, el estar y el hacer hacia fuera.

El hecho de que siga sin considerarme “una política”, y que a menudo resuenen en mí voces poderosas que me animan a “volver a las calles”, me obliga y ayuda hacer equilibrios en esas fronteras dentro-fuera tan espinosas, y al mismo tiempo con tantas posibilidades de producir nuevas, fructíferas y transformadoras formas de hacer política.

En estos últimos meses nos hemos visto envueltas en un debate, desde mi punto de vista estéril, sobre si Podemos debería centrarse en su trabajo institucional o si, por el contrario, debería recuperar su capacidad de movilización y reforzar  su presencia en la calle. Lo considero un debate estéril puesto que las formas que ha adoptado al generalizarse lo plantean en términos falsamente dicotómicos  Bien es cierto que nuestra historia reciente ha contribuido a instalar esa creencia. Otros partidos que llegaron a las instituciones al calor de las movilizaciones y las aspiraciones de cambio olvidaron su compromiso transformador para atrincherarse en los edificios oficiales, sentaron un precedente difícil de contradecir. Parece que ahora el dilema de Podemos se trata de una especie de elección entre el trabajo institucional o la intervención social, cuando es claro que se necesitan absolutamente la una a la otra si se quiere hacer una política transformadora.

Si algo hemos aprendido en este primer año en el Congreso es que las instituciones no sólo no están preparadas para responder con agilidad y eficacia a los problemas de la ciudadanía, sino que además tienen una capacidad excepcional para conservarse a sí mismas y reproducir las dinámicas propias hasta el infinito. Aquello que mi compañera Idoia Villanueva, senadora por Navarra, destacaba cuando decía que la frase que más había oído en sus primeros meses en la institución más polvorienta del país era “aquí las cosas siempre se han hecho así”.

Podemos, y sus representantes públicos, corremos un riesgo real tras nuestra entrada en las instituciones de que las lógicas de la institución empiecen a imperar sobre cualquier otra lógica. Les ocurre a los partidos viejos y puede ocurrirnos a nosotras, si no estamos prevenidas. Puede ocurrir que presentar una Proposición No de Ley (PNL) o una pregunta al gobierno empiece a ser prioritario porque hay que a “subir en el ranking” de actividad parlamentaria, o para sacar notas de prensa anunciando que hemos registrado una iniciativa que seguramente no tenga ningún efecto práctico sobre la vida de la gente. Puede ocurrir que me sea más fácil trabajar con las organizaciones no gubernamentales o grandes lobbies, que hacen todo el trabajo, que colaborar con pequeñas asociaciones y colectivos. Esas que a menudo tienen fundados recelos con los partidos, esas que no funcionan con los tiempos rápidos de presentación de iniciativas.

La pregunta que debemos hacernos no es por tanto si contribuimos a generar contrapoderes en la sociedad –de eso no tengo ninguna duda- sino cómo vamos a hacer eso sin usurparles el protagonismo a quienes con poca capacidad de incidencia institucional pero, sin embargo, con enormes dosis de dignidad se han dejado la piel estos años para defender a nuestra gente. La pregunta no es si debemos o no hacer trabajo institucional, sino cómo vamos a hacer ese trabajo de forma distinta: respetando los objetivos políticos de la sociedad civil, y no imponiendo nuestros propios objetivos o los que marque la institución.

Para ello es necesario innovar, apostar por hacer las cosas de otra manera. Supone, en la mayoría de los casos, renunciar al protagonismo que los medios de comunicación nos dan por el hecho de ser representantes públicos y dar un paso atrás. Un paso atrás para que las protagonistas de las luchas, las que sufren las vulneraciones de derechos más flagrantes, sean sus propias portavoces y vean que este proyecto es, de verdad, de todas y de todos. Que vean, al fin y al cabo, que ellos también pueden hacerlo. Pueden hablar en un pleno y marcar agenda, pueden tomar decisiones y hacerlas realidad. Siendo conscientes de nuestras limitaciones y de que se trata de un primer paso, es lo que intentábamos hace unas semanas con la jornada parlamentaria “Hacia la despenalización de la venta ambulante”.

Estas dos preguntas son claves porque en Podemos debemos empezar a poner sobre la mesa cuestiones tan relevantes como las relaciones de poder que operan dentro de nuestra organización -al igual que sucede en cualquier otra- y cómo hacemos para que de ellas se deriven los mecanismos que nos permitan hacerla más horizontal y con poderes más distribuidos. Entre otras cosas, porque esto nos permitirá abordar también la cuestión de cómo nos relacionamos con los agentes sociales de manera que tracemos con ellos alianzas ajenas al abuso de poder, desde el cuidado a quiénes no teniendo una maquinaria institucional como nosotras, contribuyen cada día a la transformación de nuestro país.

Es nuestro deber hacer un buen trabajo institucional, solvente, a la vez que innovador y participativo. Debemos lograr que las instituciones sean una herramienta que sirva a los objetivos políticos  de la gente que vive y piensa fuera de las paredes del Congreso, allí donde la prioridad siempre ha sido y será, que las vidas de las personas sean dignas y con unas adecuadas condiciones materiales. Debemos apostar porque nuestro poder como tercera fuerza del país sirva para presionar en el sentido que la sociedad civil organizada necesite. Que nos utilicen como la herramienta que queremos ser, que la gente mande. Debemos poner la capacidad de interlocutar de tú a tú con los miembros del Gobierno  al servicio de las organizaciones y colectivos sociales, para ser altavoces de un mensaje popular claro. La ciudadanía de nuestro país tiene que vernos como una fuerza útil, efectivamente, pero para transformar, no para ser “conseguidores” y repartir la miseria.

Pensando Vistalegre

   

_____________________

Ione Belarra es diputada de Podemos por Navarra y ha sido activista en movimientos por la defensa de los derechos de las personas migrantes

Más sobre este tema
stats