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Qué ven mis ojos

La cizaña está ahí, pero ¿quién la ha sembrado?

“Quienes darían todo lo que tienen por conseguir lo poco que les falta, sólo pueden conseguir dos cosas: todo o nada”.

Dice Íñigo Errejón que las insinuaciones de Juan Carlos Monedero sobre su presunto abandono de la calle “han sembrado una cizaña que sobraba”, y contesta, ojo por ojo, diente por diente y titular por titular, que “algunos llevamos en la calle mucho tiempo, cuando otros la acaban de descubrir con la fe del converso.”

Dicen los miembros de la gestora del PSOE que la entrada en liza de Pedro Sánchez sembrará la discordia en las primarias, que con su bajada al ruedo se hace imposible lograr el consenso y que al final tendrán que decidir unos militantes que parecen moverse en sentido contrario a la dirección: según la última encuesta, realizada por la empresa GAD3 para el diario ABC, a Susana Díaz no la va a votar más que el trece por ciento de los afiliados al partido. Lo opuesto a los barones son los barómetros.

Dicen las diferentes corrientes que pululan por el Partido Popular, que aunque sean subterráneas también mojan y cuando el tiempo empeora producen goteras, que en la guerra entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, gana la primera por uno a cero, dado lo bien que ha gestionado el asunto del Yak 42 y lo poco que ha podido hacer la segunda con el esperpento de Cataluña. Y en estos combates, la estabilidad de cada adversario consiste en que a su rival se le mueva la silla.

Un banco es un atraco al revés, de dentro a fuera

La idea general es que en todas partes hay corrientes, en ocasiones auténticas riadas, que amenazan con llevárselo todo por delante. Pero también se podría ver justo al contrario y empezar por una pregunta: ¿de verdad es malo que en una formación política haya luchas ideológicas o discusiones acerca de la mejor estrategia que puedan llevar a cabo sus responsables para lograr la confianza de los suyos en sus congresos y más delante del resto de los ciudadanos en unas elecciones? ¿Son mejores la unanimidad ministerial que había imperado hasta ahora, la redondez de búnker en los argumentos, el hermetismo que las grietas por donde se filtran las alternativas, la disciplina de voto que la libertad de expresión?

Por supuesto, no todo es tan filosófico, en las cocinas de los partidos también se pelea con un cuchillo entre los dientes por el poder, y es difícil distinguir a los aliados de los enemigos y las ayudas de las trampas. En Podemos, el propio Errejón y Luis Alegre se quejan del “nuevo entorno” que se ha formado alrededor de Pablo Iglesias y lo culpan, uno entre líneas y otro sin andarse por las ramas, de haberlo subido a un pedestal sólo para hacerlo caer desde más arriba. “Es obvio que no quieren que yo ocupe una posición destacada en el tándem”, dice el número dos, o quizás el medio número uno de la organización, y luego añade: “No he sido suficientemente hábil a la hora de plantear un debate político que saliera de la lógica del choque de trenes.” Si se piensa dos veces, ese extraño dúo, el de la razón y la confrontación, no lo es tanto: las soluciones vienen de las discusiones, para encontrarlas hay que tener la capacidad de enfrentarse a distintas posibilidades y elegir entre ellas, hay que confrontar teorías, no imponerlas. Por supuesto, siempre y cuando se mantenga la lealtad entre los que compiten. ¿Qué convocan las empresas cuando quieren dar con una buena campaña de publicidad o encontrar soluciones a sus problemas? Una tormenta de ideas. En la calle Ferraz no lo llaman así y pronostican que lo que se va a producir va a ser “una negociación violenta” que va a acabar en “una batalla campal”. Esos temores casi recuerdan a la noticia a cinco columnas que hace algunos años publicó en su portada un periódico deportivo para describir una derrota de la selección española de fútbol, en la que los jugadores además del partido perdieron los nervios y acabaron peleándose a golpes con los adversarios: “¡La debacle acabó en tangana!”

Lo bueno de todo esto es que evidencia que las cosas han cambiado. Tenemos que recordar que hacía mucho tiempo que no se hablaba de los votantes como si fueran una parte decisiva del sistema, como si algo estuviese en sus manos, como si además de escoger pudieran decidir, además de subirse a los trenes que pasaban, conducirlos. Eso, por suerte, ha cambiado. Y creo que todo el mundo sabe gracias a quién. No lo olvidemos. La cizaña está ahí y con ella se fabrica la pócima de la verdad.

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