Qué ven mis ojos

Lo que ocurre desmiente lo que dicen que pasa

“A quien se desdice sólo se le puede creer a medias: como mínimo, una de las dos veces fue un mentiroso”.

Hay gente que se esconde en lo que sabes de ella. Hay gente que te pide que no creas lo que ven tus ojos. Hay gente que nunca dice lo que piensa, sino lo que quiere que pienses tú. Hay gente que asegura cumplir órdenes. Hay gente que se ampara en la lealtad para ocultar un acto sospechoso, como si el exceso de limpieza fuese a desgastar los colores de la bandera: los trapos sucios se lavan en casa, dicen una y otra vez quienes los tienen manchados de sangre o de dinero blanqueado. Hay gente que miente más que habla, o sea, que de cada dos palabras suyas, tres son mentira. Hay gente que llama “acercar posturas” a ponerse juntos para que no se vea lo que hay detrás. Hay gente que combate el Código Penal con la ley del silencio... Todas esas personas, entre otras, podría ser Luis Bárcenas, el antiguo tesorero del Partido Popular, que ayer prestó declaración en la Audiencia Nacional, en el juicio que se celebra para esclarecer las actividades de la trama Gürtel entre los años 1999 y 2005. Se pueden sacar muchas conclusiones de sus palabras, pero especialmente una: él y los suyos han hecho las paces bajo cuerda: tranquilo Luis; paciencia, que es paz y ciencia; para los que saben callar, al final hay un premio. “Después de perderlo todo / era cuando más claro / tuve mi bando”, escribe el joven poeta Pablo Benavente en su libro Izar la negra, publicado por la editorial Frida, y si esos versos estuviesen grabados en los muros de la celda de la prisión donde estuvo encerrado ese hombre que abría y cerraba las cajas fuertes de la calle Génova, puede que fuese increíble, pero no sería nada raro.

Muchos creen que el caso Gürtel debería acabar con la disolución del Partido Popular, puesto que financiarse ilegalmente es un delito muy grave y conlleva una vulneración de la propia democracia, que desde luego no consiste en que gane el que más dinero tenga y lo pueda invertir en una campaña electoral. Y esa es la auténtica batalla que se libra en la Audiencia Nacional. No olvidemos que el escándalo comenzó con una declaración del presidente del Gobierno de entonces y de ahora, en la que sostuvo que aquella organización mafiosa “no era una trama del PP, sino contra el PP”; y ha pretendido acabar con el intento de su formación y del propio Bárcenas de que todo el proceso se declarase nulo. Reman en el mismo barco, defienden la misma enseña del libro de Pablo Benavente, la pirata, y por eso el acusado reconoce ante el tribunal la existencia de unas cuentas ocultas, pero atribuye a Mariano Rajoy la decisión de cortar amarras con Francisco Correa y sus empresas venenosas en el año 2003. Si uno se fija bien, el modo de defenderse de Bárcenas y el de su supuesta adversaria irreconciliable, María Dolores de Cospedal, hoy ministra de Defensa, se parecen como dos gotas de agua: será que si se llevan como el perro y el gato es porque vienen del mismo sitio y se han peleado allí, por eso él define la caja-B como “una contabilidad extracontable”, siguiendo la misma lógica que ella utilizó para hablar de su “simulación de indemnización hecha en diferido”. No se quieren, pero representan los mismo y él se ha dado cuenta de que, como dice el poeta Benavente en su libro “era precisamente fuera del agua / donde no se podía respirar.”

La cizaña está ahí, pero ¿quién la ha sembrado?

El resto de la declaración fue un puro galimatías. Bárcenas, cuya psicología se entiende muy bien al leer el libro de Marisa Gallero sobre él, La caja fuerte. Los papeles secretos del tesorero del PP, puede decir que jamás tocó un euro de la caja-B, ni Correa le dio nada a cambio de sus supuestas gestiones para mediar en contratos públicos, y a continuación justificar los cuarenta y siete millones que llegó a tener en sus cuentas de Suiza con la misma explicación de siempre: esa fortuna proviene de la venta de unas obras de arte. ¿Cuáles? ¿A quiénes? ¿Pintadas por quién? ¿Qué cuadros puede haber vendido para obtener esos beneficios? Que vaya alguien a toda velocidad al Museo del Prado, a ver si La maja vestida y La maja desnuda aún siguen allí.

La Gürtel es una trama que afecta exclusivamente al PP, así que en esta ocasión no pueden ampararse en el todos somos iguales; pero Bárcenas, en otro acto de servicio a la causa, explica que eso no es tan raro y por lo tanto no debería resultar tan alarmante, ya que en nuestro país “todos los empresarios quieren echar una mano a todos los partidos políticos.” Pero debe quedar claro, eso sí, que lo hacen por amor al arte, ya que “el donativo no tenía carácter finalista”. Es decir, que era, literalmente, “algo inocuo”. ¿Y para qué se usaba? Para la seguridad de los conservadores del País Vasco, responde. Si no fuera porque es uno de ellos quien lo dicen, parecería que estamos ante un ejemplo de utilización del terrorismo, como los que suelen criticar los campeones del Arabia Saudí sí, Venezuela no, y demás cantinelas del cinismo.

Hay gente que te quiere convencer de que lo que ocurre no es lo que ves que pasa, quizá porque no estás preparado para entenderlo. Hay gente que se desdice y las dos veces quiere parecer honrado, cuando dijo digo y cuando dice Diego. Hay gente como Bárcenas, que hoy afirma que cuando reconoció en abril de 2014 que en el PP “se efectuaron pagos en negro a proveedores concretos”, sólo fue porque “las condiciones en que hice mi declaración eran muy especiales”, y remata su defensa con una frase realmente magnífica: “No sé a qué me refería.” Nosotros sí: el ex tesorero está buscando amigos en el único sitio en el que los tenía. Si yo fuera él, le devolvía el sms a su antiguo jefe, el hombre que lo nombró para el puesto y le animaba a resistir, y ponía este verso del libro de Pablo Benavente: “¿Qué clavo ardiendo no va a apagarse cuando no estés?”. No tengo nada que añadir.

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