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Qué ven mis ojos

Sesenta millones de locos

“Cuidado con los vendedores de atajos: sólo intentan echarte a un lado y quedarse con el camino”.

"Esta máquina mata fascistas", llevaba escrito en su guitarra el trovador Woody Guthrie, del que Bob Dylan dijo que en este mundo había muy pocos seres como él y de quien la leyenda afirma que escribió mil canciones. Una de ellas, según cuenta en su último libro el premio Pulitzer de periodismo David Cay Johnston, se llamaba Old man Trump y la hizo contra del padre del nuevo presidente de los Estados Unidos, que no ha llegado a la Casa Blanca a bordo de un tanque, sino gracias a los votos de más de sesenta millones de norteamericanos de los que, por pura lógica, sólo se puede esperar que sean su viva imagen: racistas, misóginos, prepotentes y de extrema derecha. "I suppose / that Old Man Trump / knows just how / much racial hate / he stirred up in that bloodpot / of human hearts", recitaba el compositor del himno This Land is your land : "imagino que el viejo Trump sabe cuánto odio racial despertó en el torrente de los corazones humanos". El caso es que han votado a un ciego con una pistola, que es el título de una novela negra de Chester Himes, y no está nada claro a quiénes van a darles las balas perdidas ni de qué lado de los muros que se levanten se va a vivir más aislado: empiezas a cavar y nunca sabes si es una trinchera o una sepultura.

Woody Guthrie fue un héroe y es un icono popular. En 1950, durante una pausa en sus interminables viajes por todo el país a bordo de trenes de mercancías, alquiló un apartamento cerca de Coney Island, Nueva York, bautizado con el nombre de Beach Heaven, la playa del cielo, y que era uno de los edificios de Fred Trump, el magnate neoyorquino que se había hecho de oro construyendo con ayudas públicas cientos de pisos destinados a familias de clase media. Pero, de casta le viene al galgo, sus normas eran que debía existir la segregación racial en sus urbanizaciones y que las zonas mejores debían ser habitadas exclusivamente por blancos. "Beach Haven is Trump’s Tower / Where no black folks come to roam, / No, no, Old Man Trump! / Old Beach Haven ain't my home!", canta Guthrie: "La Playa del Cielo es una torre de Trump / donde los negros no pueden acercarse. / ¡No, no, viejo Trump! / ¡La vieja Playa del Cielo no será mi hogar!".

                      

En 1954, el Senado investigó al padre del actual presidente, a consecuencia de las irregularidades que había cometido con esos bloques de viviendas, tanto a la hora de ganar los contratos y cobrar las subvenciones como a la de cumplir con los requisitos de calidad que se le exigían. Al final se echó tierra sobre el asunto y el negocio de Beach Heaven fue redondo, porque le sacó al Estado tres millones setecientos mil dólares más de los que estaban presupuestados. Una buena herencia para su hijo Donald, que se hizo cargo de la empresa en 1968, cuando solo tenía veintidós años, y para demostrar que no hay peor astilla que la del mismo palo, siguió la línea siniestra que había marcado el patriarca, hasta el punto de que en 1973 el Departamento de Justicia les puso una demanda por xenofobia. Ese hombre es ahora el gran jefe en Washington y lo peor que se puede decir de él es que parece dispuesto a cumplir todo lo que prometió. Algunos creen que hay que pararle los pies, otros que eso llevaría a una guerra civil. Otros continúan aplaudiendo, igual que lo hacían al oír en sus discursos de campaña sus insultos contra los mexicanos, los medios de comunicación y los musulmanes, por mucho que se sepa que entre ellos había cientos de actores que habían cobrado cincuenta dólares por cabeza para ir a vitorear al candidato. Quien crea que el remedio es peor que la enfermedad, no merece curarse. En la novela 1984, de George Orwell1984, que la llegada de Trump ha convertido en el número uno indiscutible de las listas de ventas, podemos leer: “Si había esperanza, estaba en la gente. Hay que aferrarse a eso”.

                       

En España se habla también del hombre sentado en el Despacho Oval que odia a los inmigrantes aunque sus orígenes sean precisamente esos, dado que su familia proviene de Alemania, en realidad se llamaba Drumpf y emigró a Estados Unidos en 1885 en un barco de vapor. Al cambiar su apellido lo hicieron pensando que trump significa "victoria" o "triunfo", sobre todo en los juegos de cartas, pero olvidaron que también se traduce por "falsificación", por "baratija" y, en su forma verbal, por "hacer algo sin escrúpulos", una serie de acepciones que parecen reunirse en el actual presidente, alguien que como sostiene David Cay Johnson en Cómo se hizo Donald Trump, recién publicado por la editorial Capitán Swing, está "poseído de sí mismo", se hizo millonario haciendo tratos con las familias mafiosas Genovese y Gambino y con traficantes de cocaína, ha recibido innumerables demandas por fraude, estafa,  publicidad engañosa y calumnias, ha contraído deudas con empleados y proveedores a los que no pagó nunca, y es un rey Midas "que convierte gran parte de lo que toca en auténtica escoria", porque lo envilece y porque se ha arruinado una y otra vez, aunque de todas ellas ha salido sacándole dinero a las administraciones y durante toda su carrera ha demostrado ser "extraordinariamente ágil para para hacer lo que se le antoja y librarse del castigo".

    

En España también se habla de él, y cada uno intenta colocárselo al vecino en su puerta. En Madrid, la alcaldesa Manuela Carmena lamentó igual que medio mundo la "vulneración de derechos" que suponen sus decretos para cerrar las fronteras a los ciudadanos de las naciones que cree peligrosas, y que no son unas leyes menos lamentables porque las dicte un gobierno legítimamente elegido, "igual que ocurrió con la llegada de Adolf Hitler al poder en la Alemania de los años 30". ¿Y quién salió al quite? Quién iba a ser, Esperanza Aguirre: "Me parece que podrá gustar o no el presidente Trump, a mí hay muchas cosas que no me gustan, pero pretender dar lecciones de democracia desde Europa donde han nacido los peores totalitarismos, me parece absoluta y totalmente rechazable, y lo digo con la máxima contundencia". Sería interesante que explicara cuáles son las que sí le gustan, pero en cualquier caso, que lo defienda no es nada extraño en alguien que entre líneas siempre ha avalado la dictadura sanguinaria que asesinó a miles de personas en nuestro país. Ya saben, eso de que "los socialistas pretenden explicar la Guerra Civil como una batalla entre los buenos y los malos, en la que los buenos fueron muy buenos y los malos fueron muy malos y, además, ganaron", algo que en su opinión conduce a dos errores, "que la II República fue un régimen idílico y que el franquismo fue impuesto por la fuerza a todos los españoles". El rencor sólo mata lo que ya está muerto. Pero, de algún modo, aún hace daño. ¿Y si la mandan de embajadora en Washington? Ahora mismo, seguro que le iría como anillo al dedo. Son ellos. Son los mismos. Son los neoliberales.

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